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Los días pasaban, y el olor del otoño se hacía cada vez más intenso. Las hojas caían lentamente de los árboles, la brisa era helada pero no tanto como para ponerte mil abrigos en el cuerpo. Había veces en los que el sol brillaba y desprendía su calor a más no poder, y había veces en las que eran tormentas, lluvias con granizo que pensaban que su hogar se llegaría a derrumbar.

El automóvil tenía un olor tan fresco a naranja con un toque de lima. Hwang demoraba en salir de casa, pues se había olvidado de unos archivos. Giré mi cabeza para ver detrás de la ventana y vi a Jae salir de su casa. Sin Wheein, ni nadie. Sabía que debía aprovechar el momento.

Salí del auto y corrí hacia él. Mis impusos eran tan fuertes que poco me importaba si mi dignidad se perdía. Lo besé y se sentía de maravilla, aquellos días parecían años, sus labios eran como del más suave terciopelo. Su lengua era cómo algodón de azúcar, duro por su apariencia, suave por la textura. Pero cuándo había aceptado mi beso me separó de él. Limpió su boca con la manga de su camiseta y me miró con fastidio.

—¿Qué carajos te sucede? Creí haber dejado en claro que para mí ya estás muerta.

Sus palabras queman en lo más profundo de mi ser, me estaba quebrando ante él y muy poco le importaba. Los pedazos de mi corazón seguían ahí, rotos. Mis lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Vi a Beom morder su labio inferior.

—¿Ya se acabo el cariño que decías tenerme? —no decía nada, sólo se limitaba a verme llorar. Empujé con mis manos su pecho y retrocedió un poco— ¿Eh? ¿Ya se acabó el amor? Lo dejas terminar sólo por una estupidez, ¿enserio?

Beom agachó la cabeza y suspiró.

—Yo nunca te amé, Haneul.

Ahora me sentía muerta por dentro, solamente me utilizó para controlar su calentura. Nunca me amó cómo él decía, nunca me bajó la luna y las estrellas, sólo eran imitaciones para hacerme creer que era la luna y sus pequeñas luces. Me cegó la lujuria, más el amor que la lujuria. Yo tenía la culpa, mis hormonas eran tal cual cómo las de una adolescente, pero nunca creí enamorarme de él, porque sí; me había enamorado profundamente de Jae.

—Bien. —trataba de que no me viera débil, pero para mi mala suerte, Jae ya me conocía lo suficiente como para saber que estaba desecha. Y me sorprendía el cómo una persona podía conocer a otra en unos cuantos meses, y me sentía mal por ello— Sólo quiero que me mires y me lo digas. No voy a creerte nada hasta que me mires a los ojos. ¿Solamente me utilizaste?

Suspiró y asintió. Así sin más.

Me di vuelta y regresé al auto, mis lágrimas eran incontrolables. Y sí, me sentía tan utilizada por el hombre que llegaba amar más que a cualquier otra persona. Porqué nunca sabes cuándo te vas a enamorar, o de quién. Llega a tu corazón y se queda ahí por un largo, largo tiempo. Y lo peor es que entró sin permiso alguno.

Pensaba en cuán ridícula me veía llorando por un chico, pero sólo yo sabía lo que sentía. Era cosa de dos personas, no de tres. Y yo me había metido a una relación de dos. Pero no solamente fue culpa mía, fue de Jae por incitarme, por dejarme probar aquellos labios que parecían el paraíso. Y por dejarme ver las estrellas con tan solo un orgasmo.

—Todo el camino has estado seria

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—Todo el camino has estado seria.

—Oh, es que no hay razón ¿cierto? ¡Oh, espera! Sí la hay, me tienen cómo su puta prisionera.

Salí del auto y me dirigí al salón de clases, topandome una vez más con Jisung y su padre.

Una desgracia tras otra...

Una desgracia tras otra

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ILEGAL¹ | HWANG HYUNJIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora