Prologo, parte 1

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1460. Castillo Taisho. Reino del Oeste

-Sesshomaru... mmm...

El nombre del gran Emperador Taisho era suspirado dulcemente por hermosa pelinegra de ojos chocolate mientras ambos se entregaban el uno al otro en un vaivén lleno de lujuria y deseo. Ella abrazaba con sus piernas las caderas de su amado para permitirle que este pudiera unirse por completo con ella mientras el lamia y besaba con pasión la tersa piel del cuello de la chica.

-te amo Rin...- decía mientras se adueñaba de los dulces labios de su amada.

-y yo a ti mi Sessh... – suspiro sobre los labios de él.

Ambos se entregaban en cuerpo y alma al otro, pero ambos escondían el mismo miedo en sus corazones: que esa podría ser su última noche juntos.

Él, el gran Emperador del Reino del Oeste partiría mañana a la guerra encabezando a sus tropas y ella se quedaría en el castillo manteniendo el orden y la estabilidad del reino. Ninguno de los dos quería separarse, no obstante, las constantes amenazas del reino del Sur no podían ser ignoradas más, no después del ataque a la frontera de ambas naciones que acabo con un poblado de granjeros inocentes que murieron a manos del ejército del Sur.

Mordiendo los carnosos labios de su amada, Sesshomaru tomo las caderas de la pelinegra y en un hábil movimiento cambiaron la posición en la que se encontraban y ella quedo sobre él, ambos amaban esa posición. Ella lo miro directamente a los ojos, con aquella mirada llena de deseo que él tanto le excitaba y comenzó a saltar rítmicamente sobre la cadera de su pareja, con suaves movimientos circulares, logrando que ambos se perdieran en la pasión y excitación. Él nuevamente tomo a la chica por la cintura, para permitirle mantener el ritmo y la certeza de las embestidas que la chica lograba con su vaivén; estirando su tronco para poder llegar a los pechos de la chica que rebotaban de forma deliciosa a sus ojos, tomando uno con la boca y succionándolo con la suficiente delicadeza para no dañarla, pero si con la suficiente rudeza como para hacerla enloquecer de placer.

-Sessh... me...

-yo también Rin...

Ambos jadeaban y aumentaron el ritmo hasta que ambos llegaron al más delicioso de los orgasmos al que habían compartido. Se abrazaron mientras ambos tenían leves espasmos de placer y suavemente cayeron en la cama, tratando de suavizar sus respiraciones.

El ojidorado miro como la hermosa cabellera de la chica caía por la espalda de ella y se mezclaban en la cama con su platinada cabellera, un contraste hermoso, tan diferentes, pero aun así eran el uno para el otro, lo supo el día que la vio por primera vez, el día en que oficializaron su compromiso y el día en que la desposo. Fueron hechos el uno para el otro.

La ojicafe perezosamente se movió para poder recostarse al lado de su amado, acaricio el firme pecho de él con su mano, lo amaba con todo su corazón, pero algo en ella le decía que una terrible catástrofe ocurriría, cuando comenzaron las amenazas del reino del Sur ese sentimiento nació en ella pero no quiso darle mayor importancia, no obstante, a medida que pasaban los días ese sentimiento crecía en su pecho y el día en que les informaron del brutal ataque en la frontera y Sesshomaru llamo a las tropas para marchar directamente a la guerra aquel mal presentimiento no dejaba de perseguirla tanto en el día como en la noche.

-Todo saldrá bien amada mía- susurro el peliplata mientras posicionaba su mano sobre la mano de ella. Ambos se miraron directamente a los ojos, ella con la mirada llena de temor hablo.

-de verdad... debes ir amado mío? – ella entrelazo sus dedos con los de él, ella temblaba – los mejores hombres de nuestra nación irán mañana comandados por los más grandes comandantes que ha tenido la nación en años...

El amor nunca muere (SesshomaruxRin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora