Capítulo 2

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Tras desayunar y ser avisado por Alfred, me dirigí hacia la entrada con un mejor humor del que tenía en el desayuno, a la espera de la Familia Real Rusa. 

Me coloqué a la derecha del rey, lugar que me correspondía por ser el heredero al trono, mientras que mi madre se había colocado a su izquierda, por ser su consorte tal y como decía el protocolo real. Todo el personal y los guardias estaban en sus puestos para dar la bienvenida a la Corona Rusa.

-Compórtate por lo que más quieras Alexander –me susurró mi padre, advirtiéndome- Rusia es un país muy importante. No quiero romper una alianza de años y una amistad porque no has sabido cuál es tu lugar.

-Como gustes, padre -respondí secamente, molesto. Dudaba de mi capacidad para tratar a las personas. Pues bien, le iba a demostrar que podía ser un príncipe impecable cuando me lo proponía.

-Ya están entrando- nos susurró mi madre para que dejáramos de hablar. La miré y lo único que vi en sus ojos fue advertencia. Verlo de mi padre me traía sin cuidado pero que mi madre dudara de mí me dolía. Me erguí mirando al frente y me callé.

Por las puertas entró un coche negro con la bandera de Rusia al son de las trompetas que anunciaban su llegada. La visita era bastante formal por lo visto.

El coche paró casi al pie de las escaleras. 

Un mayordomo abrió la puerta de atrás y le tendió la mano a su pasajero. Del coche salió una mujer aparentemente de la edad de mi madre aunque de pelo castaño al igual que sus ojos. Portaba una tiara de diamantes. Hileras e hileras de diamantes. Supuse que sería la reina consorte. Había oído que el rey había muerto algunos años atrás. 

La reina llevaba un vestido azul celeste largo y caído. Una banda negra adornaba su pecho, saliendo desde su hombro hasta su cintura. Que yo supiera, si la banda era negra significaba luto. Un luto demasiado largo si su marido murió hace años.

Alzó la mirada y mostró una sonrisa amable. Subió las escaleras con elegancia y al llegar a la altura de mi padre hizo una leve reverencia.

-Majestades- su tono de voz era alegre. Parecía que conocía a mis padres de toda la vida. Entonces se percató de mi existencia y me dirigió una mirada llena de cordialidad- Alteza real.

-Es un placer conocerla majestad-le contesté a la reina con la misma cordialidad que había utilizado ella mientras hacía un ligera reverencia a su persona. Su sonrisa demostró agrado.

-Es un honor tu visita María- mi padre le habló con la misma cordialidad- por favor dejemos los títulos por un momento.

-Será un placer Frederick- rio la reina rusa. Pues sí, eran amigos. Ahora entendía porque mi padre decía que podía poner en juego una alianza y una amistad de años.

Las trompetas rompieron aquella conversación cuando volvieron a sonar avisando la llegada de un segundo coche que cruzaba la puerta. Al igual que el auto de la reina, se paró casi al pie de las escaleras y un mayordomo abrió la puerta y le tendió la mano a su pasajero. 

Sonreí cuando me imaginé que vería salir al pequeño príncipe. Pero lo que no me imaginé es que saldría una chica de ojos azules y pelo castaño portando una corona de plata y tres esmeraldas incrustadas, que hacían juego con su vestido verde, corto y de vuelo. 

Me quedé sin aliento y desconcertado.

La chica ayudó al príncipe a salir del coche. Fue entonces cuando recordé la noticia del periódico. Eran ellos dos los que salían en la foto. Si ella era la hermana mayor del niño quería decir que era la princesa de Rusia.

La chica le cogió de la mano y levantó la mirada haciendo un barrido visual a los que estábamos esperándola. Tragué saliva.

La princesa comenzó a subir las escaleras con paciencia mientras el pequeño príncipe las subía a la par que ella.

Anillo por Compromiso (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora