17 Letras: Fantasmagórica pez...

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La escuchaba gruñir, golpear las paredes, maldecir su estupidez de una manera muy censurada para su amigo, patalear el suelo, agitar los huesos de su amigo como si de licuadora se tratase y finalmente silencio, mientras musitaba con una tranquilidad sepulcral, que el esqueleto se fuera y la dejara sola.

Como era de esperarse, Papyrus permaneció a su lado con paciencia, mientras ordenaba parte del desorden que la capitana de la Guardia Real había provocado con su rabieta avergonzada. Tal parece que había hablado con alguien importante para ella, habiendo esperado con tanto esmero por aquella plática, siendo planeada cuidadosamente por esos dos mejores amigos que no le habían dejado dormir por el resto ‪de la noche‬, por la misma situación antes señalada.

Par de idiotas. Inútiles. Inútiles sin remedio.

Tanta cosa solamente por una llamada, ni que fuera tan importante. Se acomodó dentro de su cuerpo de algodón decidido a por fin dormir un poco con el silencio de la casa con cabeza de pescado.

El esqueleto permaneció un tiempo con la monstruo pez hasta que por fin se decidió a irse, pues parecía que si él no llegaba, su hermano no comería nada por preferir estar dormido que cocinar algo.

El maniquí lo vio correr muy animado dando grandes saltos y exclamándole a su amiga los mensajes más cursis para que se le subiera el ánimo. El fantasma bufo, Undyne no necesitaba de palabras, ella era más acción, batallas, enfrentamientos, competencia... no simples letras articuladas que ella solamente agradecía por educación.

Una vez Undyne se quedó sola, el maniquí agudizó su oído para percibir el ambiente y enterarse del estado de la capitana. Lograba captar su respiración tranquila e incluso advertir una temperatura más alta en su cuerpo, quizás, provocado por algún sonrojo de vergüenza que aún se mantenía en su cuerpo sin intenciones de abandonarla. La sintió levantarse del suelo y comenzar a caminar hacia afuera de su casa. Sonrió maliciosamente, por muy aplastado y cortado que quedara al final, recibir esos golpes llenos de pasión y maestría le hacían sentirse tan bien, adoraba su trabajo. Ya era hora de aliviar la pena de la capitana. Y él podía hacerlo. Él también podría luchar con ella.

Undyne se paró frente al maniquí con un semblante fastidiado y una mueca de frustración. El maniquí ya sabía lo que se avecinaba, una lluvia de disparos de lanzas caería sobre él, ella descargaría todas sus emociones fuertes en su cuerpo de algodón y tela.
Tensión, conflicto... ella necesitaba sacar todo aquello que padecía de la única manera que había aprendido a hacerlo a lo largo de los años: entrenamiento. Y el maniquí estaba dispuesto a darle ello.

Efectivamente, Undyne alzo su puño frente a ella y estiró los dedos, en sus manos, con un brillante tono azulado, una larga lanza se manifestó con hermosura. La capitana dio una vuelta sobre su propio eje, para luego sonreír con desafío.

Oh, dulce y violenta Undyne, como ella ninguna. Nadie te entendía, nadie comprendía esa ansiedad de combate, tus ganas de sangre, tu impulso de destrucción de tus enemigos, aquellos que deseaban perturbar la armonía de la gente pro la cual luchabas. Eras una heroína, aquella que había llegado a aquel puesto con pura determinación, dispuesta a llegar al final sin cuestionarse sus acciones. Siempre lograbas tener todo bajo control y te adaptas a la situación. Lograste volver tu instinto violento a favor de una causa, dispuesta a luchar por lo que amas.

Tan honorable resultó ser la capitana.

No obstante, ni aun con todas esas voces aclamándole lograban saciar aquella ansia por golpear algo para rebajar su tensión. Para eso estaba él, para disminuir su conflicto interno, para guiarla finalmente después de que se haya calmado golpeándole.

Un fantasmagórico pez.

Aquella que entrenaba con un maniquí poseído sin saberlo. Muchas veces se preguntó ¿qué pasaría cuando le hablara? ¿Se asustaría? ¿Se sentiría mal? ¿Intentaría formar una amistad?

¡Suficiente! ¡Suficiente! No debía pensar en esas cosas. Contemplar como  Undyne mejoraba para ser la mejor mediante pasaban los días, era lo único que necesitaba.

Al terminar la batalla, él estaba lleno de agujeros y con algodón de afuera, más no sintió ni ápice de dolor. Estaba tan contento al ver como la fantasmagórica pez lograba sonreír con tranquilidad y su mirada volvía a llenarse de determinación, tal parecía que intentaría llamar a aquella persona tan preciada la monstruo. Se alejó de ahí, no son antes darle un abrazo eufórico al maniquí, como agradeciendo por ayudarla a regresarla por el sendero.

Regreso a su casa, dejando a Mad Dummy solo con muchos cortes en su cuerpo. Se irguió orgulloso, estaba muy encantado con el progreso de Undyne, y agradecido por haber formado parte del entrenamiento de ella, no había otro maniquí que soportaba tanto tiempo con la impulsiva Undyne, pero él sí, él podía hacerlo.

Ahora su cuerpo ya no serviría más para entrenar, estaba demasiado desgastado, observo la casa de la mujer pez monstruo y decidió irse de ahí, flotando en su forma fantasma aferrándose al cuerpo de maniquí, con el cual no podía funcionarse por completo. Debía buscar otra víctima para ser su cuerpo.

Miro por última vez la casa de Undyne, e hizo un intento de sonrisa, no lo supo con certeza, su cuerpo no obedecía a sus expresiones y como fantasma no sabía bien cómo se sentía una sonrisa, al carecer de músculos.

—No se preocupe, fantasmagórica pez, voy a conseguir un cuerpo mejor, más resistente y potente, que no se rompa y sea eternamente para que siempre luchemos.

Mad Dummy se fue, en la búsqueda de otro cuerpo para continuar con el entrenamiento de Undyne, la capitana de la Guardia Real. Su ídolo en silencio . Su compañera. Su...¿amiga?

Ya no sabía cómo clasificar su relación con la mujer pez. Ya tendría tiempo para algún día, asomarse a hablarle.

LETRA A LETRA (Undertale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora