21 letras: Cuidaré de ti, fluffybuns...

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—Muy bien, niña, ha sido suficiente por hoy.

La pelirroja jadeaba en el suelo, juntando toda su fuerza para ponerse de pie, apoyándose de una pequeña lanza luminosa de color azul claro muy parecido al tono de las flores eco.

—¿Qué? ¿Acaso ya te cansaste? ¡Guajaja! —La sonora risa animada de la tortuga invadió la pequeña zona en la cual entrenaba con su joven discípula.

—¿Can...cansa...cansada yo...? ¡Nyaaghhhh! —Entre toser y jadear, la niña se levantó con una gran sonrisa y la cara empapada de sudor, parecía que estuviera en una recámara de Hotland y ella fuera un pobre unipolo.

Tenía diferentes golpes en todo su infantil cuerpo, Gerson era un caparazón duro aun teniendo tantos años en sus hombros y Undyne era demasiado terca como para ceder aún cuando su piel ya estaba magullada y sus pies temblaban por los moretones. Se levantó orgullosa a pesar que sus piernas flaqueaban cada segundo, aumentando el riesgo de caer desmayada.

Gerson le observó con su ojo bueno y sonrió conmovido, tenía una discípula admirable, ya podía verla erguida con determinación para cumplir su misión, una persona capaz de transmitir esperanza a los demás. Undyne trató de abalanzarse de vuelta sobre el veterano, sin embargo, se tropezó contra sus propios pies provocando que se diera un sonoro golpe en todo su rostro de infanta.

Bueno, quizás aún le faltaba mucho camino por recorrer, pero la tortuga monstruo aún creía en que su voluntad llegaría muy lejos.

Escucho un sollozo por parte de la pequeña, así que dejando su fiel martillo de lado, que de por sí, le costaba usarlo con su edad, se acercó a la pequeña con su característico paso lento y paciente.

Se agachó a su altura y la fue levantó con ambas manos, efectivamente, Undyne estaba llorando, pero su rostro estaba descolocado en una mueca donde mostraba que luchaba por contener sus lágrimas y aguantarse el dolor, mordiéndose el labio inferior para no continuar emitiendo lastimeros gemidos. Realmente, alguien orgullosa.

—No tienes porque aguantar tu dolor, déjalo salir y hazte más fuerte con él —susurró Gerson mientras la acurrucaba en sus brazos cual bebé y la llevaba de regreso a su hogar para atender sus heridas.

Undyne le observaba con sus grandes ojos de pescado, sin perder en ningún momento la expresión tranquila del viejo amigo del rey. Gerson colocó a la niña en una mesa, lanzando a un lado la basura que solía vender.

La niña deshizo la pequeña lanza que tenía entre sus dedos y se sentó al borde del mueble mientras movía sus pies y esperaba a la tortuga con impaciencia, llegando a mover su cabeza de lado a lado para contener sus ganas de preguntar cuánto tardaría en volver. Gerson ponía a prueba su paciencia adrede, llegando a caminar y a moverse aún más lento de lo que indicaba su edad y condición de tortuga. El monstruo mayor regresó con unas vendas y comenzó a cubrir las heridas de la pequeña con delicadeza y aún más lentitud, pero esto era más que todo para fastidiarla.

Undyne estaba muy atenta de los pequeños masajes que aplicaba la tortuga con las vendas para luego recibir un toque en su frente y una gran mano revolviendo su cabello con ánimo. Aquellos mimos la hacían sonreír y mantenerse callada hasta que el monstruo terminó de vendar el cuerpo infantil.

Undyne vio el pequeño reloj que tenía colgado en la pared y ahogó un chillido de impresión. De un salto, se bajo de la mesa y corrió hacia afuera cuando el monstruo planeaba darle algo de comer.

—¡Undyne! —La llamó con algo de diversión, pues ya sabía a donde iba a ir con tantas energías, como si nunca hubiera entrenado todo el día; sin duda era una muestra que de a poco, la niña iba fortaleciéndose sin percatarse, ya no desfallecía al terminar y lograba levantarse con más velocidad cada vez que caía.

LETRA A LETRA (Undertale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora