12. Manos sucias y peligrosas

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- Está bien- dije indiferente.- No te diré que te va a doler, ni tampoco que no lo va a hacer. No lo sé. No te voy a decir cuando lo haré. Soy  impredecible.

Continúe mi camino indiferente.

• 25 de enero.

Era el día. Hoy acabaría con su vida.
Salí de mi casa, llevaba una chaqueta negra, me llegaba a los muslos y era de color gris, con tres grandes botones negros. Llevaba unas botas largas, negras de cuero que llegaban a mis rodillas. Unas medias de rejilla negras. Un pantalón medianamente corto, que era imperceptible, al igual que mi camiseta.

Estaba nevando. Por suerte su casa me pillaba cerca.
Me puso un gorro de tela negro y salí.

Eran las doce de la noche o así. Ella estaba dormida.
Rompí la ventana que daba a su habitación. Salte por ella. No saltó nada, ninguna alarma ni nada parecido.
Me había hecho un corte en la mano, en poco se convertiría en una cicatriz.

Ella abrió los ojos tranquilamente, sabía que era yo.

- Estoy lista. Gracias.- me sonrió.

Ella no cerró los ojos, quiso ver como le quitaba la vida.

Sin pensarlo, le clavé el cuchillo. Murió al instante. No pude mirarla.
Salí de su casa, me había vuelto a manchar las manos.

Volví a sentir como la chispa que corría por mí desde el 13 de diciembre, recobraba intensidad.

- Olivia- me susurro el humo de las chimeneas.

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