Taeyong llegaba tarde para su examen de ingreso a la universidad, y no podía creer que algo tan ridículo como el quedarse dormido, le estaba pasando en ese día tan importante. Se había desvelado centenar de veces para sus prácticas, había cubierto horarios nocturnos y estudiado en las madrugadas antes de ir a sus cursos extras, aun así, jamás había tenido problemas para ser puntual.
Se reprochó una y otra vez, más por el hecho de brincarse su rutinaria taza de café con excesivas cucharadas de azúcar. Nada salía bien si no tomaba su bebida favorita, o mejor dicho, su vicio.
Había hecho sus cálculos, no llegaría a la facultad de medicina en autobús ni en sueños, el tráfico de la mañana lo atraparía y sería peor. El subterráneo ni siquiera era una opción para él. No le quedaba de otra más que tomar un taxi, aunque con eso quedara en la quiebra; no sería nada barato, por la distancia y la hora.
El chico suspiró, quedarse sin comer decentemente durante el resto de la semana, era al parecer, su única opción; pensó merecerlo por haberse despertado tarde.
Con el pelo despeinado y las emociones frenéticas, detuvo un taxi y enseguida se colocó en los asientos traseros, luego dio la dirección correspondiente. El conductor bufó al oír el sitio, y con razón, ir del otro lado de la ciudad sería una odisea, pero bien pagada.
No podía estar de lo más nervioso, el corazón le latía por la preocupación de perder la oportunidad de su vida. Una gran cantidad económica, de voluntad y tiempo invertido, junto a una vida social vacía y varias citas al psicólogo, estaban a quince minutos de tirarse a la basura.
Todo empeoró cuando el conductor encendió su radios, y la voz del locutor de un noticiero matutino comenzó a narrar, ronco y con sumo aburrimiento.
—Buen día a todos los que se tuvieron que levantar temprano, el deber nos llama, aunque al final, estarán orgullosos de ustedes mismo por sus múltiples logros.
Taeyong puso los ojos en blanco, falso positivismo y un mal guión radiofónico no ayudaban a calmarlo. Ni siquiera el acolchado asiento y el aroma a mandarina, que venía incorporando en el interior del automóvil, cometían su deber de hacer más placentero un viaje.
Miraba atentamente el reloj de su celular, tanto era su interés en ver cómo pasaban los minutos, imposibilitándolo para prevenir el brusco frenón del taxi. Lo tomó por sorpresa tan abrupta maniobra, que el cuerpo del chico se balanceó al frente, dañando su cuelo. Por suerte, no pasaría a mayores, simplemente un dolor muscular.
—¿Qué rayos? —el pasajero se quejó por el descuido.
—¡Maldición! —en cambio, el conductor se veía absorto, mirando a través del cristal con ojos sumamente abiertos.
—¿Qué sucede? —el joven comenzaba a perder la calma, desde su posición no veía nada concreto y la expresión del señor le comenzaba a asustar.
Hasta que gritos iniciaban a traspasar las puertas del auto y aparecieron personas corriendo sin control desde el fondo de la carretera. Se bajaban de sus transportes y sin importar sus pertenencias, huían con pavor plasmado en sus rostros. La horda de gente aumentaba cada segundo, al igual que el número de transportes abandonados. El desorden se había hecho presente en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Noticia de último minuto! —la radio del taxi seguía encendida, aunque la transmisión se iba perdiendo —. Se nos acaba de informar sobre un inusual acontecimiento que está ocurriendo justo ahora, en la calle que conecta a la ciudad vecina —la alarma en la voz del periodista era imposible de ser ignorada —, todo se está viniendo abajo... —sin acabar el comunicado, se apagó el aparato.
El taxista no lo pensó dos veces, luego de oír tal declaración, salió y se echó a correr junto a todos los demás, dejando atrás a Taeyong. Este aún tardaba en procesar los elementos. No, no perdería la calma pero tampoco comprendía en su totalidad.
Alarmas de emergencia invadían la zona, llantos y aullidos, demasiados sonidos al mismo tiempo, y aun así, nada sonaba tan fuerte como el estruendo que se hizo presente cuando un gigantesco cráter se tragó los coches de más adelante. Taeyong logró ver cómo todo iba desapareciendo por caer bajo tierra.
—No puede estar pasando —se quitó el cinturón de seguridad y aferró su portafolio, con la mano libre desactivó el seguro de su puerta para abrirse paso, pero se había atascado. El chico pateó un par de veces, luego de intentar en las distintas salidas, nada parecía funcionar. El tiempo estaba en su contra, requería de decisiones complicadas, por lo que, optó por golpear la ventana. Su puño dio contra el material resistente más veces de lo que debería, la fuerza bruta le había desgarrado los nudillos y al crujir, el cristal roto le cortó la parte posterior de la mano, recurrió a su codo y esparcir los restos para así, salir más fácilmente.
El dolor parecía a punto de sofocarlo, la respiración le fallaba y la energía que requería para correr no se hacía presente.
Taeyong se sentía indignado, molesto e impotente. Igualmente, el miedo lo aquejaba pero nada le importaba tanto como pensar que las cosas acabarían de esa manera.
Helicópteros de cadenas televisivas sobrevolaban la zona, también estaba rodeado de policías, bomberos y ambulancias, pero nadie parecía percatarse de la presencia del joven en inminente peligro.
De un momento a otro, la audición de Taeyong disminuyó, oyendo nada más que un hilo agudo interminable. Se ralentizó todo aquello a su alrededor y le pesaba el cuerpo. Él supo a qué se debía, la pérdida de sangre le empezaba a afectar a estas alturas. Las heridas fueron peores de lo que imaginó. Se le empañaba la vista a pesar de parpadear varias veces. Taeyong, por segundos, creyó sentir tranquilidad: el supuesto reposo que el cuerpo proporciona para que no se alarme de lo peor. Se dejó caer al suelo, suspirando y mirando al cielo. No podía recordar si esa mañana era gris y fría o ahora lo veía de esa manera, porque se acercaba su final. Fue una manera demasiado radical para que cayera en cuenta lo agotado que estaba con la vida, consigo mismo.
Ni siquiera pudo rememorar momentos importantes de sus vivencias porque estaba a nada de desmayarse. Un nudo en la garganta amenazó con arrebatarle el último suspiro, por lo que empezó a lagrimear.
—Hey... —el desfallecido chico, oía a la distancia —¡Hey! Despierta.
"No", pensó Taeyong. "No quiero."
—Escucha, esto será difícil pero saldrá bien —la misma voz seguía hablando y Taeyong no lograba ver a la persona dueña de esta. Creía que sería el único entre el caos, que todos se habían puesto a salvo. ¿A caso la policía lo interceptó? O tal vez...
Sintió como una mano le levantó la nuca y una más le envolvió el hombro —resiste —comentó, luego de sujetarlo bien.
Taeyong no se opuso ante el desconocido, no podía.
Sin previo aviso, ambos desaparecieron.
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H O A X// NCT~ YuTae
Fanfiction"No todos son buenos." -AU SUPERHÉROES -Temas delicados como suicidio, muerte, etc.