ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ɪ

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Las grandes puertas del palacio de el reino Corona se abrieron dejando paso a un hombre mayor de edad, algo regordete y con una espada en la cintura. Este iba en camino al salón del trono, detrás de él iba una mujer con un pequeño bulto envuelto en mantas blancas.

Los guardias reales le hicieron ingresar y una vez dicho su nombre, el caballero apresuró sus pasos. En frente de él estaba el gran Fergus Dunbroch, rey de los Siete Reinos con su corona de osos de plata, estaba sentado en el Trono de Hierro. Sus ojos azules ya no denotaban la alegría que antes caracterizaba, seguía siendo atractivo y con una gran figura, pero el dolor lo carcomía.

-Majestad -el hombre se reverencia-. Vengo de Arendelle, y he traído lo que me ha encargado.

Al escuchar la voz, Fergus se fijó en el caballero y luego miró a la mujer.

-Has hecho todo lo que te pedí, ¿verdad? -le preguntó-.

-Si mi rey, Arendelle es suyo -dijo con honor-. La antigua Reina Iduna ha fallecido en el parto en una noche de tormenta y hemos asesinado a su primogénito, tal como ordenó -dio una señal y la mujer se acercó descubriendo la manta del bulto que llevaba-. Ella es la última Arendelle, su madre imploró que le pusieran Elsa.

Fergus se levantó del trono, con lentitud se acercó hasta ellos. A él poco le importaba la vida de la pequeña, pero tras tantas muertes que había tomado su rebelión era el momento de mostrar clemencia y más con aquella bebé que no había tenido culpa en nada de lo sucedido. Él se paró cerca de la bebé y la contempló, era muy hermosa; la nariz pequeña y respingada, sus labios rojos, su piel blanca, pero... Portaba aquel maldito cabello platinado, tal como Agnar. Dio un suspiro pesado y quiso deshacerse de todo recuerdo de aquel nefasto hombre.

Él no la podía tener en el reino Corona. De seguro, Gothel se empeñaría en tratar mal o en hacerles desaires por aceptar a la hermana del hombre que le arrebató a su gran amor, Elinor Haddock. Solo había un lugar en donde esa bebé estaría a salvó.

-Se llamará Elsa Blizzard del reino de Arendelle -habló con rudeza Fergus-. Preparen todo, partiremos mañana a primera hora a Berk.

༒︎

El sol de Berk era tenue, el aire frío inundaba en las mañanas y entumecida las piernas.

Valka cuidaba de su pequeño Jack que empezaba a querer caminar, tenía un año y era muy inquieto. Con sus cabellos castaños y sus grandes ojos azules, con sus manitas extendidas agarraba todo a su paso. La mujer lo tomó entre sus brazos y bajo a desayunar con su pequeño, con mucho cuidado de no caer por las escaleras.

Ella vio a Estoico sentado en la mesa, con la comida a su alrededor y una sonrisa se formó al ver como Jack extendía sus brazos por ir con él. Las sirvientas servían las comidas cuando una septa llegó con un niño en brazos, este era igual de cabellos castaños semi-ensortijados y ojos verdes, entonces la sonrisa se le borró.

Cada vez que Valka veía a Hiccup era un golpe duro, pues él era la prueba de la infidelidad de su esposo. Aquel niño había nacido fuera del matrimonio, durante la búsqueda de su hermana Elinor, era un bastardo de nombre Hiccup Wolf y lo que más le dolía era que el niño parecía más Haddock que el propio Jack.

Valka se acercó con su hijo en brazos, se sentó en una de las sillas cerca de Estoico y tomaba un trozo de pan mientras que Jack jugaba con las cucharas.

-Buenos días mi Lady -dijo la septa que le daba una cuchara de sopa a Hiccup.

-Buenos días -respondió seca.

-¿Está todo listo? -preguntó Estoico dejando su copa de plata sobre la mesa.

-Si, he mandado a preparar las habitaciones y el banquete está preparandose -Valka hablo extrañada. Hace un mes que una carta había llegado información de la llegada del Rey Fergus Dunbroch a Berk.

ALMA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora