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El timbre de su puerta sonaba con insistencia. Molesto abrió sus ojos, tomando su celular para revisar la hora, las 10:00 am, tal vez no era tan temprano, pero aun así era molesto recibir visitas a esa hora y más cuando estaba dormido. Pensó ignorar a quien sea que estuviese ahí afuera, en algún momento se tenía que cansar y se iría, pero ya lo había despertado y ya no podría volver a ese sueño que ya había olvidado.

Frustrado se puso de pie y se dirigió a la entrada, donde el timbre no dejaba de sonar, abrió la puerta notando a cierto chico castaño, el cual al verlo hizo que su molestia se esfumara.

—¿Diego?

El chico al escuchar su nombre sonrió. —Hola Mati. Perdón por molestar a esta hora, al parecer te desperté—. El chico miraba de arriba abajo al más alto, los rizos desordenados, aquella playera negra que se le cernía al cuerpo de manera fabulosa, ese pants gris que denotaba comodidad y sus pies descalzos, tan al natural... tan bello y perfecto sin siquiera proponérselo.

—¿Todo bien?

Diego asintió saliendo de sus pensamientos no tan puros. —¿Puedo pasar o planeas dejarme aquí?

—Claro— Decía el otro mientras se hacia un lado para dejar que el chico entrara.

—Gracias ¿ya desayunaste?

—No

—¡Genial! Yo tampoco...

Y sin preguntarle se dirigió a la pequeña cocina. Aquella no era la primera vez que el ahora exrubio visitaba el apartamento de Mateo, aunque eran pocas las ocasiones ya conocía perfectamente aquel lugar.

Mateo simplemente lo siguió, observándolo detalladamente, como siempre portaba una camisa bastante curiosa de color blanca con estampados que no pudo descifrar, como no estaba totalmente abotonada se podía ver debajo una camiseta en color negro, unos jeans desgastados de las rodillas y sus típicas calcetas, esta vez en color amarillo, pero lo que más le llamaba la atención era su cabello.

—¿Nuevo look?

Diego se giró para verlo, llevando una de sus manos a su cabeza. —Si... más bien regresando al anterior, la raíz ya se estaba notando mucho y en lugar de un pay de queso parecía más un chocoflan.

Mateo rio por la comparación con dichos postres. —Qué bueno, me gusta. — Se acercó a él para revolver sus cabellos.

—Vaya, de haberlo sabido nunca me hubiera teñido de rubio.

—No importa, como sea, ambos te quedan

—Bueno ahí tienes razón, el que es guapo es guapo, incluso tu Mati, estoy seguro de que, aunque tuvieras la cabeza rapada te verías bien.

Mateo rio. —Eso no pasara, créeme.

Optaron por comer algo de fruta, café y pan francés. Diego ayudó con el café y a picar la fruta, mientras Mateo se encargaba del pan. Su cocina era pequeña, con trabajos y cabían los dos juntos ahí, el espacio constaba de una cocineta integral, con su estufa, fregadero, el refrigerador y un microondas, carecía de mesa, pero en su lugar se encontraba una barra y dos banquillos. A Mateo le gustaba así, pues viviendo el solo no le encontraba necesario gastar en más espacio y muebles pues aparte de Diego nadie más lo visitaba.

—No me lo vayas a tomar a mal, siempre eres bienvenido—. Decía mientras bañaba el pan en el batido de huevo y ponía a calentar la sartén— pero ¿puedo saber porque estás aquí un domingo en la mañana?

—Lo que pasa es que le organicé una presentación ayer a Aris en un bar y bueno algunas y algunos fans se le acercaron para fotos y esas cosas, pero unos chicos invadieron un poco más el espacio personal de Aris y eso molesto a Temo porque no les dijo nada... ya sabes cómo es de dramático mi amigo.

Abstinencia [Matiego]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora