Capítulo 10: Reminiscencia

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Disfruten del penúltimo capítulo!

Era una historia corta, de hecho, se alargó más de lo que pensaba para ser inspirado en un cuento TTTT

Espero les haya gustado. Si el capítulo final queda muy largo serían dos, así que quién sabe. 

¡Gracias por leer!


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La Bella Durmiente

Capítulo 10: Reminiscencia


El príncipe Leo volvió a caer de rodillas al suelo, tosiendo y escupiendo sangre. El dragón parecía reír burlón en medio de sus grandes fauces. El príncipe giró antes de que la llamarada infernal lo atrapara. Saltó y esquivó el coletazo de la criatura. El dragón respondió con un zarpazo que astilló su armadura. El príncipe cayó y un estertor sanguinolento salpicó hasta su rostro lleno de fango.

Intentaba ponerse de pie, pero el dolor lo hacía físicamente posible. Solamente su voluntad era la que reaccionaba ahora.

El dragón aterrizó delante de él, disfrutando de su estampa tan miserable. Leo finalmente se levantó y sostuvo la espada con ambas manos. Mechones de cabello sudado cubrían su visión, sin embargo, la fiereza en sus ojos se mantenía intacta.

Luchar de tú a tú con un dragón era una locura. Leo sonrió. Enamorarse de una campesina en medio de una guerra también lo había sido.

—¡Toma esto! —Corrió hacia el dragón que respondió con una llamarada de fuego. Leo se deslizó en el suelo y lo esquivó. El dragón se volteó, dándole la espalda al precipicio y escupiendo más y más fuego con furia. Leo danzaba en una coreografiada batalla, sintiendo el fuego rozar su armadura y quemar su piel debajo sin remedio. No era tan rápido, pero esperaba si ser lo suficientemente temerario.

El dragón giraba a su compás hasta que un tirón bajo sus pies lo hizo tambalear. Leo lo había enredado con las hiedras del suelo. La bestia rugió y aleteó, prensando aún más las sogas a sus movimientos. Leo corrió y sumó más hiedras espinosas a su cuerpo. A fuego y zarpazos las rompía, pero más y más de ellas se sumaban hasta el desespero.

Leo blandió su espada y se abalanzó a la criatura, apuñalándola sin piedad. El animal se retorció y la cima del precipicio cedió. Las hiedras prendidas del suelo lo encadenaron a una caída segura. Sin embargo, estas también se llevaron al príncipe consigo.

El dragón chilló y trató de aletear, pero la desesperación enredó aún más su propia trampa. Leo cerró los ojos con fuerza y aceptó el destino. El viento revolvió su pelo como un último recuerdo antes del impacto.

Todo se hizo oscuridad al instante. Un abismo profundo, como caer en un sueño sinfín. Pero, como antes, el recuerdo de un cabello rojo al sol lo hizo reaccionar.

Lo podía jurar, la había conocido antes en un sueño...

El príncipe Leo entreabrió los ojos y soltó un quejido de dolor. Movió los dedos de sus pies dentro sus botas para asegurarse de que podía caminar. Miró a su lado, reconociendo el cadáver del dragón debajo de él. El dragón había amortiguado su caída, o casi del todo.

Conteniendo un grito, destrabó su brazo roto y se levantó. Miró al cielo, reconociendo el castillo tan cerca y a la vez tan lejos.

Un resoplido debajo sus pies lo puso en guardia. Los ojos vacíos del animal muerto destellaron débilmente. Sin embargo, sus irises eran negras sin vestigios de aquel verde demoniaco de antes.

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2019 ⏰

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