Marinette llevaba un buen rato regañando a Alya por teléfono. La cosa había estallado y era obvio que debían parar, aunque eso significara dejar ganar a Chloe. Alya se había disculpado varias veces, pero Marinette insistía en que lo que hizo estuvo mal: intentar manipular a Nath para jugara con el corazón de su enemiga. Habían decidido las dos que lo más sano era que Nathaniel dejara morir el tema, y así la abeja reina lo dejaría en paz.
Fue por eso que decidieron juntarse para llamar juntas al pelirrojo, quien se había ido de la escuela después de semejante escándalo esa misma mañana. Marinette llamó de su teléfono, mientras Alya, notablemente angustiada, cruzaba los dedos porque respondiera.
—¿Aló?— se escuchó la voz varonil del otro lado de la línea, haciendo a ambas chicas suspirar
—Hola, Nath. ¿Cómo estás?— preguntaba la pelinegra, poniendo el teléfono en altavoz para que ambas pudieran escucharlo
—He estado mejor— comentó él, con la voz notablemente nostálgica, cosa que alarmó a Alya. ¿En qué lío se había metido? ¿Acaso había hecho mal? Le fue inevitable a la morena pensar en que se había rebajado al nivel de Bourgeois, y eso le asqueba de sobremanera.
—Te entiendo— continuó hablando Dupain-Cheng, mirando a su mejor amiga, buscando palabras para seguir la conversación.
—Creo que fue suficiente, Marinette. Tenías razón, no era la manera... No era la manera correcta de hacer las cosas. Ni siquiera porque me arrolló su chofer hace un par de semanas... soy un tonto, un completo idiota— se descargó el varón, haciendo que las amigas pusieran una cara de tristeza que solo pudieron quitar cuando Marinette volvió a hablar
—No te preocupes, Nath. Puedes ignorarla y ya está... de hecho, Alya y yo creemos que es lo mejor. Chloe... se pasó de la raya—
—¿Tú crees? Hizo lo que ella normalmente haría, Marinette. Logró destrozarme el corazón—
Ahí fue cuando Alya y Marinette entendieron que Nathaniel empezaba a tener sentimientos por Chloe Bourgeois, y fue también donde Alya entendió el enorme error en el que se había metido.
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Chloe llegaba a la escuela, con Sabrina cargando sus cosas detrás de ella. Al entrar al salón, notó el ambiente tenso, aunque todos hablaban. ¿Había pasado algo?
Ah, claro, había quedado ante todos como la chica malvada que le había roto el corazón al pintor de la clase.
Pero eso era bueno... ¿no?
Tomo asiento, mirando hacia arriba, descubriendo a Nathaniel dibujando lo que fuera que su mano trazara. Intentó carraspear para llamar su atención, pero no funcionó, haciendo que la burguesa cruzara sus brazos y se enojara por no recibir ni siquiera una mirada del pelirrojo. Después, la clase comenzó, pero ella no dejaba de mirar hacia arriba, pero no. No pasaba, él simplemente no la miraba... cosa que la hizo entrar en rabia. Así que decidió jugar al mismo juego, o sea, ignorándolo.
Tampoco funcionó.
Pasaron días, semanas. Solo catorce días fueron suficientes para que Chloe se pusiera a pensar en qué había hecho para que el niño artista la ignorara. ¿Le olía el aliento? ¿Le había dicho algo? y ahí se le ocurrió que, en realidad, había hecho algo peor. Había jugado con su corazón. Lo había roto, lo había deshecho en pedazos.
Necesitaba ayuda, por lo que hizo lo que nunca pensaba hacer: tomó el teléfono, y mandó un mensaje a Dupain-Cheng, buscando un consejo. Quedaron de verse en la escuela el día siguiente.
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Ahí estaba Chloe, en una banca del pasillo, jugando desesperadamente con sus pies. ¿Dónde estaba esa tonta mestiza de francesa con china cuando se necesitaba? ¡No era gracioso pensar en que le había pedido un poco de ayuda! ¿Chloe Bourgeois pidiéndole ayuda a Dupain-Cheng? Debía ser una broma de mal gusto, pero no. En serio se sentía desesperada.
Finalmente, vio una sombra asomarse. La vio a ella, con la cara sin expresión alguna, con los tobillos juntos, tomándose los codos y buscando que Chloe fuera quien iniciara la conversación. Fue difícil, pues Chloe tenía la garganta hecha un nudo y apenas se sintió mejor, dio el primer paso.
—Dupain-Cheng— habló la rubia —¿Qué debo hacer?—
—¿Hacer acerca de qué?— La pelinegra alzaba una ceja, excéptica por completo.
—No me gusta que me ignoren— dijo con un notable más vivo, enojado —Y no me gusta que Nathaniel me ignore. Y tú te llevas bien con él. ¡Eres la chica que le gusta! ¡Dime que hacer!— exigió.
Marinette suspiró, cerrando los ojos, negando con la cabeza.
—¿En serio no tienes idea, Chloe?—
—No—
Otro silencio
—Discúlpate— decía sonriendo, con ese vibrar tan vivo en su rostro, tan linda, tan buena y pura. Todo lo contrario a Chloe Bourgeois.
—¿Que me disculpe...? ¡No tengo por qué!—
—Si no supieras, Chloe, no me hubieras pedido que viniera aquí contigo— contestaba Marinette con su tono de voz tranquilo —Estaban jugando a ver quien llegaba a sentir más que el otro, pero era solo eso, un juego. Pero con los sentimientos de los demás no se juega—
Fue entonces cuando Bourgeois sintió su garganta apretarle hasta el punto en el que le costó trabajo respirar, apreciando como se le nublaba la vista. Fue por eso que, antes de que cayeran sus primeras lágrimas, se levantó y se fue, pasando por un lado de su compañía, golpeándole el hombro con el suyo.
¿Realmente se iba a disculpar?
Fue hacia el salón de artes, pero lo encontró vacío. Sus lágrimas ya le habían empapado las mejillas y era obvio que su garganta iba a explotar en un grito que soltaría si no encontraba a Nathaniel. Pero, ¿Por qué lloraba? ¿No era eso lo que quería? ¿Lastimar al pelirrojo?
Tomó un pincel, encontrando una pintura anaranjada abierta por ahí, y escribió en el primer lienzo que encontró:
"Nathaniel, te veo en la torre Eiffel. Te veré en el último recorrido, en el mirador sureste de la torre. Más vale que vayas".
Y después, Chloe Bourgeois dejó el pincel en el suelo, antes de que sonara la alarma que avisaba que un akuma nuevo atacaba la ciudad. Se motivó un poco más, aprovechando la soledad, la cual en realidad no era tan necesaria pero le daba emoción, y se transformó en Queen Bee, lista para salir a salvar el día junto con sus ídolos.
¿También había herido el corazón de Chat Noir?
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Non, excuse toi ; {NathLoe}
Fanfiction-¿Que me disculpe? ¡No, discúlpate tú!- Dijo Chloe con los ojos llorosos, aferrándose a su orgullo a como la situación le permitía, aunque era claro que estaba por escupir la disculpa antes de lo esperado. Hacía un par de meses que todo en la vida d...