II.

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—En serio, estoy bien, sólo fue un mal golpe...— dijo tímidamente, tragando saliva de la manera más seca posible, con el único fin de hacer algo. Su madre suspiró, negando con la cabeza.

—Si tuviéramos más dinero, juro que demandaría al alcalde— dijo con énfasis en "si tuviéramos", cosa que alivió al pelirrojo de inmediato

—Si me disculpas, mamá, subiré...— dijo con media sonrisa, levantándose con leves dolores en la parte derecha del cuerpo, subiendo a como podía sin quejarse ni emitir si quiera el más mínimo sonido. Al llegar a su habitación, dio un gran suspiro y cerró la puerta, pegando la espalda a ésta. Cerró los ojos. El chofer de Chloe había sido muy amable, nada comparado a la hija de los Bourgeois. Al abrir lentamente los ojos, azul brillante, admiró las paredes de su habitación llena de dibujos. La gran mayoría eran de Ladybug, algunos otros, de Marinette. Un par apenas eran de él mismo.

Sonrió. Se sabía talentoso aunque de vez en cuando lo dudaba, pero sabía que no solo dibujaba un par de líneas. Caminó lentamente hacia su cama, donde cayó tumbado. Bien, la escuela había terminado y aunque tenía tarea de un par de materias, cerró los ojos. No había sido un accidente brutal, pero sí que le había sacudido la cabeza. Ahora sólo podía pensar en lo divertido que fue fingir estar en coma, y lo gracioso que fue la pregunta de Chloe en su momento. No, no usaba perfume de niña. Simplemente el gel de baño que usaba su madre era frutal, y a veces él lo tomaba para ducharse.

Comenzó a cepillar su largo cabello rojo con sus dedos, pensando en Marinette. Oh, dulce y tierna. Había decidido desde hace un tiempo dejarla en paz, pero sus ojos, su cabello, su sonrisa... era una princesa digna de un cuento de hadas, junto con sus...

¿Piernas?

Nathaniel abrió los ojos de sorpresa, recordando cuando Chloe se bajó corriendo de la limusina, dejando sus piernas, bien ejercitadas y delgadas, verse brillantes ante la luz del sol. Nathaniel se levantó para sentarse sobre su cama, ladeando la cabeza y mirando sus pies. ¿Por qué había pensado en eso? Bueno, es normal, él era varón... ¿no?

—Creo que mejor me pondré a dibujar algo—

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—Es un honor conocerla, señorita Bourgeois— Decía coqueto un joven, pero definitivamente mayor que la rubia, de menos de veintidós, pero mayor que ella. Ella solo rió lo más natural posible para una coqueta risilla falsa. Se dejó besar la mano y luego lo analizó de arriba a abajo. Guapo, de tez bronceada, cabello castaño claro, ojos verdes. Notablemente más apagados que los de Adrien, claro.

Suspiró debilmente para que no pudieran escucharla. Sonrió, pasando de largo de él. No le había gustado. Debía conseguir a alguien que se enamorara de ella, pero no cualquiera merecería el honor de tener en la cabeza a Chloe Bourgeois. Fue por eso que siguió caminando por toda la sala, hasta llegar a un pequeño salón donde había jóvenes, aparentemente de su edad. Decidió llegar a saludar, "Casualmente"

Iba a dar un paso, cuando una mano en su hombro la detuvo. Se giró asustada, para después aliviarse descubriendo a su padre ahí, sonriéndole. Debían ir a casa ya, la noche había caído y el alcalde no podía seguir en una reunión que pasó de ser política a más una fiesta. Chloe bufó enojada, y justo antes de hacer un berrinche, giró la mirada a un lado, admirando la bandera francesa colgada de una pared. Se le bajaron las ganas de gritar. Ella adoraba Francia, adoraba París y más aún, haber nacido una burguesa.

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—¿Y bien? ¿Conociste a alguien?— Preguntó Sabrina, sonriendo con esa sonrisa tonta hambrienta de chisme de su amiga.

Non, excuse toi ; {NathLoe}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora