Capítulo Tercero

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La Pequeña Muerte

Lux y Alicia llegaron a la aldea a salvo, Ten se encargó de que los caballeros no las siguieran; al llegar Lux llevo a Alicia a ver a Sombrerero y lo que sucedió no fue lo que ella esperaba.

Maestro, he regresado -dijo Lux entrando a la casa-, con dificultades, pero he logrado completar la misión.

Me alegra que estés de vuelta -respondió Sombrerero muy animoso como siempre- ¿Donde está Ten? ¿Merodeando por ahí?

Lo capturaron -dijo Lux con tristeza-, gracias a él Alicia y yo pudimos escapar.

¡Alicia! La había olvidado por completo -comento Sombrerero sin reparar en Ten-, ¿donde está?

Hola -dijo Alicia que estaba de pie a su lado-, es un gusto, mi nombre es Alicia.

¿Alicia? Tú no eres Alicia -respondió Sombrerero extrañado-. Esta es Alicia -dijo mientras mostraba una fotografía que se había sacado del chaleco.

Esa no soy yo obviamente -respondió Alicia mientras sonreía-. Ella era mi abuela, la primera Alicia.

Y... ¿donde se encuentra ésta Alicia? -preguntó Sombrerero, confundido-. Necesitamos a Alicia ella tiene que ayudarnos.

Con esas palabras, Alicia se entristeció un poco, le tenía un gran cariño a su abuela quien hace años le contaba maravillosas historias acerca de un lugar asombroso.

Ella ya no está -dijo Alicia quien ya no sonreía-, hace cinco días nos dejó.

¿Falleció? -dijo Sombrerero y varias lagrimas corrían por su cara- ¿Alicia?

Si... -dijo Alicia-, lo siento.

Entonces eres tú -dijo Sombrerero-, la Alicia Segunda, quien nos ayudará a vencer la oscuridad.

¿Vencer? -pregunto Alicia-. Me gustaría ayudar, pero, yo no sé nada sobre guerras o batallas.

Pero lo sabrás -dijo Sombrerero de nuevo tan sonriente como siempre-, Lux te ayudará, será tu maestra.

¡Eh! ¡No, alto! -exclamó Lux- Yo no seré niñera de nadie, además Ten es prisionero de la oscuridad, debemos rescatarlo.

Este fue el final de la conversación pues Sombrerero no escucho mas, ni de Alicia ni de Lux.

Excelente -dijo Lux mientras Sombrerero las sacaba de la casa-, genial, esto es genial.

Me gusta tan poco como a ti -respondió Alicia-, yo no soy una luchadora, soy estudiante de animación.

¿Animación? ¿Animación de qué? -pregunto Lux- No entiendo la mitad de lo que dices. Olvídalo, no quiero saberlo -dijo al ver la cara de Alicia-. Si no eres una luchadora, Alicia, te convertirás en una porque si no lo haces el maestro nunca nos dejará en paz, vamos.

Lux la llevo a los campos de entrenamiento y desde combate cuerpo a cuerpo hasta espadas largas. Alicia era pésima: Las espadas se le caían, las armaduras le quedaban grandes, las hachas pesaban demasiado.

¡Esto no tiene sentido! -exclamó Lux luego de unos cuantos gritos y quejas-. Eres demasiado débil.

Lo siento. ¿Sí? -dijo Alicia que estaba agotada-. Esto... no es lo mío.

Escúchame bien Alicia -dijo Lux con un resplandor rojizo en sus ojos-, esto será lo tuyo cueste lo que cueste.

Tras esta derrota Lux se dio cuenta que debía comenzar con ejercicio físico antes de ir a las armas. Tres semanas después, literalmente, no se detuvieron, Alicia comenzaba a notar leves resultados aparte de el dolor en todo el cuerpo. Durante el entrenamiento un hombre se había acercado en silencio.

El Levantamiento de la OscuridadWhere stories live. Discover now