Capítulo Octavo

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Vida y Muerte

Si bien la muerte no fue de los primeros en Emnir, ha sido siempre una figura importante en los cientos de miles de años de esta. Un personaje peculiar sin duda, y bastante importante en la sociedad. Ha habido tantas muertes qué no se sabe con exactitud el número. Varios de estos personajes fueron bastante conocidos. Al primero lo llamaron Yam y cientos de miles de años luego de su muerte era recordado como el Pródigo. Esto se debe a que Yam fue el único que apareció siendo vida y muerte. También hubo muertes que no fueron recordadas por sus habilidades, pero sí por su infinita crueldad. Un buen ejemplo es la centésima segunda: Zor la Destructora, que aunque nació siendo vida, fue la peor de todas. A diferencia de los otros seres que habitaban en Emnir, cuya edad máxima era trescientos años los humanos, y unos mil, para las criaturas más longevas, las muertes vivían cuando mucho unos doscientos años, a excepción de la muerte definitiva, que precedió a Moira. Su corta vida se debía a que en ocasiones eran inestables, y al ser invencibles era un grave problema, o al menos eso se presumía.

Moira ya había aprendido todo lo que podía por ahora, por eso decidió ir al sur, en busca de El Creador. No sabía porque, pero tenía que ir a verlo. Tampoco sabía el camino, pero algo en ella le decía que era el sur. Y así marchó por muchos días, con bastante calma. Se encontró muchas criaturas en el camino y a todas les preguntó si sabían algo acerca del creador, pero ninguna de dichas criaturas pudo ayudarla. Aun así, Moira llegó a donde residía quien ella tanto había buscado. En el sur, mucho más allá del hogar de los berserkers, casi en el fin del mundo había una montaña más grande que cualquier otra, qué no podía ser vista a la distancia. En dicha montaña había una abertura enorme, tanto qué dos gigantes hubieran pasado uno sobre el otro sin hacerse daño en la cabeza. Moira entró en la caverna, que era recta, y caminó siguiéndola. La caverna estaba iluminada por muchas lámparas a izquierda y derecha. Luego de un kilometro más o menos, Moira notó que las paredes estaban trabajadas y en ellas estaban tallados de buena manera muchos nombres, con un número al lado; rápidamente entendió, por los números, que eran los nombres que habían sido otorgados a sus predecesores, y algunos tenían también un apodo. Moira caminó durante lo que ella creyó un día entero hasta que llegó a una pared. Confundida, estaba a punto de subir a Bucky para marcharse cuando escuchó una voz.

Qué rápido te rindes, pequeña muerte -dijo la voz.

No es que me rinda rápido -respondió Moira, buscando la fuente de dicha voz-. Es que no tengo más tiempo que perder.

¿Tiempo? -preguntó la voz-. En Emnir ya no existe tal ser.

Exacto -dijo Moira-. Necesito que Tiempo exista otra vez para arreglar el flujo.

Entiendo -respondió la voz-. Pasa.

Donde antes estaba el fin de la caverna apareció una puerta que se abrió lentamente frente a Moira. Se adentró más allá y encontró una estancia amplia. En medio estaba sentada una criatura. Parecía humano, pero era tan grande que casi tocaba el techo de la estancia con la cabeza; Era pálido, y un frondoso cabello blanco le cubría casi toda la cabeza. Solo podía verse de él su boca y sus ojos, que eran negros con verde.

Hola pequeña muerte-dijo mirando a Moira-. ¿Se te ha dado en Emnir algún nombre por el qué llamarte?

Sí, mi nombre es Moira. ¿Tú quien eres? -respondió.

Creo que lo sabes Moira -dijo la criatura inclinando su cabeza.

Entonces eres el Creador -dijo Moira-. Eres tú quien he estado buscando.

Si -respondió el Creador-, y si estabas buscándome debe ser por más que ese asuntillo de Tiempo.

Pues si -dijo Moira-. Quiero llegar mi poder al máximo, pero tengo poco más de seis años para hacerlo.

El Levantamiento de la OscuridadWhere stories live. Discover now