CAPÍTULO SIETE

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Cuando suena el timbre del recreo voy directa al despacho de Carlos.
No llamo a la puerta, simplemente abro.
- ¿No te han enseñado a llamar a la puerta?
- Cállate. ¿Sabes lo que estás haciendo? ¿Cómo cojones te atreves a llamar a mi madre? Y eso no es todo. Ayer nos escucharon. Esto se tiene que acabar.
- Deja de decir gilipolleces. Yo soy tu profesor y aquí las cosas se hacen a mi manera. Si no me traes la tarea tengo que avisar a tus padres. Y no creo que nadie haya oído nada ya que no ha pasado nada. Punto y final. ¿Dónde está tu tarea?
- No la he hecho. Se acabó este estúpido jueguecito.
- Está bien. Si no cumples con tus obligaciones yo tengo que cumplir con las mías y avisar a tus padres.
- ¡No! Para ya, esto es ridículo.
- No lo es. Además yo también estoy perdiendo mis recreos por quedarme aquí contigo. Creo que lo más adecuado para que no te escaquees del castigo será que te quedes una hora cuando acaben las clases.
- Ni hablar.
- Llamaré a tu madre para avisarla. Empezarás hoy mismo.
- Que no quiero, joder.
De repente me agarra y me empuja contra la pared. No tengo salida.
- Esto no es cuestión de lo que tú quieras o no. Aquí las ordenes las doy yo. ¿Entendido?
- Sí...
Me agarra la cara y me besa suavemente.
- Ya puedes irte. Nos vemos cuando acaben las clases -.
Salgo sin decir nada. No me puede estar pasando esto a mi. Es injusto. Lo odio pero a la vez me vuelve loca. Estoy deseando que llegue la hora de volvernos a ver.

CASTIGO PLACENTERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora