Jugando a las escondidas

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Recuerdo esa tarde perfectamente... era una tarde fría y nublada.

Me encontraba sentada en las escaleras de la casa de uno de mis amigos junto a él y a los demás niños y niñas de la cuadra. Hablando de caricaturas, películas y comida la tarde se iba, abriendo paso a la noche.

Lo cuál dió una muy buena y divertida idea a una de las niñas del grupo.

—¡Vamos a jugar a las escondida!.

—No se puede jugar ya, está muy oscuro.

—Un rato si podemos.

—Pero sí no se ve ya nada.

Todos comenzaron a hablar a la vez. Unos querían jugar otros no, la verdad yo si quería jugar. Me encantaba jugar a las escondidas, incluso cuándo me tocaba buscar a mi.

Después de una pequeña discusión llegamos al acuerdo de jugar un rato, ya que si regresábamos a nuestras casas nos mandarían a dormir y bueno ya estábamos aburridos de estar sentados.

Así que hicimos un pequeño juego para ver quién perdía y le tocaba buscar por toda la calle, el único límite era, las casas porsupuesto.

Una vez el chico que perdió comenzó a contar todos los demás corrímos a buscar un escondite. Eramos 9 niños y apesar de que podíamos ir a cualquier parte para escondernos no habían muchos escondites disponibles.

Algunos corrían para esconderse detrás de los autos de sus padres otros debajo y algunos detrás de paredes sin otra opción.

Yo nerviosa no encontraba lugar y cuándo pensaba que encontré alguno ya estaba ocupado, así que me fui por detrás de mi casa pero con la luz que dejaba encendida mi madre era imposible enconderse por esa área.

Pero cuándo mi amigo grito, «¡Por ahí voy!» me asusté, corrí y salte la pequeña la reja que separaba a mi casa del bosque.

Mi casa quedaba última en aquella calle sin salida y lo único que se podía ver después de mi casa eran árboles.

Me quede muy callada agarrada de la reja que había saltado, pero apesar de estar bastante lejos de la luz de mi casa, aún me podía ver y no quería perder, así que con cuidado me adentré más al bosque y me escondi detrás de un árbol.

Podía ver como uno por uno eran encontrados como corrían y gritaban, yo trataba de reírme suave, sabía que iba a ganar tenía el mejor escondite.

Después de unos minutos ya los peores escondidos habían sido encontrados y ahora al que le tocaba buscar tenía que ser más cuidadoso y mirar bien, así que ahí si decidí no reírme ni un poco, solo quedábamos quizás unos 3 escondidos.

Trate de acercarme a la reja un poco para ver mejor pero una voz me detuvo...

—No te muevas nos van a encontrar y ya casi ganamos.

Esa voz hizo que a mi cuerpo enteró le diera escalofríos, no se como no grite en ese momento.

—Este es mi lugar, tienes que esconderte en otro lado.

—Si me salgo ahora me va a encontrar, déjame aquí contigo, podemos ganar los dos.

—¿Quién eres?.

Hablábamos en susurros, mientras escuchaba como gritaban y reían mis amigos a lo lejos.

—Yo soy tú vecino, llevo más tiempo viviendo aquí que tú, ¿no lo sabías?.

—No te puedo ver y no reconozco tú voz. ¿Cómo te llamas?.

—A mí me gusta estar en el bosque, desde aquí los puedo ver cada noche jugando.

—Pero es triste que estés aquí solo puedes ir con nosotros cuando quieras, no tengas miedo.

—A mí me gusta estar en el bosque.

Yo una niña de 8 años no veía lo raro en la situación, mi único objetivo ahora era ganar el juego, así que sin ninguna preocupación lo vuelvo a invitar a jugar cuando quiera con nosostros y le aviso que ya parece que ganamos que ahora nos toca ir corriendo y tratar de tocar la pared en la que contó el buscador, porque así le tocaría contar a el de nuevo.

—¿Estas listo?.

—Voy detrás de ti...

Las últimas palabras que escuche de ese niño...

Salí corriendo, cuándo me vieron todos comenzaron a gritar y a reír y por un momento olvidé al niño del bosque y corrí hacia la pared, gritando con mis amigos.

Estábamos todos agitados por la carrera y ahora todos peleaban porque nadie quería ser el buscador está vez, yo fui de regreso a mi escondite a decirle al niño tímido que saliera a jugar pero ya no estaba...

Ya debía ser muy tarde porque nuestros padres comenzaron a gritar que entráramos a casa.

Olvidé al niño toda la noche, pero a la siguiente mañana recordé y lo primero que hice fue ir al escondite pero no nada, no estaba.

Pensé que como era tan temprano quizás aún no salía de su casa, así que decidí esperar y volver en la tarde, pero jamás volví a escuchar esa voz.

Pregunté a mis padres por aquel niño y ellos me confirmaron que los únicos niños que vivían en los alrededores eran con los que yo jugaba en las tardes, que nadie nuevo se había mudado por esas calles y que ellos conocían a todos mis amigos, no comprendían como yo no pude reconocer con quién hable.

Después de contar a mis padres lo de aquella noche no me dejaban estar fuera pasada las 7 de la noche, le habían comentado a nuestros vecinos así que era lo mismo para casi todos.

Lo que yo una niña de 8 años inocente no comprendía era que aquella persona del bosque no era un niño, menos un amigo.

No comprendía el porqué la policía comenzó a pasar por mi calle todas las noches por varios meses, pensaba que estaba castigada y por eso me llamaban temprano a la casa.

A mis 16 años, recordé aquello mientras pintaba la vieja reja y por pura curiosidad pregunte a mis padres sobre aquella noche, me explicaron como tuve una conversación en el bosque con un esquizofrénico.

Mis padres pueden confirmar esto porque luego de meses encontraron al hombre rondando cerca de nuestro escondite de aquella noche, repleto de sangre que no le pertenecía a el tampoco a ningún animal, jamás encontraron de quién era la sangre de la que ese hombre estaba bañado.

CREEPYPASTAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora