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"Ignoro si estás cerca o lejos, y la añoranza me envuelve, pues tus recuerdos se hallan en un mundo recóndito."

Siempre le había parecido curioso cómo la gente que habitualmente iba de visita a los hospitales, se quejaba de su olor. El olor del antiséptico y los detergentes estériles torcían las facciones de los habituales en el edificio. Él pasaba allí tantísimo tiempo, que ya ni lo notaba. El olor de la lejía y las sábanas recién cambiadas era ya el de su casa. Porque en eso se había convertido el hospital para él. En su casa.

Saliendo del ascensor en el tercer piso para enfilar el pasillo hacia la habitación 320, Siwon saludó a las enfermeras y celadores. Se detuvo frente a su mostrador y les dejó una pequeña bolsita con caramelos que ellos agradecieron con la acostumbrada sonrisa, antes de llegar al final del pasillo y entrar en la habitación.

El recuerdo del accidente arrollaba su mente cada vez que entraba en el cuarto, cada vez que lo veía inmóvil y con multitud de tubos saliendo de su cuerpo sobre aquella cama. Aun no podía hacerse a la idea de los meses que habían pasado desde entonces, del tiempo que había pasado junto a aquella cama, hablándole, leyéndole, rogándole para que despertara.

La imagen de la cama ahora vacía frente a él no lo alegró como sabía que debería y se regañó mentalmente por ello. El recuerdo de la discusión del día anterior enturbiaba la que debería ser una eufórica sensación.

El sonido de la puerta del cuarto de baño abriéndose llamó su atención mientras colocaba el pequeño ramo de girasoles en el jarrón de la mesita de noche.

―¡Oh! No creí que volverías ―el saludo nada hospitalario poco hizo por animarle.

―¿Ha venido a verte el médico? ―Siwon preguntó cuando llegó hasta su cama.

―Esta mañana.

―¿Y qué ha dicho?

―Que todo sigue igual ―respondió cubriéndose con la sábana.

Siwon asintió.

―Te he traído algo ―señaló sacando del bolsillo interior de su chaqueta el presente para tendérselo.

―¿Un libro? ―interrogó volteándolo para ver la cubierta.

―Es tu libro favorito. Lo era.

Siwon vio cómo lo ojeaba con interés. Estaba maltrecho, desgastado, tenía un punto de libro hecho con una entrada de cine casi completamente borrada. La cogió con curiosidad, tratando de leer la escasa tinta que le quedaba.

―Iron man.

―¿Iron man? ―alzó la vista para mirarle confuso.

―La entrada ―le señaló Siwon al papel entre sus manos con un gesto de su cabeza―, es de la primera película de Iron Man.

―¿Me gustan los superhéroes? ¿Me gustaban? ―se corrigió.

―Sabes quién es Iron Man ―Siwon no lo dijo con sorpresa aunque estaba claro que esa era la reacción que debería haber tenido.

―Que esté amnésico no significa que esté idiota.

Y ahí estaba, el tono cortante, hiriente, el mal humor que lo hacía tensarse y que originó su gran discusión de ayer.

Siwon respiró hondo antes de responderle, no queriendo volver a discutir. Tenía que recordarse que por muy duro y cuesta arriba se le estuviese haciendo esa situación, era peor para él.

―No he dicho que lo estés.

―No me hace falta que lo digas. Sé lo que piensas sólo con mirarte.

―¿De veras? Demuéstramelo ―lo retó sentándose en la butaca junto a su cama―. ¿En qué estoy pensando?

―En lo decepcionado que estás por haberte pasado meses junto a esta cama esperando para que despertara alguien que ya no existe.

―Estás aquí Kyuhyun, existes.

Kyuhyun soltó una seca carcajada.

―¿Acaso has olvidado nuestra amistosa conversación de ayer? ―ironizó―. No soy quién crees que soy. No sé quién es Kyuhyun. No sé quién era. Pero no soy yo. ¡Esa persona ya no está, acéptalo de una vez!

Su mandíbula se tensó, sus nudillos se pusieron blancos por la fuerza con la que agarraba el reposabrazos de la butaca. Nunca le había visto de ese modo. El enojo y la ira eran tan poco frecuentes en su Kyuhyun que no sabía cómo reaccionar a ellas.

―Sigues siendo Kyuhyun. Tú no lo recuerdas, pero sigues siendo tú.

―¡No soy yo! ―exclamó tirando el libro al suelo―. Ni siquiera sé quién eres.

―Soy Siwon. Soy tu marido ―Siwon repitió las mismas palabras que le dijo una semana atrás, después de que Kyuhyun despertara finalmente del coma y lo saludara con un doloroso "¿Quién eres?".

Kyuhyun negó repetidas veces con su cabeza.

―Puedes decir lo que quieras, pero no te conozco, no sé quién eres, no siento nada por ti. ¿Cómo tengo que decírtelo para que lo entiendas? ―le preguntó finalmente mirándolo a los ojos―. ¿Cómo tengo que decirlo para que te vayas? No soporto verte aquí. No soporto verte cuál perro desvalido lloriqueando por las esquinas.

Y lo que Kyuhyun nunca se esperó, fue la tierna sonrisa que cruzó el rostro del hombre.

―Puedes decir que no eres él, que no sabes quién eres, que no sabes quién soy. Pero no puedes dejar de preocuparte por la gente que tienes alrededor, Kyuhyun. Esa fue una de las cosas que hizo que me enamorara de ti.

Kyuhyun le miró a los ojos, a la sinceridad y a la completa transparencia en ellos. Su corazón se estrujaba al mirarlo. Al ver que él no encontraba en los suyos lo que buscaba. Al ver la profunda tristeza en ellos. El dolor. Ese dolor tan atroz que provocó con aquella insensible pregunta: "¿Quién eres?".

―¿Qué tengo que hacer para que te vayas? ―le preguntó.

―No hay nada que puedas hacer ―negó Siwon levantándose para llegar a su lado―. Juré con este anillo que nunca iba a separarme de ti ―señaló cogiendo su mano.

Kyuhyun observó sus manos juntas. Al juego de alianzas gemelas. Él la había observado con anterioridad. Desde que había despertado, se había fijado en la única joya que portaba y había leído la inscripción del interior con sus iniciales unidas. No se había visto capaz de quitársela. Por mucho que quisiera echar al hombre de su cuarto, el sentimiento de soledad que inundaba su pecho, lo ahogaba cuando Siwon se marchaba. Pero a la vez, no soportaba ver cómo él no era la persona que Siwon esperaba. Ver su decepción y pesar cada vez que atravesaba esa puerta, pesaban tanto en su pecho como la soledad.

Cansado de luchar contra sí mismo, decidió que Siwon tomara la decisión:

―No sé quién soy ―le dijo elevando su mirada para encontrar finalmente sus ojos―. No sé quién es Kyuhyun ―la voz se atoró en su garganta en un sollozo―. No sé qué esperas de mí.

Siwon acunó su mejilla y limpió la lágrima que resbaló por ella.

―No pretendo que seas algo que no eres ―aseguró besando la mano que mantenía sujeta―. Puede que ya no seas el Kyuhyun de antes ―concedió―. Pero descubriremos qué Kyuhyun eres, juntos.

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