II

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"El tiempo se detuvo aquel día. El día que soñé el cielo contigo."

El amanecer siempre lo impresionaba. Cómo la luz se derramaba sobre la tierra tomando todo a su paso. Cómo la oscuridad se retraía, se alejaba, huía cuál presa, pues la luz parecía darle caza. Incansable. Insaciable. Imparable.

Le recordó a la lucha eterna del bien y el mal. Salvo que en realidad el mundo no era blanco o negro. La vida estaba plagada de grises. Y él los observaba a diario.

―¿Kyuhyun? ―la voz de Siwon lo distrajo de su contemplación del mundo a sus pies―. ¿Qué miras? ―preguntó deteniéndose a su lado junto al gran ventanal del torreón en el que se encontraban.

―El comienzo de un nuevo día ―respondió.

Siwon se paró a su espalda y rodeó su cintura con un brazo, hundiendo su nariz en su cuello para aspirar suavemente.

―Hueles al Sol.

Las palabras de Siwon le hicieron sonreír. El hombre lo estrechó contra él y besó su cuello. El gesto erizó todos los cabellos de su nuca y Siwon, sabedor de la reacción que ocasionó, mordió tiernamente la piel, deseoso de oír el gemido quedo que arrancó de sus labios.

Kyuhyun se revolvió entre sus brazos y aflojó el agarre que mantenía a su alrededor para permitirle voltearse y mirarle a los ojos. Siwon tenía los ojos más oscuros que hubiese visto jamás, dos relucientes orbes, dos pozos eternos en los que podía sumergirse horas sin necesidad de respirar.

―¿Te arrepientes? ―la pregunta vino acompañada de una suave caricia a su espalda desnuda.

Kyuhyun había estado haciéndose esa misma pregunta desde que había despertado. Él sabía que debía estar arrepentido. Él sabía el pecado que había cometido entregándose a él. Pero por alguna razón, no lograba encontrar ese sentimiento en él. No podía arrepentirse de algo que había querido con tanto ímpetu como jamás recordaba haber deseado nada en la vida. O en la muerte, dado el caso.

―¿Kyuhyun? ―Siwon lo llamó acariciando tiernamente su mejilla antes de colocar dos dedos en su mentón para alzar su cabeza.

―No me arrepiento ―respondió sincero apoyando su mano en su pecho, contemplando fascinado el contraste entre sus pieles―. Sólo me pregunto, ¿qué será de mí ahora?

―Los arcángeles no tardaran en venir a por nosotros ―le explicó Siwon rodeando su muñeca para llevar su mano hasta sus labios y darle un beso a la palma―. Tomarte en el Santuario no ha sido de lo más inteligente por mi parte.

Kyuhyun sonrió. Ninguno de los dos había podido siquiera pensar en el lugar en el que se encontraban cuando se vieron finalmente a solas.

―Baja a la Tierra conmigo, Kyuhyun ―le pidió besando su frente.

―¿La Tierra? ¿No quieres regresar al Averno?

La pregunta realmente sorprendida de Kyuhyun, le hizo sonreír.

―Al igual que en el Cielo se considera pecado yacer con un demonio, en el Averno no está permitido hacerlo con un ángel.

―No eres un simple demonio ―le recordó acariciando gentilmente su brazo, su piel bruna aun le fascinaba―. Todavía conservas tus alas ―señaló.

Siwon acarició de nuevo su espalda, el nacimiento del que una vez fueron sus alas estaba marcado ahora por dos brutales cicatrices. Sus alas permanecían hechas una maraña de plumas en una esquina de la sala, ensangrentadas y sucias.

―Porque no soy un simple demonio ―le recordó―. Pero no quiero llevarte al Averno, no es lugar para ti.

―¿Te avergüenzas de mí? ―el dolor en su voz fue evidente cuando dio un paso atrás, apartándose de él.

―Me preocupo por ti ―le contradijo Siwon.

―Puede que ya no tenga mis alas, pero aún tengo mis poderes, Siwon. Y soy uno de los ángeles más poderosos que el universo ha albergado jamás.

La sala se enfrió de golpe, el Sol de fuera no calentaba lo más mínimo. El aire empezó a correr en la sala aun sin haber una ventana o puerta que le diera acceso. Los cabellos de Kyuhyun se elevaron, flotando ligeramente, producto de la rabia del hombre. El control sobre los elementos que poseía Kyuhyun era una leyenda incluso en lo más recóndito del inframundo.

―No tengo la más mínima duda ―aseguró Siwon―. Pero no quiero que te enfrentes a las horribles acciones que se dan en el infierno. Eres demasiado puro para ellas.

―No hay nada puro en el mundo ya, Siwon. De ser así, no habrías podido seducirme.

Siwon torció una comisura en una divertida sonrisa.

―Yo fui el seducido ―le señaló dando un paso de nuevo hacia él para rodearlo entre sus brazos. Agachó la cabeza y lamió la marca de la maldición en su cuello―. Vayamos a la Tierra, Kyuhyun. Vivamos juntos en el mundo creado por Dios y Satán.

Un golpetazo a la puerta de la sala cortó cual fuera la respuesta de Kyuhyun.

―Han llegado antes de lo que esperaba ―comentó Kyuhyun apartándose de él.

―No te van a separar de mí ―la voz de Siwon fue un gruñido. Sus ojos tornándose carmesí por la ira, sus alas desplegándose amenazadoramente.

Kyuhyun contuvo el aliento contemplando al hombre frente a él. El mismísimo hijo del Diablo destilando puro enojo, con fuego bailando en sus pupilas lo excitaba como jamás creyó posible. ¿Cómo podía Siwon siquiera pensar que él era un ser puro cuando el hombre despertaba tales sensaciones en su interior? Su desnudez no ayudaba en lo más mínimo a ocultarlas, por lo que, con un sencillo movimiento de su mano, los cubrió a ambos con sus prendas.

―No vas a enfrentarte a ellos ―negó Kyuhyun cogiendo su mano.

―No van a apartarte de mí ―repitió Siwon con furia, sus cuernos aparecieron retorciéndose en su cabeza.

Que Siwon estuviese mostrando su forma real, le decía lo mucho que estaba perdiendo el control de sí mismo. El hombre tiró de sus manos unidas y lo pegó a él rodeándolo con fuerza por la cintura, envolviéndolo con una de sus alas protectoramente. Se giró para encarar la puerta, fuertes gritos y alboroto se oían al otro lado. Su cuerpo se sentía ardiendo. Llamas danzaron alrededor de su puño cerrado cuando la puerta se abrió con un estruendo, dando paso a una multitud de arcángeles y soldados a la sala, que se detuvieron abruptamente al verse envueltos en un alto anillo de fuego.

Siwon alzó el vuelo con él en brazos, Kyuhyun estiró una mano hacia la ventana, y un vendaval la hizo reventar, lanzando cientos de cristales al exterior, precipicio abajo.

―¡Kyuhyun! ¡¿Te das cuenta del pecado que has cometido?! ¡Nuestro señor jamás te perdonará! ―uno de los arcángeles gritó.

Kyuhyun pudo sentir el dolor en la voz del hombre, las palabras entrecortadas. Y esa era la diferencia entre ellos. Kyuhyun siempre había sabido que no era como ellos. Jamás vio el pecado y la maldad en actos que sus hermanos sí. Los juicios finales le parecían injustos la mayoría de las veces. Ellos no creían en las segundas oportunidades, en la redención. Condenado estabas al primer error. Esa no era la clase de enseñanza que él quería predicar.

―La humanidad te lo mostrará, hermano. No todo es blanco o negro. El mundo está plagado de grises. Y cada vez el cielo es menos soñado y deseado. El sacrificio es demasiado grande.

Y con esas palabras como despedida, Siwon lo sacó del Santuario, rumbo a su nueva vida en el paraíso terrenal.

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