6. El discurso del loco

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París, Septiembre de 1935

Como cada mañana, Natalia había acudido al café 'La Coupole' para desayunar con Alba. 

Normalmente, se sentaban en su mesa habitual y Natalia le daba unos minutos de silencio y tranquilidad para que pudiese leer el periódico sin ningún tipo de interrupción. La rubia no tenía muy buen despertar por norma general, por lo que sabía que debía darle un margen para que se despejase.

Después, Alba le comentaba las noticias que más le habían llamado la atención y hablaban de lo que iban a hacer ese día. Gracias a esa rutina, Alba y Natalia eran testigos, a través de las letras delineadas a conciencia en el papel, de la creciente agitación social y política en todo el mundo. 

Hambre y pobreza, peleas y enfrentamientos, protestas y huelgas, comunistas y fascistas, ellos y nosotros. Sin moderación, sin punto medio; o conmigo, o contra mí.

También habían sido testigos, a través de la prensa, del ascenso meteórico a través de Europa de lo que Benito Mussolini había descrito como tercera vía, de la nueva ideología concebida en el aún joven siglo veinte; el fascismo.

Esta rutina se rompía pocas veces; únicamente cuando alguna de las dos se marchaba de viaje o tenía compromisos. Existían, además, algunos días especiales. Eran esos días en los que alguna tenía algo importante que contar; el ritual cambiaba y el periódico se quedaba a un lado.

Como aquella vez que Alba apareció corriendo calle arriba, sonriendo como una niña, deseando contarle a su mejor amiga que el día anterior había conocido a Pablo Picasso cuando había acudido, con expresa invitación, a la galería de arte de Gertrude Stein.

Y en aquella fría mañana de principios de Septiembre también se produjo una de las muchas pausas en dicha rutina.

Natalia siente a alguien sentarse frente a ella y levanta la vista de su libro para recibir a Alba con una sonrisa.

- Nat - Empieza la rubia con una sonrisa enigmática, y Natalia tiene la sensación de que hay algo eléctrico en su mirada.

- ¿...Alba? - Responde ella, algo confundida por el cambio. Normalmente no está tan espabilada tan pronto, así que algo ha debido suceder.

- Tengo que contarte algo

Natalia cierra el libro al mismo tiempo que el camarero, que ya había visto entrar a la chica, deja su habitual café solo sobre la mesa. Alba se lo agradece con una sonrisa, que él le devuelve antes de marcharse a seguir atendiendo a sus clientes. 

- Pues tú me dirás

Alba sonríe otra vez. 

- ¿Preparada?

- Que sí, mujer, suéltalo ya

Alba espera unos segundos más, con la mirada expectante de su acompañante puesta en ella. 

- Voy a escribir un artículo - Dice entusiasmada. 

- ¿De verdad? - Alba asiente - Joder, Alba, ¡eso es genial! 

- Uno de mis profesores me ha recomendado - Sonríe, apoyando el mentón sobre su mano derecha - Dios, Nat. Estoy tan contenta

Sin poder contenerse, Natalia se levanta de su asiento y rodea la mesa en una zancada para poder abrazarla con fuerza. Deja un par de besos sobre su cabeza antes de que Alba la aparte de ella suavemente, ruborizada.

- Naaat

Natalia se deja caer de nuevo sobre su asiento mientras Alba se arregla el pelo. Sopla un poco sobre su propio café para tratar de enfriarlo.

The last time I saw Paris | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora