22. Hasta que las luces se apagaron

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Southampton, 10 de Junio de 1940

Cuando Natalia Lacunza se entera de que el gobierno francés ha decidido abandonar París y huir a Burdeos, está sentada en la parte de atrás de un taxi de camino al puerto de Southampton. Con unas breves, directas y desapasionadas palabras, el locutor de la BBC informa de que París es ahora una ciudad libre, decisión que se habría tomado para evitarle el destino de Varsovia o Rotterdam.

El taxi se detiene, y Natalia sale del vehículo ligeramente mareada. Nadie dice nada. Ni el taxista, que se camina diligentemente hacia el maletero para descargar el equipaje, ni Santi, pone el total de su atención en salir del coche sin caerse de bruces al suelo. 

Después de unos segundos, el taxista se despide con una inclinación educada de cabeza, y ambos quedan allí parados sin que ninguno de los dos se atreva a decir nada. Sin embargo, Natalia no tarda en salir de su ensimismamiento; ahora mismo tienen cosas que hacer, se recuerda a sí misma.

Es por eso que es ella quien rompe el silencio.

- Santi - Su voz se alza sobre el barullo para llamar a su hermano - ¿Lo tienes todo?

El chico, equilibrándose precariamente con las muletas a las que todavía no está acostumbrado, revisa su billete y su documentación. El resto de sus pocas pertenencias están en las manos de Natalia, y una vez ha comprobado todo, asiente en afirmación.

- Lo tengo todo, Nat

Él le sonríe de medio lado, y Natalia siente un cosquilleo de alivio en el pecho al verlo. Conoce a su hermano lo suficiente como para reconocer que la mayoría de sus sonrisas son forzadas, pero lo está intentando. 

Aún después de todo, su hermanito pequeño ha decidido levantarse y seguir intentándolo.

El puerto de Southampton está abarrotado de gente, la mayoría caminando de un lado al otro con creciente urgencia. La 'phoney war' está a punto de quedar en el pasado, y se nota en cada metro cuadrado de superficie. 

Para muchos, esta será una de las últimas oportunidades salir del país que irremediablemente, y en cuestión de días, se convertiría en el punto de mira de Adolf Hitler. Es por ello que conseguir un visado y un pasaje se hace cada día más complicado.

Santi silva impresionado cuando divisa el transatlántico en la distancia.

- Es... enorme

Escucha la risa de su hermana a su lado.

- Vamos, anda

Progresan hacia su destino despacio, mucho más despacio de lo que el más joven desearía. Natalia puede ver la frustración en la expresión de Santi, pero decide no comentar nada. Se limita a caminar a su lado, encantada de seguir el ritmo que él necesite.

Una vez llegan a la zona de embarque, se colocan en la cola. Santi mantiene su mirada en el suelo, avergonzado e incómodo bajo las miradas curiosas de varios de los pasajeros que, como ellos, esperan para embarcar. 

Irritada, Natalia aprieta los puños, respirando hondo y diciéndose a sí misma que, si Santi está aguantando las miradas indiscretas con entereza, lo mínimo que puede hacer ella es seguir su ejemplo. A partir de ahora, esta es su nueva realidad, y tendrán que acostumbrarse.

- Natalia

La joven traga saliva antes de contestar.

- Dime, hermanito

- ¿Estás segura de esto? - Su expresión está llena de preocupación y tristeza, y Natalia siente unas ganas tremendas de abrazarle.

- Sí, claro - Hace lo posible por sonreír, aunque sospecha que no le ha salido del todo creíble - Es... Es un buen centro, están especializados en rehabilitación y prótesis. Hablan muy bien de él - Natalia mete la mano dentro de su pequeño bolso para rebuscar en él - Espera, tengo estos folletos - Explica, acercándoselos a su hermano - Mira, forma parte de un programa del ejército de los Estados Unidos—

The last time I saw Paris | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora