Capítulo II

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A los cinco minutos exactos se oyeron golpes sobre la puerta. Ivy se apresuró, y una vez que abrió, Dennis se abalanzó sobre ella.

—No puedo creerlo, malditamente no puedo creerlo, quiero gritar, quiero llorar, quiero saltar, hasta siento que estoy en un estado de éxtasis tan grande con demasiada energía que cualquier drogadicto me tendría envidia —dijo ésta casi sin respirar—. Estoy como si hubiera tomado aproximadamente diez latas energizantes seguidas —exclamó al ingresar agitada a su casa. Ambas se dirigieron a la habitación de Ivy, mientras ésta última reía de las locuras que decía su amiga.

Una vez que llegaron Dennis observó a Ivy en busca de respuestas, ésta la miro con confusión lo que provocó que ella ruede los ojos.

—Dime por favor, la intriga me está matando ¿Cómo te fue? —expresó de manera dramática.

—Bueno en la universidad de Arizona me rechazaron, en la local me aceptaron y...

—¡Ya, Ivy! déjate de juegos sabes lo que me importa Arizona, poco y nada, ambas sabíamos que jamás te mudarías ahí.

Ella rió en voz baja. — Si lo sé, aunque no suena tan lindo cuando te rechazan, puede que aunque nunca haya sido una opción me siento algo herida. —Dijo con una sonrisa débil.

—Esos estúpidos se lo pierden, pero no perdamos nuestro valioso tiempo en eso, ahora vamos a lo importante, a lo que quiero saber, dime ya —dijo observándola con los ojos bien abiertos.

— Dennis en este momento pareces una loca —se carcajeó Ivy.

— Más loca me pondré si sigues sin contestarme me largaré a llorar, lo juro. ¿Tú quieres que pase eso? No puedo con el suspenso —amenazó de inmediato.

—No, obvio que no — susurró, su amiga la miró exasperada para que prosiguiese y le diera la respuesta que tanto tiempo había esperado —. Si lo dices por California sí, me aceptaron.

Su amiga sonrió de forma tan amplia, que creó que podía llegar a verle incluso las muelas.

—Repítelo una vez más, anda —ordenó.

Ivy rodó los ojos mientras se dejaba caer en la cama y repitió nerviosa — La Universidad de california me ha aceptado.

De pronto todo quedó en silencio, y rápidamente se incorporó a ver qué había sucedido con su amiga. De pronto se asustó, Dennis estaba sin habla, y su rostro comenzaba a tornarse rojo, la posibilidad de que explotara se le cruzó por la cabeza. De pronto ella se puso de pie comenzando a chillar.

—No puedo creerlo, oh Dios, iremos a California ¿no? Tienes que venir conmigo, ¡A mi también me aceptaron! Estoy completamente... no puedo creerlo, mi sueño hecho realidad, junto con mi mejor amiga, es un sueño ¿no? Dime que estoy soñando o pégame una bofetada —exclamó agitada hablando demasiado rápido, por suerte Ivy pudo comprender todo lo que había dicho.

—No voy a pegarte, tranquila —dijo Ivy, y su amiga la abrazó. En ese momento se le encogió el corazón, recordando las decisiones que debería tomar en tan solo unos pocos días, y que cualquiera que tomara, haría que su corazón se rompiera.

El sueño de su mejor amiga siempre había consistido en ingresar a la universidad de california, desde que era niña, tenía una especie de obsesión con mudarse allí y abandonar Utah.

Ivy jamás lo había entendido, no entendía el deseo de querer abandonar la ciudad y a todas las personas que la rodeaban. Y eso que Ivy no tenía muchas personas aquí por quien sintiera cariño. Podía solamente contarlas con los dedos de las manos. Su madre, Dennis, Gretchen y algún familiar más.

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