Cápitulo VI

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En aquel momento en que lo vio, ella sintió que no podía emitir palabra alguna, así que lo único que hizo fue asentir y correrse para que él pueda pasar por la puerta.

Él la miro con curiosidad, y una vez que entró, dejó una bolsa sobre la mesa del comedor que ella no había notado que traía, hasta ese momento. Cuando iba pasando junto a su prima Molly, éstos dos chocaron las manos y luego los puños en un extraño saludo. Luego él se dejó caer en el asiento de al lado de su prima, para ver la pantalla de su celular, haciendo uno que otro comentario del juego.

Ivy se sentía algo incómoda y fuera de lugar, como si hubiera ingresado por la fuerza a la morada de unos extraños, como si fuera una infiltrada que no pertenecía en ese sitio, donde todos se conocían llevándose muy bien, y a ella la tuvieran que aceptar por compromiso al portar el título de sangre familiar. Pero pensó que sería totalmente cobarde si se retiraba a su habitación. Así que se limitó a sentarse en la silla más alejada de ellos.

Pronto Tahiel despegó la vista del juego y se concentró en la Ivy.

—Traje galletas, las hizo mi madre, son las favoritas de Cinthia. Toma una son deliciosas, te lo prometo —invitó mientras empujaba la bolsa hacia donde estaba ella.

Ella insegura, para no rechazarlo, abrió la bolsa con timidez. Saco una de ellas y la comió.

Pensó en ese mismo instante que aquel sabor era ridículamente perfecto, sentía que se derretía en su paladar de inmediato, y suspiró cerrando los ojos. De repente abrió los ojos con rapidez, avergonzada. Y al percibir la mirada del chico, deseó fundirse ahí mismo en el asiento, hasta desaparecer.

— ¿Son riquísimas verdad? —inquirió él satisfecho por su reacción. — Eso suele ocasionar las galletas de mi madre, es por eso que Cinthia tiene una especie de obsesión con ellas.

— Y una obsesión poco sana— agregó su prima.

— En eso concuerdo contigo, pero no hay que decírselo nunca a tu mama pequeña turky, si se entera probablemente nos asesine.

—¿Turky? —Preguntó Ivy sin poder ocultar su curiosidad.

—Si hace años me llama así —dijo ella girando los ojos.

El rió girándose hacia Ivy —Si, viene de turkey (pavo en inglés), porque alardea y es tan ruidosa como uno — soltó una pequeña carcajada, pero luego frunció el ceño por un segundo —. Espera, hablando de Cinthia, ¿Dónde está ella?

—Entró a bañarse hace unos minutos.

—Ah bien, entonces probablemente se demore casi media hora más —dijo arrugando el ceño —. Ella es un pésimo enemigo del medio ambiente, aunque no importa cuántas veces le repitas, nunca va a cambiar —exclamó algo exasperado.

Ivy no sabía que contestar así que solamente se limito a sonreír. El se quedó observándola y reprimió por unos segundos una risa. Ella lo miró sin entender.

Y él se señaló la comisura de su labio —Ummh... —titubeó con cierta duda —. Olvidé de decirte que tienes que tener cuidados con las migas.

Ivy se limpio rápidamente las comisuras de sus labios con el dorso de su mano, y cuando miró su regazo su rostro comenzó a arder, tornándolo de un color rojo.

Cuando levantó la vista, él le devolvía una gran sonrisa despreocupada.

—Así que tu eres la Ivy de la que tanto me han hablado, — exclamó poniendo un codo sobre la mesa y recostando su cabeza sobre su mano —. De tanto que he escuchado tu nombre siento que ya te me haces familiar. Aunque no te pareces mucho a las fotos

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