Capítulo VIII

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—¡Sí, eres tú! No puedo creerlo, pensé que jamás volvería a verte.

Ivy parpadeó, congelada en el lugar. Luego se incorporó, poniéndose de pie mientras se sacudía la arena de su cuerpo.

— Ho-hola, eh, y-y-yo tampoco — tartamudeó desconcertada.

—Mira que curiosa es la vida. Que chico se convierte el mundo cuando estás destinado a reencontrarte con otra persona –exclamó con entusiasmo.

Ella lo miró estupefacta por sus palabras, sin poder comprender que se trataba de la realidad. Pero sintió a Tahiel carraspear y salió de su ensoñación.

—Ivy se hace de noche— dijo mirando al cielo—. Tenemos que volver.

Ella supo en seguida que mentía, todavía quedaba varios minutos o quizá una hora para que el cielo oscurezca. Además no recordaba un solo día en que la noche haya interrumpido sus planes, al contrario, iba a fiestas, a juntadas con sus amigos, a la playa de noche. De igual forma no quiso contradecirlo.

—Sí, está bien —susurró rendida.

Isahia la miró levantando las cejas divertido. — Antes que te vayas, sería una lástima que vuelva a pasar y me arrepienta luego — exclamó con seguridad —. ¿Me pasas tu número de teléfono? Quizá podríamos tomar algo mañana.

Ella se sorprendió. Comenzó a parpadear atontada. Él la miraba con algo de nerviosismo, y supo que todavía no le contestaba.

—Eh, si puede ser, claro.

Sintió un nuevo carraspeo desde atrás, ella miró a su amigo exasperada.

—¿Qué? Mañana viene tu amiga de viaje. — Levantó las manos con inocencia en señal de que él no había hecho nada malo.

—Oh, cierto.

El chico del avión la miró con simpatía. —No hay problema siempre puedo esperar –dijo sonriendo—. Siempre queda otro día más. Y no me rindo fácil.

Le extendió el celular, ella con manos temblorosas y el rostro caliente tecleó su número.

—Y-ya está — dijo tratando de encontrar su voz, estaba demasiado nerviosa —. Toma tu teléfono.

—Nos vemos Ivy, espero que sea pronto. —Se despidió con una mirada cómplice. Ella soltó un suspiro, cuando se dio cuenta de que lo había hecho se sonrojó.

Una vez que se marchó sintió la voz de Tahiel imitando a un niño pequeño, algo tonto. — Siempre puedo esperar. Siempre queda otro día más —dijo burlándose.

Ivy solo rodó los ojos y comenzó a alejarse.

El comenzó a seguirla pisándole los talones — ¿A dónde crees que vas?

—Al auto, ya que está anocheciendo —ironizó ella—. Nos tenemos que ir.

—Ah —suspiró mirando al cielo—. Pero todavía falta para que se haga de noche, y no nos metimos al mar. — Hizo un puchero mientras tiraba un poco de su remera llamando su atención.

Ella se dio la vuelta, ahora si estaba algo enfada — ¿Y entonces porque habías dicho eso hace tan solo unos minutos cuando vino Isahia?

—Ah, eso—suspiró apartando la vista, evitando el contacto con sus ojos—. Eh, ahora que recuerdo si está anocheciendo.

Ella bufó exasperada, mientras se marchaba, él la seguía manteniendo una corta distancia. No hablaron hasta que subieron los dos al auto.

—Bien, ¿estás enojada?

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