U N O

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Las pisadas de los pies desnudos del Señor Oscuro era todo lo que los Mortífagos arrodillados ante este, podían ver y escuchar. Todos con el temor de que el Señor Oscuro dirigiera su ira hacia ellos como ya muchas veces antes había hecho.

La última misión que les había dado había fallado estrepitosamente y este se encontraba furioso, una vez más, los inútiles que tenía como sirvientes habían fallado, dándole la victoria al bando de la luz por milésima vez.

—¿A cuál de ustedes debería castigar? — el Señor Oscuro se paseaba por la enorme sala de la Mansión Malfoy. —¿Debería castigarlos a todos por su ineptitud? Si, creo que debería hacer eso. — todos aguantaron la respiración esperando por el castigo que prometía ser sumamente doloroso. —¡CRUCIO!

Todos los Mortífagos presentes en la sala se vieron afectados por el asfixiante poder de su Señor, todos y cada uno de ellos, fueron sacudidos por el doloroso maleficio imperdonable que al Señor Oscuro le fascinaba usar cuando de castigarlos se trataba.

—Espero, que está ineptitud no se vuelva a repetir si no quieren sufrir una muerte dolorosa, cualquier otro error como este y todos morirán. —la fría voz de Voldemort fue fuerte y clara, no dejando dudas al respecto. —Retirense. —todos se levantarón rápidamente temiendo que el Señor Oscuro cambiaría de opinión y los matará ahí mismo. —Lucius. —el mencionado paró en seco, su respiración cortándose al instante. —Dile a Draco que vaya a mí habitación y me espere ahí.

Todos los que habían escuchado aquella orden sintieron un inmenso pesar para el chico y sus padres, sabiendo lo que pasaría en aquella habitación. El corazón de Lucius dolió horriblemente, oh, su pobre hijo, que destino le había tocado a su pobre hijo, todo por ser su hijo. Se le llenaron los ojos de lágrimas y con la voz entrecortada dijo.

—Si mi Señor. — y ante la fría vista de este, hizo una reverencia y se marchó escaleras arriba en busca de su esposa e hijo.

Recorrió el frío y solitario pasillo que conducía a las habitaciones y abrió la última puerta, en donde sabía, su esposa e hijo se encontraban.

—Lucius. —susurro Narcissa, su esposa, con los ojos cristalizados por las lágrimas.

Los tres se fundieron en un abrazo que expresaba todas las cosas que querían decir pero que no podían salir de sus bocas.

—Draco, oh mi bebé, lo siento tanto, siento no poder protegerte como debo, siento que tengas que vivir esta vida solo por ser mi hijo. — sollozó Lucius, los hermosos ojos de Draco se llenaron de lágrimas al oír aquello.

—Oh padre. —los dos se fundieron en un abrazo, Narcissa solo los observaba intentando contener sus sollozos.

—Tienes que ser fuerte, ¿Si? Prometo que hallare la forma de sacarte de este infierno así sea lo último que haga. —Lucius beso la mejilla del amor de su vida con todo el amor que podía expresar mediante aquel beso.

Draco no necesito más palabras que aquellas para dirigirse con paso firme hasta la puerta, sabiendo lo que le deparaba el destino cuando la cruzara. Antes de salir volteó y miro a sus padres.

—Los amo.

Los dos sollozaron ante aquello.

Cerró la puerta tras de sí, perdiendo la seguridad que había adquirido solo para no preocupar más a sus padres. Sabía lo que pasaría cuando llegara a la habitación que pertenecía al Señor Oscuro.

No había forma de que pudiera evitarlo.

Y si..¿Todo fuera mentira? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora