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Viajar a España se volvió un elixir que aliviaba la soledad de su corazón. Se convirtió en la tirita que le permitía continuar a pesar de las adversidades. Y con el tiempo empezó a anhelar esos momentos, a desear más tiempo y más recuerdos en ese país.

Desde aquel verano con 8 años, las visitas a tierras madrileñas habían sucedido con relativa frecuencia. A veces un par de semanas por Navidad, en otras ocasiones un mes en el verano del hemisferio norte. Daba igual el momento, lo único importante para Valerio era que no faltase ella. Siempre cariñosa. Siempre cercana. Y siempre feliz de verle.

Ella era la responsable directa de su estado de ánimo. De sus ganas renovadas por vivir y por descubrir el mundo. Su compañera de travesuras, su mejor amiga. Su hermana.

Era difícil en su cabecita verla como tal. Se le hacía raro cada vez que le presentaban a alguien como el hermano mayor de Lucrecia. Y es que lo cierto es que no sentía que Lu fuese su hermana. Nunca había tenido una, por tanto podía ser que estuviese equivocado y todos los hermanos tuviesen un vínculo tan cercano.

En cada nuevo encuentro ella llenaba su tiempo juntos de ocurrencias divertidas, de aventuras ingeniosas y de risas inagotables. Daba totalmente lo mismo que la madre de Lu se la pasase fuera de casa, comprando más cosas de las que nunca podría usar, o que el padre que compartían estuviese más interesado en su progreso profesional que en dedicar unas horas a dos niños pre adolescentes que inevitablemente se habían vuelto uña y carne. Simplemente ellos dos eran perfectos el uno para el otro y nada más hacía falta.

Entre viaje y viaje la vida en Chile, aunque lejos de ella, se hacía un poco más llevadera ante la idea de su próximo encuentro. Y con el paso de los años, nada cambió para él. Regresar a España se volvió su pasatiempo favorito y una necesidad para su corazón.

El verano de sus 14 años fue el primero que Lu y él no pasaron juntos y solos entre piscinas, historias y helado. La madre de Lu se empeñó en viajar a Canarias junto a unos amigos y aunque Valerio protestó, pronto quedó constancia de que su opinión poco o nada importaba. Así que sencillamente tuvo que resignarse.

Pero poco podía imaginar que ese verano lo cambiaría todo para él, sin retorno. Pronto fue patente que su querida hermana era igual de atenta y cariñosa con él que con el resto de chicos del resort y para su sorpresa eso dolió más que cualquiera de los bofetones que a veces le propinaba su padre. Fue precisamente ese verano, cuando descubrió, a través de la mirada de otros adolescentes que se comían con los ojos a su hermana, que Lu era la chica más bonita que había visto en toda su vida. La playa de Maspalomas fue testigo de cómo se fijaba por primera vez en la curvatura de sus pechos crecientes y en el delicado tono de una piel tan suave como parecía a simple vista.

No podía comprender exactamente lo que ocurría en su mente, porqué sentía esa angustia en la tripa cuando la contemplaban otros chicos, ni porque su corazón comenzaba a latir desbocado cuando la veía salir de la piscina y le sonreía desde lejos.

Una tarde, mientras leía en una tumbona, Lu se acercó a él y sacudió su larga melena para mojarle y molestarle.

- ¡Lu! ¡Para! ¡Me mojas el libro! – gruñó.

- Te compraré otro. ¿Qué haces que no vienes con el grupo?

Valerio la miró frunciendo el ceño. Ella sabía a la perfección que le costaba socializar, ¿Por qué le pedía que lo hiciese?

- No tengo muchas ganas de bañarme. – sentenció.

- Pero si adoras el agua.

- He dicho que no tengo ganas.

- ¡Qué malhumorado estás últimamente! No debería invitarte pero Josué va a dar una fiesta en su mansión. No habrá padres, solo los sirvientes pero Selene ha dicho que su hermano va a llevar alcohol. ¿No te parece increíble? ¡Yo nunca lo he probado!

PLUMA, LÁPIZ Y VENENOWhere stories live. Discover now