Capítulo 2.

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Capítulo 2

Liam.

Sentí un alivio inigualable al ver que la pequeña Sky había quedado en el listado. La número 633 en una matrícula de 640; me sentía grandemente orgulloso. La mejor parte era que ya no estaría estresada y llorando porque "su vida ya no tenía sentido". Fue doloroso verla triste por un año entero. Sin embargo, jamás dejó de ser persistente, leyendo y yendo a cursos.

Se me arrugaba el corazón de saber que su sonrisa era la primera auténtica en todo éste tiempo.

-Te dije que aprobaría esta vez -murmuraba de camino hacia el carro, su brazo iba entrelazado con el mío. Aun estaba sonriendo, aunque no recordaba que me hubiera dicho que aprobaría esta vez-, no cometo el mismo error dos veces.

Sacudí su cabello con mi otra mano y abrí la puerta de copiloto para ella.

-Ni yo -dije-, otra cosa en común que tenemos, aparte de que nos gusta tener sexo luego de mirar Netflix y no durante.

Sky me miró de soslayo.

-Si no cometieras el mismo error dos veces -replicó, mientras se adentraba en el auto-, no te habrías equivocado de hoyo las últimas CINCO ocasiones.

Ahogué una carcajada.

-Jamás admití que eso fuera un error -canturreé y cerré su puerta. Rodeé el auto para tomar el asiento al lado de ella.

Me miraba con los ojos entrecerrados.

-Eres un imbécil ciertas veces, William Crous.

Sonreí y acerqué su rostro hacia el mío delicadamente.

-Sí lo soy, pero solamente tuyo.

Sus mejillas se tornaron de un rojo carmesí.

-Cállate y bésame -susurró y obedecí, dándole un dulce y corto beso.

-Puedes alcanzar lo que desees, Sky -la animé-, siempre que tengas la misma cantidad de fe que yo te tengo. Puedes adueñarte del mundo si así lo quieres.

-¿Así como la señorita Paige es, básicamente, dueña de tu trasero? -acotó, en tono burlón.

Giré mis ojos hacia el techo del auto, sin apartar su rostro del mío.

-Ya ese chiste no es gracioso -admití y di un último y rápido beso en su frente.

Arranqué el auto con destino hacia DUMBO.

Sky había desarrollado un odio incoherente hacia Paige, quien es, en resumen, mi jefa.

Paige Green era la ortodoncista y cirujana oral más reconocida en Brooklyn, con los tratamientos más rápidos, efectivos y seguros para la corrección de la cavidad bucal.

Corrí con suerte cuando mi odontólogo guía me alabó durante un congreso.

La verdad, jamás pregunté de qué forma me había alabado. Puesto que el Dr. Freddy era homosexual y me tiraba la onda una que otra vez.

Lo que realmente importaba era que la señorita Green me eligió a mí. No si el doctor Freddy quería que "rellenara su hoyo".

-¿A dónde iremos a celebrar mi victoria? -preguntó la mocosa, acomodando el retrovisor para mirar su reflejo.

-Cariño -dije, mirando lo que hacía-, si no quieres que tu novio muera, te pido, por favor, que acomodes eso.

Bramó un sonido de fastidio y volvió a colocar el espejo en su lugar.

-Antes eras chévere -musitó-. ¿Entonces?

-¿DUMBO? -Pregunté de vuelta.

Hizo un gesto de "sube más la apuesta".

-Oh, aspira alto, señorita enfermera -reí, pero por dentro estaba llorando. No sabía a dónde ir.

-Enfermera que-seguramente-consiga-la-cura-del-cáncer para ti -corrigió, en tono autoritario.

-¿No es eso trabajo de los médicos?

-Exacto -asintió.- Seré tan buena que los médicos tendrán que lamer mis tenis.

Sonreí.

La amo tanto.

-Entonces, ¿vamos a un lugar más...?

Fui interrumpido por el sonido de la canción de Star Wars proveniente de mi celular.

Sky soltó una risilla. Detuve el auto a un lado de la autopista para contestar el teléfono.

-¿En serio configuraste este tono para cuando Paige me llamara?

-Ajá -articuló.

-¿Y qué tal?

-Le queda de lujo -asintió-. Se supone que es tu día libre hoy. Prometiste llevarme por un premio, ya sea de consolación o de felicitaciones. ¿Vas a responderle?

Suspiré.

Sky tenía razón, había pasado 4 semanas asistiendo puntualmente pensando en el día de hoy. Habíamos acordado el vernos solamente en la noche y los domingos por mis horarios. Le debía el día de hoy.

Nos lo debía.

-Tienes razón -acepté, ignorando mi teléfono, que, al cabo de dos minutos, dejó de sonar.

-Gracias -susurró, sonriendo.

Retomé mi camino hacia quién-sabe-donde. 

-Tenía pensado en llevarte a DUMBO, pero arruinaste mi plan sorpresa.

Sky soltó una risa. Podría jurar que era el sonido más hermoso.

-DUMBO es nuestro segundo hogar -dijo-, vamos siempre allí.

-Ya se me ocurrirá un lugar genial y apto para esta celebración -afirmé-. ¿Le dijiste a tu madre?

Sky negó con la cabeza.

-Hoy los gemelos iban a irse de viaje -reveló. Jamás me dijo eso-. Debe estar algo ocupada.

Y por segunda vez, el tono de Star Wars replicó en el auto.

-Maldita sea -escupió Sky, señalando el teléfono-. ¿Es enserio?

Tengo un muy mal presentimiento.

Salí de la autopista y me estacioné cerca de un parquímetro. Sky me miraba molesta.

-Responde, anda -ladró.

Eso suena a "contesta y te arranco el cuello".

Por otro lado, si llamaba dos veces, debía ser importante.

Extendí mi mano hacia el tablero y deslicé el icono de llamada.

-Hola, señorita Paige -respondí, y aunque no estaba viendo a Sky, casi pude oír sus ojos volteando hacia el techo.

-Crous, te necesito ahora en la clínica -hablaba del otro lado-, voy en camino, surgió una emergencia con un paciente pediátrico y tenemos que estar allí. Nos vemos en seis minutos o menos.

Colgó y alejé mi teléfono.

-Quiero irme a casa -puntualizó mi novia, mirando por la ventanilla.

-Te juro que compensaré esto, Sky.

No dijo nada. Sólo miraba por la ventanilla.

Espero poder compensarlo antes de suicidarme.

Criando a mi novia 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora