30. El niño del lavandero

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Todo estaba bien en su casa, salvo el aparente mal comportamiento de Oscar. Hasta que cierta noche, la madre escuchó extraños ruidos que provenían del patio, cuando ya pasaban de las 2:00 am. Eran las voces de sus hijos jugando fuera. Cuando salió, quedó petrificada. Miró sin aliento cómo Oscar y Sarah arrojaban la pelota y que esta regresaba hacia ellos sin ninguna lógica. Desconcertada y molesta a la vez, les preguntó qué era lo que hacían afuera a esas horas, a lo que respondieron que jugaban con su amigo Rolando.

La mujer sintió helarse la sangre al escuchar eso, pero manteniendo su firmeza los hizo entrar, tratando de convencerse que seguía medio dormida. Al poco rato se escuchó a la niña gritando, pidiendo ayuda, clamando a un tal Rolando que la dejara en paz. Cuando su madre llegó tan rápido como pudo, la niña le dijo con desesperación que era Rolando, que se había llevado a Oscar, mientras apuntaba hacia un lugar donde no había nada. La madre buscó toda la noche a Oscar sin ningún éxito, y al día siguiente fue a levantar la denuncia de lo que había sucedido.

Todo quedó como un secuestro, sin rastro alguno de adónde se habían llevado a su hijo.

Días después, la mujer comenzó a creer ver sombras que corrían hasta el lavadero, mientras un extraño eco inexplicable hacía sonar el murmullo de risas. Había veces que incluso creía escuchar que llamaban a su hija.

Unas semanas después de estar soportando eso, la mujer le contó todo a su hermano, cansada y desconsolada. El hombre atinó a decir que la tierra lucía floja en la parte debajo del lavadero y le propuso a su hermana que levantaran la tierra para saber a qué se debía eso.

Decidido a saber qué había enterrado en aquel lugar sombrío, tomó una pala y comenzó a cavar. Mientras sacaba más y más tierra, la inevitable sensación de lo que allí encontrarían los carcomía con cada segundo y con cada palada. Llegado el momento, el hermano de la mujer se cubrió la boca y retrocedió, mientras ella se acercaba con la cara contraída en una expresión de desconsuelo... de terror.

Entre la tierra removida estaban los huesos de un niño muerto hacía mucho tiempo. Rolando. Y a su lado estaba el que parecía ser el cuerpo en descomposición de Oscar, a quien Rolando se había llevado, para jugar en la perpetua oscuridad... en el eterno vacío de la muerte.

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