#3 Pesadilla hecha realidad

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Lloré en los escalones de mi complejo residencial hasta que mis piernas resistieron mi peso.
Me encamine como pude a mi piso y al llegar a mi habitación lloré un poco más hasta que el cansancio me venció y me dormí.
Sabía con total certeza las probabilidades está misión del Fuerte. Como todas las misiones las probabilidades eran de 50/50, no había variantes. Con el tiempo, se inventaron armas que podían destruir o herir de manera muy rapida y efectiva a los Lobos, sin embargo éstos eran demasiado fuertes y resistentes y eventualmente evolucionaban a la par de nosotros. Nos pisaban los talones con sus tácticas militares, bien podría decir que nos superaban. Pero mi orgullo humano no me lo permitía.  Sentía una severa repulsión hacia ellos pero también una enigmática curiosidad acerca de todo lo que significaban. Para muchos, ellos eran el castigo de Dios para pulgar al planeta, para otros era una plaga del infierno, habían miles de especulaciones acerca de como se habían creado, en que momento y con que fin. Yo solo sabía una cosa, ahora mas que nunca los odiaba. Ellos asesinaban a todos. Acabaron con el mundo y destruyeron todo lo que conocíamos. Sean lo que sean y pase lo que pase, nuestro deber es acabarlos o por lo menos, vengarnos por lo que nos hicieron y si el mundo se va acabar con nosotros nos aseguraremos de llevarnolos a ellos también.
  Esos fueron mis últimos pensamientos antes de que me venciera el cansancio y el dolor...
Mi pecho dolía demasiado...
Y mi mente estaba agotada de buscar entres las infinitas posibilidades una, en la que la Misión de Cristian pudiera salir bien.  No noté el momento en el que me consumió la oscuridad, pero de pronto desperté sobresaltada. Gritaban mi nombre. Me levante mareada por la rapidez y me trompece cayendo de rodillas. Todo estaba oscuro, pero entre la penumbra pude distinguir la indiscutible forma de un árbol.  Estaba en medio de un bosque, árboles gigantes se difuminaban en la oscuridad, se confundían con ella y recreaban espectros en el ambiente, de miedo.
Me tense cuándo escuche mi nombre otra vez. Un grito agónico. Lúgubre.  Era la voz de Cristian.
Sin pensarlo dos veces me levante y corrí hacía donde provenían los gritos.
Intentaba no caer tocando con mis manos las figuras oscuras que se desdibujaban un poco a la luz de la Luna.  Mientras mas me acercaba a los gritos la tenue iluminación se hacía mas notoria. Pude deducir que estaba muy lejos del fuerte. Muy lejos de casa. Unos cuántos pasos más y logre dar con un claro, la luz de la Luna iluminaba todo el espacio debido a la escasez de árboles en ese espacio. Había un río y junto al río, en la orilla, se presentaba una escena que me sacó un grito de dolor y horror desde lo mas profundo de mi ser. Caí de rodillas al suelo al ver aquello. Mi grito llamo la atención de aquel mostruoso animal de pelaje negro como la noche que devoraba los intestinos de Cristian.  La sangre en su hocico, la sangre alrededor de ellos, la sangre que empapaba la ropa de Cristian y bajaba hasta fundirse con el agua del río me hicieron saber que había llegado tarde. El lobo negro saboreó su sangre y paseo su lengua recogiendo los restos de está, burlandose de mí.  Fije mi vista en la cara de Cristian sus ojos amables ahora estaban totalmente en blanco y dilatados. Su boca abierta y su estómago destrozado.  Las lágrimas corrían por mi rostro pero yo era incapaz de controlarlas. Él estaba muerto. Y yo estaba en shock con el lobo asesino frente a mí. Cuándo caí en cuenta de ello, y busqué al lobo con mi mirada, ya lo tenía a un paso de mí.  Era mucho más imponente de cerca. Fácilmente sobre sus cuatro patas media casi dos metros. El gruño en mi dirección y yo quise correr, pero mi cuerpo no me respondió. Sabía que iba a morir, así que un intento desesperado por causarle algún daño aquella bestia que había acabado con la única persona importante en mi vida y que acabaría con mi propia vida en unos instantes me lancé sobre él al mismo tiempo que él se abalanzaba sobre mí, y con un grito agónico de guerra desperté.  Bañada en sudor y con la claridad del amanecer alejando la oscuridad de esa pesadilla.
Hoy era el día.  Él saldría de misión hoy.
El recuerdo de la tormentosa pesadilla me arrastro al dolor y fue imposible contener las lágrimas en mis ojos. Pero me obligue a levantarme, a ducharme rápidamente y a salir con dirección al área de Esparcimiento. Allí estaría él preparándose para ir a la Guerra.
Mi corazón se contrajo. Esto era injusto. Era totalmente injusto enviar a los hombres a una guerra contra los lobos. Ellos los superaban en velocidad, astucia y fuerza. Tenían muchos puntos a su favor: el sentido del olfato y la audición subdesarrollados, una fuerza sobre natural y debido a su transformación podían moverse libremente, en cualquier espacio sin ningún problema. Ellos podían sentirnos desde muy lejos, mientras que nosotros solo podíamos esperar el ataque.
Apreté mis puños con impotencia.
No parecía haber salida.
Apresure el paso y pronto estuve frente a la entrada del cuartel central, mostré mi carnet y me dejaron pasar inmediatamente. Trote hasta llegar al lugar dónde estaban reunidos. Reduje el paso cuándo note como la reunión había acabado y el grupo de 7 hombres acomodaba las armas e implementos que les habían asignado. Entre ellos, estaba Cristian. El levanto su mirada para encontrase con la mía. Sonrió un poco y se acerco a mí mientras que yo me acercaba a él.
Antes de que pudiera hablar lo abracé, enterrando mi cara en su cuello. El tardo en responder pero me envolvió en sus brazos abrazandome fuertemente, empecé entonces a sollozar cuándo lo sentí acariciar mi cabello.
-no quiero que vayas- le dije entre llanto. El me apreto mas contra él.
-Lo siento Alice, pero prometo que volveré... por ti yo volveré- me dijo separándose de mí y agarandome con sus manos a ambos lados de mi cara y acercandome a él. Sentí su respiración en mis labios -nunca te lo había dicho, pero yo sé que lo sabes. Yo te amo. Y volveré por la promesa de hacerte mi mujer...-yo negué con mi cabeza suspirando pero el me beso deteniendome-no digas que no, tu estas destinada a mí y por eso te prometo que volveré-me dijo besando mi frente. 
-Tu sólo asegurate de volver y luego hablamos de eso- le dije mirándolo  a los ojos. El era demasiado buena persona, había sido todo para mí durante mucho tiempo, me cuidaba y protegía aunque siempre se mantuvo a una distancia prudente de mí. Yo no era muy sociable, de hecho hasta cierta edad apenas empece a relacionarme con las personas de mi entorno. Era educada pero me costaba establecer alguna relación con cualquiera a mi alrededor. Estaba muy asustada de todo lo que me rodeaba, tenía miedo y me sentía perdida. Actuaba por inercia para cumplir con las actividades que desde pequeña había desempeñando. Pero nunca me sentí comoda y no creo que lo haga nunca. No se puede vivir bien, en un mundo como éste.
Cristian se separo de mí y tomo su bolso. Me tragué un sollozo al verlo hacerlo. Y junto con sus otro 7 compañeros lo vi atravesar la puerta del cuartel y alejarse con dirección a la salida del fuerte.  Mi corazón se agitó con desesperación y solo entonces pude comprender que tan importante es Cristian en mi vida.

Me senté en la orilla de la entrada del cuartel para intentar serenarme pero con el paso de los minutos la sensación en mi pecho solo empeoraba. Me faltaba el aire y deseé haber ido con él. 

Había pasado cerca de media hora o más, y yo aún no estaba lista para sostenerme sobre mis piernas pero necesitaba porneme en marcha. Tenía turno en el hospital civil, dentro de éste muchas vidas dependían de mis conocimientos.  Más por costumbre que por cualquier otra cosa me encamine al hospital, arrastrando el peso insoportable de mis pensamientos.

No podía continuar así. Cristian apenas ha salido de acá, ni siquiera su misión ha empezado de verdad y yo ya estoy lamentandome como si estuviera frente a su sepulcro. Me reprendi a mi misma e intente desechar los malos pensamientos.  Llegué al hospital e inmediatamente estuve sumergida en mis propias labores, despejando así un poco mi mente.

Entre paciente y paciente, la noche llegó y mi turno finalizaba. Salí del hospital sin despedirme de nadie y me dirigí a mi habitación lo suficientemente cansada como para que al tocar la cama morfeo me envolviera.
Tal cual lo hice, subí a pasos lentos por la escalera hasta mi habitación, tome un vaso de agua, porque el peso en mi estómago no me dejaba pasar nada más, y me acoste en mi cama hundiendo mi cara en la almohada y entregándole mi alma al sueño.  Esperaba que con un poco de suerte, esa noche no tuviera pesadillas.

Eclipse de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora