Capítulo 3: Un nuevo comienzo

60 9 0
                                    

De vuelta a la escuela ya nada era lo mismo, mis padres no querían saber nada de mí, estaban decepcionados y tenía que soportar estar todo el tiempo con Gabriel, antes había sido un sueño pero ahora quería alejarme de él y no podía, porque temia perderme por completo en esta transformación.

Luz saltó encima de mí y pude sentir el dulce aroma a sangre caliente debajo de esa piel tan delicada. Apreté la boca y me sangré los labios con mis propios colmillos. La separé bruscamente y ella me miró extrañada de mi comportamiento.

— Uhhh lo siento, por interponerme en tu espacio personal.

— Lo siento Luz hoy no estoy de buen humor.

— ¿Terminaste con Gabriel?, hoy no los vi juntos en el receso y además tampoco lo he visto en clases...

Se detuvo de tope mirando hacia detrás de mí y me di la vuelta, él venía con su sonrisa radiante, levantando suspiros de las mujeres del pasillo. Apreté la mandíbula y lancé la puerta de mi casillero haciendo que esta cayera al suelo. Todos me quedaron  mirando y rápidamente fui a recogerla e intentar colocarla en su lugar pero era inútil.

— Tiene que pasar el arreglo— dijo el director que pasaba por el pasillo.

Gabriel empezó a reírse en mi cara y Luz inmediatamente se fue, dándonos espacio. Lamenté eso.

— ¿Por qué te viniste a pié?, pudiste haberte venido en mi carro.

— Prefiero venirme a pié a que soportarte más de lo que hago en tu mansión macabra. Además dado a que soy lo que soy ahora, ni una gota de sudor se desliza en mi cuerpo y cualquier olor corporal es inexistente.

— Eso es lo bueno de que seas uno de nosotros.

— No veo el beneficio de ser como una especie de zombie, con algo de buen aspecto.

— Te gustará pronto— me rodeó por la cintura.

Lo empujé haciendo que cayera en el piso y él enseguida se levantó a seguirme. Iba saliendo de la escuela y él no paraba de seguirme, no podía ser más insoportable.

— ¿Qué haces volandote de clases?, no es algo típico de ti.

— Tengo hambre y dejé mi sangre en casa.

— Debsite haberlo dicho antes.

Sacó una bolsa llena de sangre y estaba a punto de tomarla cuando la alejó.

— Tiene un precio.

— ¿Cuál?

— Dame un beso— dijo con su voz seductora.

Me quedé mirando por un momento sus labios, tenía días sin besarlos y se veían realmente provocativos al igual que esa bolsa llena de sangre dulce, pero no podía dejar que me siguiera manipulando, él me había condenado.

— Prefiero ir a buscarla.

— ¿Estás segura?

Se acercó a mí quedando a pocos centímetros de mis labios y me agarró por la cintura, sientiendo el dulce aroma de su perfume que antes me hacia sentirlo humano. Acercó la bolsa de sangre a mi boca y luego la abrió para humedecerse sus labios con ella. No pude detenerme y lo besé, sintiendo aquél sabor dulce de la sangre y de volver a probar sus labios. Me separé cuando recuperé la razón.

— Ahora es mía— le quité la bolsa.

La clase de literatura empezó y la profesora comenzó a hablar sobre el renacimiento, me preguntaba cuántas veces recibiría esta clase en el futuro, destinada a estar estancada en el tiempo. 

Un chico con los libros en la mano interrumpió la extensa clase, la profesora lo regañó e hizo que se sentara justo a mi lado. Sentí su mirada sobre mí, apreté el lápiz haciendo que se partiera en dos.

— ¿Me pasarías el sacapuntas?

— Sí claro— le sonreí.

Quizás estaba algo paranoica. La clases siguió como si nada y el chico no se levantó hasta que yo lo hice siguiéndome.

— Mi nombre es Raúl, soy nuevo en esta escuela, me gustaría recibir algo de ayuda para ubicar los salones— se rascó la cabeza.

—Te daría un tour si lo deseas.

Él me sonrió y recorrimos la escuela desde la cafetería con gente gritando y peleando por las hamburguesas, hasta la biblioteca con su sepulcro silencio.

Raúl resultó ser un chico bastante agradable, él único problema era su aroma dulzón a sangre caliente que me mantenía a cierta distancia de él. Odiaba ser lo que era, ahora no podía hacer una vida normal, antes había sido una chica llena de popularidad y ahora era nada más que una chica solitaria. Todos notaban mi cambio y me preguntaban que sucedia, algunos decían que estaba muy enferma y no estaban tan lejos de la verdad.

Raúl se embutio la hamburguesa en su boca cuando sonó la campana y nos despedimos de un saludo de manos.

Al llegar a la mansión estaba bastante solitaria, algo dentro de mí me decía que extrañaba la presencia de Gabriel aunque sea para discutir. Encendí la TV y él se colocó justo en la mitad para que no viera.

— Vamos a darte unas clases de lucha.

— ¿Es obligatorio?

— Lo es.

Me agarró de la mano y me arrastró hasta el gran bosque que estaba a unos pocos metros de la mansión alejada de la ciudad.

— Vamos vampirita novata, muestrame que no eres tan débil como creo.

— No quiero hacer nada contigo, ¿Acaso no entiendes el desprecio?

— Tú me necesitas y eso no lo puedes negar— me susurró al oído colocandome los pelos de punta.

Levanté mi pierna y le pegué en el abdomen haciendo que se estrellara contra el árbol produciendo un hueco en él. Su frente sangró y sonrió, arremetió contra mí cargandome y lanzandome lejos. Golpee su rostro y él apretó mi cuello.

— Un esfuerzo más y te dejo sin cabeza.

—¿Serías capaz de matarme por segunda vez?— le dije con los ojos vidriosos.

Sus ojos estaban de color escarlata y en su cara se pintaban las venas de color negruzco, sus colmillos a la vista relucientes. Tuve pánico como la vez en la que me convirtió en la clase de monstruo que no quería hacer.

Él me soltó y salí corriendo en medio del bosque, subi hasta la rama de un árbol y me lancé al suelo cayendo sobre una roca que me hizo chocar con alguien que se encontraba de espaldas.

Esta persona cayó y me preocupé por haberle hecho algún daño, percibí de nuevo ese aroma y me preocupé por haberlo matado. Le di la vuelta y era el chico nuevo con el que había hablado hace pocas horas. Tenía los ojos abiertos y soltó un chillido de dolor. Me tranquilicé.

— Me duele mucho—. Se tocó la frente llena de sangre.

Sentí esa necesidad de provocar un poco de ese líquido escarlata pero me detuve.

— Puedo ayudarte, déjame llevarte a tu casa o llamarte un médico.

Raúl se agarró de mi hombro y lo llevé hasta su casa, que se encontraba completamente sola lo cual me pareció extraño para ser apenas un chico de más o menos unos 17 años.

— Toma el botiquín de primeros auxilios en esa mesa de allí — señalo hacia la mesa dorada.

Tomé el botiquín y él me entregó el algodón para que lo ayudara. Miré la sangre tan provocativa en su frente y traté de no centrarme en ella. Coloqué el algodón con rapidez, haciendo que el alcohol opacada ese aroma que me hacía perder el control.

—¿ Qué hacías a estas horas en el bosque?

— Me pregunto lo mismo.

— Yo pregunté primero.

Sangre De Cristal (Libro 3 De Saga Fuego Azul)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora