Independencia
Esa palabra retumba horriblemente en la cabeza de España. Había perdido a su hijo, o más bien, lo dejó volar, y aún así, siente que no está para nada seguro. Aún recuerda como si hubiera pasado ayer cuando su hijo le pidió independencia. Ganó justamente la batalla. Incluso perdió gente por ello. Pero nada de eso se compara con el dolor que sintió cuando él se fue.
Su polluelo había abandonado el nido.
Le aterraba la idea de que su pequeño sufriera algo. Hace unos días se enteró de la noticia en que USA o más bien, su presidente le quito a Texas. Su hijo estuvo en depresión muy grave. Ni siquiera lo saludo de esa manera festiva y carismática que lo simbolizaba. Pero hoy tomaba una decisión. Iría a visitar a su hijo. Después de todo, era su padre. Solo quería ver a su niño bien.
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-¿Nueva España? -dijo con una voz suave el país mayor- Hijo mío, soy yo tu padre, déjame entrar por favor -nada- traje tacos, tu comida favorita -y nuevamente silencio-.
Eso alertó a España, su hijo no contestaba a pesar de mencionar su comida que tanto adoraba. Sin pensarlo dos veces abrió la puerta bruscamente. Después tendrá que reponerle la cerradura de la puerta. Corrió escaleras arriba y abrió la puerta de su habitación. Y ahí estaba.
Su hijo llorando con una mano en su vientre, llena de sangre.
-¡Nueva España! -corrió hacia él y lo examinó, parecía una apuñalada- ¿¡quien te hizo esto!?
-U-USA -dijo con una voz tan débil que rompió en mil pedazos el corazón de su padre.
Rápidamente lo alzó con mucho cuidado llevándolo al hospital más cercano. Tenía miedo. Demasiado.
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