Día 5

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Sofía estaba montada en la cuatrimoto, esperando.
Aunque no sabía muy bien qué estaba esperando. El vendedor de la red profunda le garantizó que ese  costoso bloqueador neuromuscular haría que, aunque no pudiera moverse en lo absoluto, sintiera y estuviera consiente de todo.

No tuvo que esperar mucho más, pasados unos pocos minutos el infeliz despertó.
Ella se dedicó a mirarlo con gesto de burla y superioridad. Al ver sus ojos, completamente presas del pánico, se dió cuenta de que el bloqueador había hecho efecto. Al parecer eso era lo único que podía mover un poco.

Bajó un momento de la cuatrimoto para acercase a él y dejarlo ver su rostro. Se detuvo apenas a unos centímetros suyos y se inclinó hasta poder verlo a los ojos.
—¿Te acuerdas de mí Raúl?— dijo mientras lo veía, con fingida inocencia.
El hombre frente a ella se encontraba atado contra un árbol por los brazos, mientras que de las piernas y miembro viril, claro en este último caso con una cuerda más corta, a la cuatrimoto.
Sofia no vió esa chispa, característica del entendimiento, en los ojos de Raúl y supo que el muy hijo de puta no sabía quién era.

Rio por lo bajo, al tiempo que negaba con la cabeza.
—¿A cuántas más haz desgraciado, maldito infeliz?— inquirió con la voz quebrada —No me recuerdas, pero yo a ti sí. Hace años, hubo una niña de apenas 12, que mandaron a comprar pan una tarde de domingo.  Un maldito, a mitad de su camino de vuelta, la subió a una camioneta, condujo hasta un relleno sanitario en otro estado y la violó por horas. Después la abandonó ahí esperando que las ratas y el destino se encargarán de ella.

Mientras contaba la historia no despegó la vista de los ojos del mayor. Ahí estaba, la chispa de entendimiento.

—Me alegra que ya me recuerdes. Espero que te lleves mi cara bien grabada en la memoria.— la ira en su voz era palpable —Mi mayor deseo es que sepas quién te mandó de vuelta al infierno del que saliste.

Acto seguido, Sofía se levantó y se dirigió a la motocicleta con calma. La encendió con una tranquilidad para otra ocasión, veía con total regocijo la mirada de pánico de Raúl y como su cuerpo brillaba por la cantidad de sudor.
Comenzó a echarse de reversa con total lentitud, pudo sentir como las cuerdas se iban estirando hasta tensarse por completo, vio hermosas lágrimas brotar de los ojos del hombre atado cuando la cuerda más corta, la que iba ligada a su pene, comenzó a tirar con más fuerza de él.
Tuvo que contener las ganas de reír cuando, por fin, quedó sin miembro, finalmente se veía como el remedo de hombre que realmente era.

Pensó que este se desmayaría, más no fue así, aguantó que las dos cuerdas restantes se siguieran tensando y comenzarán a tirar. Las articulaciones luxándose, y el sonido atronador que producían, eran como música para los oídos de la mujer. Pasada una hora, sus piernas al fin cedieron, la piel comenzó a desgarrarse, se veía como la vibora que era cambiando de piel.

Fue ahí cuando Sofía no aguantó más y deseó, como nunca, llegar al final.
Pisó el acelerador a fondo sin quitar la reversa. Por fin logró arrancarle las piernas. La sangre brotaba con violencia del hueco que habían dejado las extremidades.
Ella se sentía plena, con la mente llena de una paz que no conocía desde hace 15 años.
Lo último que vió Raúl antes de desmayarse fue una radiante Sofía riendo, mientras atropellaba los miembros que le había arrancado.

Día 5 - Desmembramiento. 

Goretober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora