Día 6

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A veces parecía que, si Mía se tomara el tiempo necesario para pensarlo, parte de su destino fue manifiesto desde que sus padres la nombraron. «Mía», derivado de ser una posesión ¿Cómo alguien podía esperar algo diferente de ella así?

Solía meditar eso con más frecuencia de la que se podría considerar saludable, en especial desde que conoció a Mateo. Aún después de 5 años de relación, cada día se convencía más de que él se trataba de un verdadero regalo, tal como su nombre señalaba.

Mientras iba caminando por el super mercado, tomando lo que le hacía falta para la velada, decidió que era un buen momento para rememorar cómo llegaron a este punto, la culminación de su relación si se lo preguntaban.

Siempre se sintió extraña. A muy temprana edad entendió que esa necesidad, tan suya, de morder no era normal. Esa certeza acrecentó cuando fue creciendo y relacionarse románticamente con sus semejantes. Absolutamente todos se negaban a satisfacer si quiera sus deseos más acotados de dominación, todos querían controlarla y poseerla, pero no estaban dispuestos a lo contrario.

De tal modo, creció teniendo que controlarse a cada momento para ser lo que se suponía que tenía que ser, en cada beso tenía que mantener la cabeza totalmente fría para no morder a su pareja, a cada momento debía permanecer parcialmente ajena para frenar su deseo de poseer.

En ocasiones ha llegado a pensar que habría optado por la abstinencia sexual al cabo de algunos años más si no hubiera conocido a Mateo. Todo empezó en un foro cualquiera de la red profunda, fue el único en contestar su anuncio seriamente y no para burlarse o pedir una inversión de papeles. La propuesta era consentida por ambas partes, pero faltaba el ingrediente que frenó tanto tiempo a Mía, el amor.

Para Mía, a diferencia de otros como ella, era esencial ese sentimiento para si quiera pensar en culminar sus deseos. Por lo que, pasados algunos meses de ciber relación, ambos decidieron mudarse juntos a una nueva ciudad, Guadalajara, donde nadie los conocía.

Cada momento de estos años junto a Mateo habían sido maravillosos, aceptó gustoso ser el objeto de deseo y de posesión para su compañera. No se negó a las mordidas, ni siquiera cuando ella le sacaba sangre y comenzaba a succionarla con deseo desenfrenado, dejando marcas moradas por toda su pálida piel. No se quejó de ninguna de las prácticas sexuales que ella le solicitó, tomó su papel con total devoción, ella se convirtió en su todo, tal como ambos se comprometieron.

Mía sonreía en silencio mientras pagaba la cuenta del supermercado y caminaba a su auto con todo lo necesario para esta gran noche. Durante el camino a casa pudo sentir como su corazón comenzaba a acelerarse conforme se acercaba más a su destino. Todo su cuerpo se encontraba expectante al gran momento, lo único que lograba escuchar era el latido de su corazón retumbando con un eco impresionante en sus oídos.

Manejó demasiado rápido pero afortunadamente ninguna patrulla la vio, en especial siendo una noche de domingo. A penas pasados 10 minutos llegó a su destino, a pesar de que normalmente le habría tomado 25. Apagó el auto y se quitó un zapato, a continuación tomó de su bolso de mano las jeringas, que ya traía cargadas, para descargar su contenido en la vena más visible de su pie. Esperó un minuto antes de volver a colocarse el zapato y salir del auto con la bolsa de compras.

Cuando, al fin, cruzó el umbral de la puerta sentía con total claridad una fina capa de sudor sobre su piel, así como el sonrojo que le llegaba desde el cuello hasta las orejas.

Tras caminar un poco, pudo ver a Mateo sentado en el comedor, con la mayor parte de la cena, que constaba de la comida favorita de cada uno, ya servida. Ella no pudo ver las ampolletas de anestesia ni la jeringa que él tiró en una maceta cercana en cuanto la escuchó apagar el auto.

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⏰ Última actualización: Oct 14, 2019 ⏰

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