NICK
Royce se pasea como si nada frente a mis narices y lo único que quiero es partirle esa cara de gilipoyas de la que presume.
– ¿Qué cojones hacías con Valerie? – Exijo saber.
No me hace gracia que esté cerca de ella, que siquiera haya respirado en su dirección me pone de los putos nervios.
– Relájate tío, Soyers me mandó llevarla al hospital.
– ¿Por qué? ¿Qué le pasa?
– ¡Y yo qué sé! – Afirma esquivo. – Se desmayó.
– No te creo una mierda.
Tengo la lección muy bien aprendida. Una vez que decides depositar tu confianza en Royce Donovan, estás jodido. No volveré a caer en eso otra vez.
– Bueno, pues ese es tu puto problema. – Me desafía.
Me falta tiempo para agarrarle por el cuello de la camiseta y estrellar su cabeza contra la encimera de mármol. Siento una gran satisfacción cuando gruñe con el impacto.
– Ya me estás tocando los cojones. – Le advierto, pero no consigo inmovilizarle debidamente y con un puñetazo en la mandíbula me manda directo al suelo. Al fin una buena excusa para cargarme a este cabrón. Tenso el brazo dispuesto a alcanzar la pistola cuando Harrison me detiene.
– Eh, vosotros dos. – Intercede señalándonos. – ¡Ya basta! Tengo cosas más importantes que hacer que ver como os liáis a puñetazos. – Enuncia apartándome. – Royce, ¿has conseguido las malditas cintas o no?
– Claro. – Escupe entre dientes. – Están numeradas, 560 y 563. – La segunda es mi favorita. – Añade dedicándome una sonrisa perversa.
– Cálmate, Nick. – Murmura Harrison apoyando una mano sobre mi hombro. Me conoce y sabe que estoy a punto de explotar. – No vale la pena.
Es enfermiza y repulsiva la satisfacción que encuentran en torturar a gente inocente, y por si fuera poco, guardar las atrocidades que cometen como si de un puto trofeo se tratara.
– ¿Por qué cintas de VHS? – Pregunto intrigado. – ¿Por qué no almacenarlo directamente en un disco duro?
– Así es más fácil deshacerse de las evidencias. – Me explica mientras se agacha junto al reproductor de vídeo y trastea con los cables. Hay que reconocer que ese aparato ya es toda una reliquia.
– Viejos métodos para cubrirse las espaldas... – Observo asqueado. – Esos cabrones piensan en todo.
– Lo disfrutarás igual, no te preocupes. – Insiste en provocarme Royce.
– ¡ROYCE! – Intercede Harrison molesto. – Haz el favor de ir a tocar los cojones a otro lado antes de que sea yo el que pierda la poca paciencia que me queda.
Por suerte para él y su propia integridad física, decide hacerle caso y nos dedica una mueca engreída antes de largarse pegando un portazo.
– Cabrón de mierda... – Mascullo entre dientes tomando asiento en el suelo frente a la televisión. Me preparo mentalmente para lo que estamos a punto de ver. No tengo ni idea de lo que nos espera, pero seguro que no es nada agradable.
– Vale... – Suspira Harrison. – Vamos allá. PLAY.
Una chica de poco más de quince años permanece sujeta con correas de piel a una camilla metálica. En su rostro se pueden leer la angustia y el terror mientras se revuelve tratando de liberarse. La rodean varias máquinas a las que permanece conectada mediante cables que recorren su cuerpo de arriba a abajo. Siento náuseas al observar sus brazos amoratados por culpa de los catéteres que tiene incrustados, y de pronto me encuentro allí junto a ella sintiendo como esos alaridos me atraviesan el alma. No consigo evitar que su rostro se transforme en el de Valerie, y tengo que obligarme a apretar la mandíbula con fuerza para no salir huyendo. Ella vivió eso. Dios. Ella estuvo en el lugar de esa niña.
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ʟᴏ ǫᴜᴇ ʀᴇᴄᴜᴇʀᴅᴏ ᴅᴇ ᴛɪ
Teen FictionEs fácil marcharse lejos para olvidar el dolor. ¿El único problema? El pasado no se puede borrar, y menos cuando unos recuerdos que creías perdidos insisten en perseguirte con más fuerza que nunca. Enfrascada en la lucha contra sus propios demonios...