El aire tibio de sus pulmones se confundía con el espeso humo que expulsaban sus labios en una mezcla excitante y sensual.
Piper y yo habíamos decidido dejar volar nuestros límites esta noche. Éramos jóvenes y los negocios marchaban a la perfección. Nos encontrábamos en uno de mis tantos viajes y Kubra decidió que me merecía un descanso, lo cual agradecí por supuesto. El estrés y los nervios me tenían de mal humor últimamente y Piper era siempre mi blanco preferido. Esta noche sólo seriamos ella y yo, y aquellos cigarrillos de marihuana que Farhi nos había obsequiado. Ni bien encendí el mío todo empezó a vibrar en esa habitación.
Piper sostenía su cigarro en lo alto haciendo alarde de él mientras yo devoraba el mío con cada calada. Mis fosas nasales estaban extremadamente sensibles y alertas. Todos mis sentidos lo estaban. Mis ojos solo podían distinguir a mi mujer caminando hacia nuestra cama. Mis piernas temblaban y las manos me sudaban. En mis oídos solo podía sostener aquel sonido de mis pulmones aspirando ese humo espeso y turbio que me impregnaba a cada segundo. Y mi boca tenía el sabor del cannabis combinado con mi deseo.
Piper encendió su cigarrillo y la sola imagen de mi rubia atrevida contrajo hasta el más pequeño musculo de mi cuerpo. Mi excitación se apoderó de mí y en un movimiento rápido, pero sin coordinación alguna, tomé a Pipes de la cintura y la dejé caer con fuerza sobre la cama. Mis párpados pesaban y mis pupilas ardían por la lujuria y el humo que ya cubría gran parte del cuarto. Me incorporé sobre ella y, sosteniéndome con un solo brazo, di una calada profunda a mi cigarro para soltar todo el humo en la boca de mi rubia. Ella lo recibió gustosa e hizo lo mismo conmigo.
Aquella mezcla exquisita y adictiva nos dejó sin aliento. Mi cuerpo perdió toda la fuerza y me deje caer sobre ella en un ataque de risa mutuo que ninguna podía identificar el por qué. Nuestras risas retumbaban entre las paredes blancas y sólo podía aferrarme a su cuerpo como mi último deseo antes de dejarme llevar por la adrenalina que corría por mis venas.
Mis manos la buscaban inquietas y adoloridas. Mi respiración ya no era pausada y coordinada, sino un simple repiqueteo en mi pecho. Mis labios sedientos fueron al encuentro con su piel y solo entonces aquella droga se apoderó de mi voluntad.
Nos enredamos en una lucha frenética por desnudarnos mutuamente y tanto mis pantalones como su blusa salieron flotando de la cama para perderse en el negro suelo de mármol. Su aroma cubrió mis pulmones haciéndome adicta a él. Ya había acabado mí porro, pero sentía como mis vías respiratorias quemaban con cada jadeo que dejaba en el aire. Piper estaba ahora sobre mí y me acariciaba con urgencia. Metió una de sus manos entre mi ropa interior y me hizo suya con dos dedos impulsivos que se adentraron buscando dejar marcas en cada estocada que me propinaban. No tenía la más mínima intención de detenerla, por el contrario, mi cuerpo reaccionó a su ataque dándole total libertad sobre mi interior. Abrí las piernas aún más permitiéndome sentir cada penetración y los fluidos que mi entrepierna liberaba. Aquella sustancia caliente quemaba mis muslos hasta perderse entre sus dedos ágiles que salían y entraban de mí despojándome de toda lógica. Ya no podía mantener los ojos abiertos, la simple luz exterior me irritaba así que sólo cerré los ojos y me dejé llevar por mis sensaciones.
Sabía que el clímax llegaría en cualquier momento, pero no quería dejar ir el placer, así como así. Y entonces la escuché.
-¡¡Quiero que te corras en mis dedos Alex!!... Hazlo para mí. - su voz caló hondo en mis sentidos, mucho más que la marihuana. Y ya no pude aguantar más.
Me dejé correr en sus dedos tal y como me lo pidió hace unos segundos. Tenía la vista nublada y mis manos aferradas a las sabanas. Mis piernas se estremecían ante la sutil caricia del aire en ellas y mi mujer no me daba tregua. Salió de mi interior dejándome vacía por dentro y con ansias de más. Mis paredes internas aún buscaban aferrarse a ese sentimiento de plenitud que tenía hace sólo un momento, lo cual me llevó a sostener su mano para obligarla a continuar con su labor en mí. Ya no me importaba siquiera el dolor, necesitaba más de ella.