Zonas Erógenas

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Su cuerpo se sacudía frenético bajo mi piel y yo sólo podía sostener su mano en mis labios.

Empezaré diciendo que jamás me había puesto a pensar en esto hasta aquella tarde de lluvia donde mí rubia y yo sólo nos dedicamos a conocernos un poco más bajo las sabanas, si es que eso era posible. Y supe en ese instante que sí. Si lo era.

Estaba acariciando su cuerpo desnudo luego de haberle hecho el amor varias veces. Sudaba y aun temblaba al más ligero roce de mis dedos sobre su piel. Acariciaba sus piernas torneadas, su vientre marcado y toda la extensión de su pecho. Sus pezones se endurecían al más sutil afecto hacia ellos. Su boca abierta en busca de aire me invitaba a seguir. Su respiración se agitaba con cada caricia y yo sólo me dediqué a hacerla vibrar de amor. Estaba decidida a recorrerla completa con mis manos. Pasaba las yemas de mis dedos por sus piernas, luego su cintura, acariciaba su vientre besando su monte de Venus. Cada terminación nerviosa y cada poro de su piel me recibían gustosos. De seguro si continuara tocándola de esta manera lograría que se corriera sobre las sábanas sin siquiera haberla penetrado, y en parte ese era mi objetivo. Y por su espalda arqueada y los espasmos en sus piernas, lo estaba consiguiendo.

-Lau...ya basta! Vas a hacerme llegar otra vez. ¡Y te juro que ya mis piernas no soportan más acción! – su suplica no fue escuchada. Sólo escuché mi nombre salir de su boca, rodeado de jadeos y más humedad entre sus piernas.

Con toda la malicia posible seguí recorriendo su figura sin tocar aquella zona que ya se encontraba desbordando calentura. Me subí sobre ella motivada por sus gemidos y comencé a torturar su cuerpo ahora ya no con mis manos sino con mi lengua. Bajé hasta sus pies dedicándoles especial atención pues sabía que disfrutaba mis masajes cada que podía. Allí besé sus pies, pasando mi lengua por su empeine subiendo hasta su tobillo. Taylor sólo se dejaba atender mirándome con lujuria, respirando con dificultad. Intentaba hablar, pero mis besos y lamidas no la dejaban articular una frase coherente.

Seguí ascendiendo por su cuerpo hasta sus muslos. Allí me detuve para lograr admirar lo que mi simple toque le estaba provocando. Y se me oscureció la mirada ante tal espectáculo. Tay se retorcía de excitación y su centro ya estaba bastante mojado, tanto así que sus fluidos iban a dar directos a la cama pasando por su sexo expuesto ahora ante mis ojos. Y otra vez hice de las mías justo ahí. 😈 tomé un poco de aire para dejarlo salir justo sobre su clítoris, haciendo presión sin tocarlo. La reacción de mi mujer fue instantánea. Taylor se aferró con todas sus fuerzas a las sabanas y comenzó a sacudir sus piernas buscando acabar lo que yo había iniciado con la sutil caricia de aire tibio. Pero no la dejé. Sujeté sus piernas y volví a soplar sobre su sexo, esta vez recorriéndolo por completo. No podía apartar la mirada de su entrepierna. Era la visión más exquisita que pudiera alguien observar. Comenzó a mojarse mucho más y con cada soplido iba aumentando sus gemidos y su respiración resonaba en la habitación. Su calor estaba quemándome y mis labios ya no resistían seguir tan cerca sin saborearla. Fue entonces que, en un acto descarado, pasé mi lengua por toda su extensión de punta a punta sin dejar de capturar sus fluidos en el recorrido. Tuve que presionar sus piernas sobre el colchón para controlar sus espasmos y una vez más vino a mis oídos mi nombre, proveniente de su boca, que no dejaba de suplicar por más de mí.

- ¡Lau!! ¡Por favor! ¡Más!! ¡Necesito tu lengua adentro mío! – su voz me estremeció hasta mi centro, haciendo que mi propia excitación se dejara apreciar sobre mis piernas. Sentí como aquel líquido caliente se deslizó por mis muslos hasta mis rodillas, para perderse sobre la cama.

-Lo se Tay. – la sentí contraerse bajo mi cuerpo. De seguro sus piernas ya no resistirían muchas sacudidas más. Pero yo aún quería acabar mi recorrido.

Con mis manos sujetando sus piernas continúe mi camino. Volví a subir con mi lengua, ahora por su vientre, jugando en su ombligo y hasta sus pechos. Sabía que si solo besaba sus pezones ya rígidos de impaciencia Taylor llegaría de inmediato al orgasmo y yo esta vez quería más. Quería poder recorrerla completa hasta acabar juntas en un beso. Quería ahogar el orgasmo en su boca. Por eso tomé la decisión de ignorar esa zona sensible de su cuerpo y ella sólo pudo emitir un quejido confundido con placer. Ignoré sus reclamos con una mueca divertida y sentí sus manos aferrándose a mis mejillas.

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