Los Fabricantes de Herramientas

99 2 0
                                    

Hubo en el continente antiguo un hombre muy poderoso. Poseía la fuerza de diez elefantes, la resistencia de un árbol centenario y era tan ágil como la gacela. Pero su apariencia era engañosa. Era de complexión delgada y su estatura era ordinaria. Samai era su nombre, Samai Wanzu.

Sin embargo, la gente de su aldea, la tribu Kalasi, no lo conocía por estas cualidades, sino por su destreza en la confección de herramientas y utensilios. Desde hace diez años, la aldea pesquera de los Kalasi dependía de su trabajo para vivir cómodamente. La mayoría de cañas de pescar, cubetas, platos, cubiertos, lanzas, hachas y otras utilidades eran fabricadas en el taller de Samai Wanzu.

Desde su adolescencia, Samai se propuso ayudar a la gente con su trabajo, y construir éstas cosas para ellos fue la manera en que encontró más satisfacción. Para él, cada instrumento era una obra de arte, y como tal, cada vez que trabajaba en uno, su creatividad se ejercitaba y se recreaba su mente. Pero como instrumento, su utilidad era la prioridad y debía funcionar óptimamente. Esto nunca lo pasaba por alto.

Cinco años de práctica le dieron suficiente expertiz para abrir un taller dedicado únicamente a este oficio.

Samai no era el único en ese taller, no obstante. En él también trabajaba Arenna, su ayudante: Una joven bastante inusual, comenzando por su nombre.
Su piel era un poco menos oscura y su cabello un poco menos rizado de lo normal, además de que no lo cortaba, como acostumbraban todas las personas de la tribu Kalasi, debido al clima de esa zona.

Arenna era todo un misterio.
Se sabía que quince años atrás, el viejo Mabu, poco tiempo antes de su muerte, la había encontrado abandonada y perdida durante una de sus caminatas diarias y la había traído a la aldea. Arenna tenía aproximadamente dos años y medio cuando llegó con los Kalasi y del poco vocabulario que tenía en su raro dialecto, supo responder "So emá Arenna" cuando se le preguntó su nombre. Y de no ser por esa afirmación le habrían puesto otro nombre como "Melizi" o "Axa".

Cuando el viejo Mabu murió semanas después, la gente ya le había tomado cariño. Salawi, el guardia del jefe y su mujer, la adoptaron como su hija.

Conforme Arenna crecía, también lo hacían sus excentricidades: a los seis años comenzó a interesarse por el trabajo de Samai Wanzu y lo visitaba en su taller, observando y haciendo preguntas frecuentemente. Luego comenzó a acompañarlo mientras recorría la aldea vendiendo sus productos. A los nueve años empezó a negarse al corte de cabello, y la gente se preguntaba cómo soportaba el calor de esa manera.

Siempre fue una niña muy bien portada y simpática, por lo que era muy querida entre los Kalasi, aunque su enorme curiosidad le trajo problemas más de una vez, como aquella ocasión en que por accidente catapultó una piedrita justo a la cara de un anciano.

Cuando al fin tuvo edad para trabajar, rechazó dedicarse a cualquier cosa y fue directamente a solicitar ser ayudante de Samai. Samai dudó por un momento, pero luego supo que era la mejor opción, pues Arenna ya se había familiarizado con el oficio durante mucho tiempo, así que aceptó tenerla de ayudante.
Rápidamente, Samai se dio cuenta de que había sido una buena decisión; Arenna era veloz y eficiente manufacturando y vendiendo los productos de Samai.

Sin embargo, también era muy ingeniosa y creativa, y comenzó a tener ideas para optimizar el funcionamiento de ciertos utensilios. Al principio, Samai no le prestaba mucha atención a sus ocurrencias, hasta que un día, harta de su indiferencia, Arenna juntó los materiales para realizar uno de sus inventos: Un cuenco para cocinar, al que le agregó un palo en el borde y lo recubrió todo de resina de árbol, para evitar quemaduras al momento de preparar alimentos.
Después de comprobar su eficacia, Samai decidió comenzar a fabricarlo y venderlo, no sin antes refinar algunos detalles de calidad.

La venta fue un éxito y desde entonces los diseños de Arenna empezaron a realizarse y perfeccionarse. Las personas se emocionaban cada vez que compraban alguna cosa y se daban cuenta de que era diferente a como la conocían, pues eso significaba que sería más fácil de utilizar. Ahora Samai y Arenna eran muy prósperos y queridos por el pueblo. Los Kalasi estaban muy agradecidos con ellos y se habían ganado el favor del jefe de la tribu, el jefe Sanzi.

Las tres tribusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora