Un suicidio desapercibido. [editando]

Un suicidio desapercibido

¿Te ha pasado que te sientes sola?

Por mucha gente que este a tu alrededor dándote cariño, no lo sientes, amas, pero no eres capaz de recibir amor, y te reprochas cada maldito día los errores que haz cometido.

No hay arreglo, ni nuevo inicio, sólo un fin que te espera al lado oscuro de la habitación, y mientras te mira desafiante, y grita:

-Ven, este es el momento, en mi encontrarás la luz.

Pero dentro tuyo, muy en el fondo, aún hay una diminuta pizca de esperanza, que te indica que al otro lado de la habitación se encuentra la perdición. Tu cabeza da vueltas, se te nubla la vista, y todo duele, joder que duele. Cojes tu cuchilla y te dices a ti misma que esa será la última vez, es solo otro mal dia, mañana será mejor.

Pero te equivocas, y desechas lo poco de esperanza que te quedaba para no volver a permitir que entre más. Tu corazón se hace pequeño y el amor que albergaba poco a poco se convierte en odio, del más puro que puede haber, ahora aquellas personas a las que solías amar, las odias, por no haber estado cuando te hicieron daño, por verte sufrir y no haber movido un solo dedo, pretendieron que todo estaba bien cuando todo estaba completamente mal, porque siempre es más fácil ignorar los problemas que aceptarlos y hacer algo para solucionarlos, y tu cargaste con todo el peso del mundo mientras te estabas ahogando en tus propias lágrimas.

Te das cuenta que todo lo bueno en lo que alguna vez llegaste a creer, alegría, felicidad, todo, era una mentira, un mito, y te sientes estúpida por haber creído en eso. Piensas demasiado y te aislas porque aunque necesitas compañía, tienes miedo a que te vuelvan a dañar. De repente te odias, te odias por haber permitido que te rompieran, por haber regalado si quiera una sonrisa, por haberte permitido amar, por dejar que jueguen contigo como si fueras algún muñeco de trapo fácil de desechar, por haber sido tan frágil. Se pasan la vida entera preparandote para las cosas buenas, pero para ti son casi inexistentes. Nadie te enseñó a superar lo malo, a curar las heridas o a secar las lágrimas, nadie te preparó para sufrir.

Dejáste de usar el corazón al hablar, dañas a las personas y ya no te importa, a nadie le importa de todas formas. Odio das, odio recibes, te encuentras a ti misma en un círculo vicioso, por que a ti te hicieron sufrir, y aunque no quieras, haces sufrir también, y como hiciste sufrir te hacen sufrir de nuevo, y así sucesivamente hasta que dolor tras dolor te vuelves loca, tanto que enferma.

Oh, sorpresa, estás enferma.

Dudas de ti misma, derrepente los demonios que te asustaban cuando pequeña dejan de vivir bajo la cama y se mudan a tu mente, para enloquecerte más, quieres defenderte y sacarlos, pero eres tan estúpida que dejas que los problemas ajenos te afecten, y los demonios de otro te atormentan.

Una parte de ti quiere ser salvada, salir del maldito infierno en el que entraste ya hace años, pero no es tan fácil, no es para nada fácil. La otra parte de ti, solo quiere acabar con todo, terminar con algo sin fin, y eso, tampoco es fácil.

Has sufrido tanto que dejas de sentir, estas como vacia, el fuego no te quema ni el frío te congela, un corte no te duele y ver la sangre te satisface, te recuerda que sigues viva, o al menos, que tu corazón sigue latiendo. Tu alma está muerta, en el limbo, con asuntos pendientes y cuentas que saldar, pero tu cuerpo recibe la peor parte.

Una mujer de negro esquelética se acerca a tu puerta, la reconoces de inmediato pero ya no sientes miedo, te dice que te esperará, todas las noches, cuando el reloj de la iglesia de su último campanazo, estará bajo tu ventana, esperando que decidas bajar a sus brazos.

Tienes tanto por vivir, y tanto por sufrir también. ¿Por qué no solo saltar? ¿Disparar? Una pastilla más, una menos, ¿A quién le importa? No hay reyes, ni reinas, principes o princesas. El cuento de hadas termina. Es hora. El campanazo número once suena, y saltas.

El último campanazo termina de sonar, mientras que tu corazón deja de latir.