Capítulo 1: Un lugar desconocido

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Cuando despierto, la brillante luz que se filtra entre las cortinas, me obliga a cerrar rápidamente los ojos. Debo de parpadear un par de veces para lograr acostumbrarme. Una  a la nueva claridad. Una que parece ser inoportuna en este momento. Siento tanto dolor dentro de mi cabeza, que pareciera que va a explotar en cualquier momento. Trato de girarme para escapar de ese rayo de luz, pero mi cuerpo no se encuentra en mejores condiciones. Es como si un camión me hubiese pasado por encima. Cada intento de moverme es un suplicio para mis músculos y huesos, pero la necesidad de saber dónde estoy supera mis dolencias. Aprieto los dientes y ahogo un gemido de dolor al lograr sentarme sobre la cama. Porque sí, incluso en mis condiciones logro darme cuenta de que esto es una cama, pero una que desconozco ¿no estoy en casa? Siento que todo a mi alrededor da vueltas y hace difícil que me ubique espacialmente, además, mi vista se encuentra muy borrosa, como si estuviese en medio de una muy espesa niebla. Todo es silencioso, pero aun así escucho el lejano cantar de las aves del otro lado del cristal. Necesito averiguar dónde estoy.

Hago otro esfuerzo y consigo bajar mis piernas por el borde de la cama, aunque se sienten demasiado pesadas, tanto que pareciera que no seré capaz de usarlas para caminar, lo que hace que una ola de pánico me invada. Froto mis ojos con las manos en un intento de aclarar mi vista, pero no es mucho lo que consigo ¿Qué es lo que me está pasando? Me empujo un poco más para que mis pies lleguen al piso, uno que se encuentra cubierto por una alfombra peluda y que me hace cosquillas. Definitivamente este es un lugar en donde nunca había estado. Entrecierro los ojos para enfocarme en la puerta que se encuentra a unos pasos de mí, preguntándome si seré capaz de llegar a ella. Muerdo ligeramente mi labio. Debo de intentarlo, no podré estar tranquila hasta saber dónde me encuentro. Ni siquiera recuerdo cómo fue que llegué a este lugar. Hay una enorme laguna dentro de mi cabeza ahora mismo. Es difícil concentrarse de esta manera.

Me sostengo de la mesita de noche y obligo a mis piernas a que sostengan el resto de mi cuerpo. Gruño por lo bajo al sentir como miles de agujas se clavan en mi carne. Joder ¿Qué es lo que pasa conmigo? Mi respiración se vuelve agitada y apenas soy capaz de mantenerme en pie. Duele demasiado y es ridículamente cansador hacer este esfuerzo. De acuerdo Lorraine, no entres en pánico, solo respira y llega hasta la puerta.

Aunque decirlo es mucho más sencillo que hacerlo.

Lo que debería ser algo simple, resulta toda una travesía para mí al tener que dar un paso. Es demasiado, siento la necesidad de llorar, pero ¿Por qué? No tiene sentido, nada de esto tiene algún sentido. Necesito afirmarme de la pared para no caerme, ya que mi cuerpo pareciera pesar unas tres veces más de lo normal, sin mencionar el martirio que significa el moverme. De la cama a la puerta no hay más de tres metros y aun así me veo en la necesidad de hacer una pausa en mi trayecto. Apenas lo soporto. Estoy segura de que si no doliera tanto todo sería más fácil, pero ya estoy en esto, solo me queda avanzar y tratar de saber en dónde estoy.

Mientras me mantengo quieta le hecho otro vistazo a la habitación, una que es bastante grande. O eso creo, sigo sin poder bien realmente. Distingo siluetas más que nada. Tal vez debería haber abierto las cortinas para dejar pasar más luz. Me golpearía a mí misma, pero ya estoy sufriendo lo suficiente. Aunque también hay un aroma agradable, como a flores, un aroma que me parece conocido ¿son glicinias? No recuerdo haber visto de esas en Arcángel, aunque tampoco es época de que florezcan. Aun así, se siente tan fresco y natural, que se me hace difícil pensar que se trate solo de un perfume… es curioso.

Dejo el pensamiento de lado y continúo con lo mío. Realmente quiero saber dónde estoy. Me obligo a dar unos pasos más hasta que finalmente llego a la puerta y me sostengo de ella. Estoy exhausta, no sé por cuanto más pueda seguir haciendo esto. Apoyo la frente contra la madera y su ligera frescura me da una sensación de alivio momentáneo, el cual desaparece al darme cuenta de que llevo puesta una ropa que no me pertenece. Un escalofrío me recorre la espalda ¿de quién es esta ropa? ¿Qué pasó con mi vestido? Los pantaloncillos parecen ser de un pijama de mujer, pero la camiseta es definitivamente de un hombre. Me queda grande. Trago un poco de saliva. Las cosas cada vez se ponen peor, ahora el salir de esta habitación ya no me parece una buena idea, pero, tampoco quiero quedarme.

Bloody Fate: HermandadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora