Capítulo 7

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Las paredes color amarillo me hacen tener un antojo de un helado o una paleta de hielo sabor vainilla, sabroso sabor a vainilla. Tal vez debería de decirle a mi mamá que me lleve a la heladería, por un refrescante y sabroso helado después de mi cita con el psicólogo. Pero no creo decirle, aun estoy enojada con ella, bueno enojada no pero si decepcionada. Que tengan secretos sobre ti es incómodo y mas si es tu familia quien los tiene. Todo esto es estresante y desespera al punto de no querer comer con ellos en la misma mesa o compartir tiempo con ellos, ya nada de eso va a pasar hasta que me digan que es lo que tengo que saber estando ya grande.

– Señorita Katia – quito mi mirada de la sabrosa pared y la dirijo a la secretaria del señor Teo. – Ya puede pasar – me señala la oficina donde tengo mis platicas constructivas y alentadoras para mi vida. 

– Gracias – agradezco, tomo mi mochila y camino hacia la puerta entre abierta, antes de abrirla por completo mi mamá sale chocando contra mí.– ¡AY! Mamá, por qué sales de repente. 

– Perdóname, no tengo vista rayos X para ver qué hay detrás de la puerta – ruedo los ojos antes su explicación.– Mejor deberías de tocar antes de entrar, querida. Y no me hagas esos ojos.

– Si claro, perdón por ser tonta e intentar hacerte responsable sobre el pequeño incidente – asiento lentamente.– Me das permiso de pasar madre, gracias.

Me da el paso viendome con extrañeza por mi comportamiento, y es claro que hay algo en mi actitud que no le gusta a ella pues no acostumbro hablar así con ella. Responderle siempre fue algo que yo jamás haría y no se el por qué salió mi respuesta. La Katia de hace una semana  hubiera pedido perdón o simplemente dejarlo pasar como algo sin mucho interés.

Escuché la puerta cerrar mientras tomo asiento en el sillón. Teo termina de anotar algo en su libreta y dirige su atención a mi.

– ¡Katia! Que gusto volver a verte – se sienta en un sillón individual.– Dime, ¿Cómo has estado?

– Le digo la verdad o lo que quiere escuchar – pregunto en tono aburrido.– Digo, ya que todos escogen siempre la segunda.

— Creo que no estás de buen humor — que come que a divina, respira pesadamente.– Qué es eso lo que te tiene así.

– Nada, no tome mi jugo de naranja y me pone de pésimo humor.

– Entonces el nada está fuera de lugar – me encojo de hombros. – Me contarás lo que te trae mal – pregunta de manera tranquila.

Que paciencia tiene el señor Teo, pero es obvio, si es psicólogo la tiene que tener no creo que sea la única persona malhumorada que tiene como paciente.

Teo es un colega de mi papá, tiene 34 años y su físico aparenta los 45 años, estudiaron juntos en la universidad y trabajaron un tiempo juntos. Mi papá se fue a la clínica de la ciudad y Teo está atendiendo pacientes con niveles de locura bajos en su consultorio independiente, creo, en fin mi papá le dijo que si podía tener algunas sesiones con él para poder areglar mi comportamiento un tanto bipolar.

A Través De Mis Pesadillas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora