UN DULCE ADIOS

4 0 0
                                    

"Afirmaciones extraordinarias
requieren pruebas extraordinarias"
–David Hume– Filósofo escocés (1711–1776)

UN DULCE ADIOS

Desperté aquella fría mañana con esa frecuencia clavada en mi frente. No sabía si debía renguear puteando o aborrecerme de por vida. Aún lo escarbo bien... el portazo del taxi, la ventana del laboratorio azulejado, la caminata nerviosa hasta que por fin llegó el análisis, lo abrí y me enterré vivo. Adiós plegarias. Bienvenido a tu nueva vida: resignación galopante. ¿Ahora? Ahora sólo cavilaba en cómo iba a decírselo a ella... que pronto perderé la vista y después... ¡Y después qué! Si mis ojos marrones serán pronto ¡nublosulinos! ¿y después? ¡Y después! Si me lastimo un maldito pie, luego tendrán que amputarme alguna pierna. ¿Y después! y después viene: la puta silla de ruedas, los demorados taxis, la plausible soledad ¡de orillarme para orinar de sentado! el tener que cargar en las muletas el sufrimiento social y la consternación rabiosa que se me quitó una ración de locura, y después, por fin una muerte dulce y latente porque voy a quedarme postrado de por vida... ¡Rayos! (Me compadecía ...)

Aquellos mates con azúcar no eran nada inocentes, aquellos pedazos de tortas con crema moka, las cocas frías junto a las pizzas con anchoas, mis preferidas uvas de Monterrico, la Vitis labrusca, las frutillas con crema. ¡Qué macana! ¡Porque nunca dije: ¡que no! ¡Por qué a mis cuarenta años no sé decir que no! Ahora maquinaba como diré las buenas nuevas con estos ojos de perro faldero.

No conozco en mi historial un silencio tan inmenso que fue: reconfirmar el positivo del resultado: Glucosa por las nubes o ¡diabetes declarada! Ahora faltaba desparramar la noticia principalmente a ella, a mis amigos, a mi familia, y a mi perra Candy, que seguro no entendería lo que significa tener dia–betes, aunque si comprende: "vete". Entonces, lagrimeé como un hombre, tal vez sea el destino que merezco por cada granito de azúcar que llevo en mi maldita sangre: ¡Malditas sean todas las galletitas con chocolate chip qué me comí! ¡Los helados de la reconciliación! Y aquellas manchas rojas, lo sabía. ¿Y ahora? ¿Qué me queda para después?

Cerré mis ojos, suspiré, inspiré, caminé hasta que la vi a ella sentada con su pantalón de tigresa junto a esos zapatos incómodos que ella usa por mí, con esos ojos ajustados en los míos, monté mi mejor papel de reparto: <<Todo está bien amor, resultó negativo los análisis. ¿Vamos ahora amor, por un café con leche con dos media lunas?  Porque estoy en ayunas desde la cinco de la madrugada>> De repente me quitó el papel, forcejeamos, impedí su lectura, recuperé los resultados y la abracé en seguida: <<¿Qué te pasa amor? ¿Acaso no confías en mí?>> Sus ojos se clavaron dentro de los míos <<¡Estoy bien fuerte como un tigre!>> "¿Y las manchas de tus pies?" <<¡Hongos putos!>> ¿No vas a mostrarme los resultados? <<¡No!>> "¿Seguro?" <<Por supuesto ¿Acaso no te dije que estoy fuerte como un tigre? ¿Acaso tú no confías en mi?>>  "Si no tienes nada que ocultar, ¡Mostráme los resultados y listo!" <<Si no confías en mí, entonces será mejor que terminemos ¡Ahora mismo!>> <<¡qué?>> <<¡Lo que oíste! ¿Si no hay confianza para qué seguir?>> "¿No me vas a mostrar los resultados, amor?... <<¡No!, ya te dije los resultados>> "Mira que no te voy hacer nunca más tu flan semanal, ni tu budín de batata con peceto con salsa blanca y ni tampoco tus humitas dulces." <<¡De acuerdo! ¡Sólo hazlo!>> "¿Seguro?" <<¡Hasta la médula!>> y sonreí: <<Sí digo que no tengo nada amor, confía en mí, no te queda otra y ¿ahora vamos por un licuadito de durazno?>> "¡Quiero leer tu análisis!" <<No, termínala, no seás temática que vamos a terminar mal por tu falta de confianza ¡Ahora mismo!>> "¡Pero..." <<¡Pero nada!>>, "pero, si ¡te amo! sólo muéstramelo ¡y ya!" <<¡No! Veo que no me creés nada, encima te estoy diciendo la verdad, pero qué caprichosa>>, y le reproché que <<¡No es sano no creer en tu pareja ¿no ves qué estoy sonriente? Y te advierto que si insistís te voy a dejar en serio...>> "¿Dejarme por desear tu bien?" <<Si, te dejaré por ser desconfiada y te advierto que tus caprichos te van a traicionar si sigues escarbando!>>

Ella siguió insistiendo, perdí el quicio, y me saqué su alianza, la pateé como si fuera un penal de Higuaín y al análisis se lo tiré como una figurita por el largo pasillo del hospital y me retiré rengueando ¡Malditas manchas!

La pobre fue por mi alianza primero, llorisqueando, lo alzó y se lo calzó junto a su compañero metálico, luego fue por mis resultados... Allí, la oí representar, a mis espaldas, su gran papel estelar de La llorona. Los enfermeros prepararon un inyectable. Ella se secó con su blusa de oruga, y luego vino la consternación de sus anonadadas pupilas cuando tomó el papel, lo reabrió, lo masticó de pe a pa para confirmar sus sospechas con su pálpito tembloroso, y, el camillero, el traumatólogo, la anestesista, la nutricionista, el gastroenterólogo y hasta el enfermero de turno, también les repitieron el mismo resultado:

GLUCOSA NORMAL

Luego, se levantó con un calmante encima: "¡No tienes nada mi amor hay que festejarlo!" y se cayó de bruces, cuando vio en su mano mi anillo junto al suyo y me gritó sollozando: "No me dejes por favor, ahora creo en tus palabras" y divisé el largo pasillo de la separación...

Yo seguía marchándome de a tramos por el patético pasillo del olvido y antes de plantar bandera le grité: <<Te lo dije, te lo dije, y vos no me creíste. Ahora fuiste. ¡Te dejo! ¡Te dejo por desconfiada!>>, y no sé por qué me sentí como un granito de azúcar negra, partido en dos... Y salí del hospital como un pirata decepcionado.

Al instante conseguí un taxi: <<¡Arranque de prisa!>> "¿A dónde Señor?" <<¡A dónde se te cante la gana!>> Atónito el chófer me repiqueteó con una mirada de padre golpeador y respondió: "¡Problemas maritales señor?" <<¡Arranque por favor o le presentaré a mi suegra!>> "Está bien señor: ¡a sus órdenes! Pero tranquilícese y baje unos decibeles porque iremos a dar una gran vuelta, y no se preocupe que para vueltero soy un gran experto, y ¿sabe qué? Andar en taxi es muy terapéutico, a mi hijos los hacía dormir luego de un largo paseo, y ahora lo voy a llevar si me permite, a donde se cocinan los flanes caseros más ricos de este hemisferio" Asentí pidiéndole disculpas, y lisonjeado prendí mi tableta y comencé a escribir:

Aquella fría mañana me levanté con esa frecuencia clavada en mi frente, no sabía si debía caminar mudo o ¡Aborrecerme de por vida! aún lo recuerdo bien. La puerta del taxi, la ventana del laboratorio, el dulce adios...


"El hombre no está destinado a vivir en el paraíso"
–Jhon Updike–


HISTORIAS CEDIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora