Cap#3

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Estaba jugando en el patio con mi hermana, era nuestro lugar favorita no podía pedir nada más.

Mientras jugábamos con los insectos y la tierra apareció un vehículo muy grande del que salieron unos hombres, que empezaron a sacar muebles y cajas. Una mujer mayor daba órdenes a los trabajadores que luego empezaron a meter los muebles a la casa de mi difunta vecina ¿habían vendido la casa? ¿O solo estaban ocupando la casa por que estaba vacía?

Todo el asunto de la supuesta fuga de mi vecina se había quedado en eso, ya a nadie le importaba, pensaron que era una mujer enamorada que se fue junto con su amado. Pero yo sabía la verdad, aún así no tenía la necesidad de decir la verdad, protegería a mi madre antes que nada.

La señora dejó de gritarles a los trabajadores y se giro hacia nosotras.
—No quiero travesuras, si me molestan una sola vez llamo a la policía. —la señora no se daba cuenta de la magnitud de su amenaza, internamente sólo podía reírme, mi madre podía simplemente desaparecer la en cualquier momento, sería divertido ver a la anciana altanera... Muerta.

Me asusté de inmediato por mis oscuros pensamientos, cerré con mi puño la tierra atrapada entre mis dedos, restregue la misma en mi cara esperando que así esos pensamientos desaparezcan. Tengo miedo, eso no es bueno, lo que hizo mi madre no es bueno...

Cae la noche y llevo a mi hermana adentro, esperé que mi mamá llegara ese día pero en vez de ella llegó mi papá. Me miró por unos minutos y me sonrió, esa expresión en su rostro no era normal de ver. Se acercó a mí y con su mano derecha me dejó una pequeña caricia en la cabeza.

—¿Sabes cuanto tiempo esperé para poder verte? —me dijo con voz dulce, papá parecía distinto y sus ojos me provocaban un sentimiento de cariño.

¿Papá había sido siempre así?

¿Por qué de repente?

Sus ojos cayeron en mi hermanita, sonrió más aún, la levantó con cuidado y le dio un beso en su cabeza.

—Estas muy grande pequeña...

¿Cuando mi padre había sido tan tierno?

¿Ahora viviría con nosotras?

¿Seríamos una familia?

De repente se escuchó la alarma de una ambulancia, pasó frente a la casa, consiguiendo dañar nuestros oídos con el estruendoso sonido, dejé de prestarle atención y me giré a ver a papá, que se sujetaba la cabeza y hacía muecas de dolor, mi hermana estaba en el piso caminando si entender nada, claro que yo me sentía como ella...

Papá gritó de dolor y se empezó a sujetar los cabellos largos y ondulados que tenía —¡NO! —grito antes de caer de rodillas, sabía que algo malo había pasado, papá levantó el rostro y me miró con un distinto tipo de ojos, el tono miel de ellos se había vuelvo un café oscuro, una lagrima rodó por una de sus mejillas, se la limpio con furia y me miró con enojo ¿había hecho algo yo?

Caminó hacia mí y sujetó mi cuello, su agarre se hizo más fuerte, provocando que deje de ingresar oxígeno a mi cuerpo, mis pies dejaron de tocar el suelo sin darme cuenta, mis manos arañaban las manos de mi padre, mis pies pateaba su torso o eso era lo que intentaba. Mis ojos se pusieron vidriosos, lo último que pude ver fueron los ojos de mi madre sonriendo con malicia al verme en ese estado...

Todo se tornó negro...

***

Después del maltrato realizado a la pequeña de negros cabellos, su madre se acercó al responsable de aquello y lo abrazó por la espalda.

—¿Ahora seremos felices? —la mujer tenía tanta ilusión, creyendo que con la muerte de su hija mayor, su amado por fin aceptaría estar con ella.

—¿Que estas loca? yo no estaría contigo ni en tus sueños. —El hombre la apartó con brusquédad y miró a la pequeña niña que veía todo en silencio, estaba cansado, lidiar con la mocosa más grande lo había dejado agotado, miró con desprecio a la criatura y con asco a la mujer que aún rogaba por su amor, ¿por qué no entendía que él no era el hombre que ella amaba?

Él era consciente que sufría de un trastorno de personalidad, si bien su otro yo amaba a las dos niñas y a esa horrorosa mujer, para él era todo lo contrario, las odiaba sentía repulsión hacia ellas.

Tenían sus genes y le molestaba, en especial la mayor pues era idéntica a su madre, si embargo la pequeña era más parecida a él y por la vanidad que sentía, no sería capaz de dañar a alguien tan idéntico a él.

Salió de la casucha con el enojo a flor de piel, no quería desquitarse con aquella mujer que en realidad no tenía la culpa de que su príncipe azul en realidad sea el villano de su cuento de hadas.

Estaba decidido a irse lo más lejos posible si permanecía en esa ciudad su otro yo seguramente intentaría volver y querría recuperar a su familia.

Decidido tomó lo poco que tenía en su departamento y compró un boleto para el lugar más lejano que encontró.

La mujer quedó desquiciada en el momento de enterarse que él hombre que le había prometido una vida llena de amor, se había ido, los amigos más cercanos a él le habían contado a la pobre mujer, que ya no volvería.

Sintiendose desolada volvió a su casa y encontró dos pares de ojos mirándola, la niña más grande parecía cucaracha, por más que la maltratara, que no la alimentará, ella siga con vida... Podía pisarla mil veces pero ella se mantendría intacta. Ella era la culpable de que esto sucediera.

Cuando quedó embarazada de su hija mayor le contó la noticia a su novio quien por alguna razón en ese momento la despreciaba y odiaba, cuando en otras ocasiones había sido de lo más dulce con ella, tuvo al bebé fruto del amor que se tenían, en el momento del parto el había llegado a ver como se encontraba, estaba muy preocupado en ese momento, había vuelto a ser ese hombre dulce del que ella se enamoró, mantuvo ese comportamiento por tres años, una semana antes de cumplir el tercer año con su amado le confesó que nuevamente estaba esperando un hijo suyo, pero está vez el saltó de alegría y lo divulgó con todos sus conocidos, tenía la vida que ella soñaba al lado del hombre que amaba.

Cuando estaba por nacer su segunda hija todo cambió, él no quería ir a ver el nacimiento de la niña, aseguraba que si iba el podía volver a ser un hombre violento, pero la mujer enamorada no hizo caso y lo forzó a ir. Pero está vez el hombre no llegó a entrar al hospital. Una ambulancia activó las sirenas que alertaba de una emergencia y justo ese día el hombre no había conseguido tapar sus oídos a tiempo, y es que ese sonido era el culpable de sus cambios de personalidad.

El hombre desapareció por un tiempo y la mujer cada día que pasaba sin su amado perdía un poco de su esencia y humanidad, cayendo en la locura.

***

Fastidiada de ver a la niña aún con vida le sujeto ambos hombros y se arrodilló hasta estar a su altura.
—Es tu culpa —le dijo mirandola a los ojos. — el que tu padre se haya ido, que yo te odie, es tu culpa... —volvió a erguirse y salió de la casa dejando a ambas niñas.

AliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora