Mi perdición

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Solo quería un final felíz. Un ínsipido final felíz como el de los cuentos de hadas, uno que no se cuestiona porque todo es perfecto, porque todo es bello y brilloso y superfluo. No importa en general, el porqué quiero un final felíz; de hecho, crecí con la idea de tener un final felíz, de esos que presumes sin compromiso e incitando envidia a otras personas.

Siempre me imaginé como esas personas altas, bellas, y esbeltas. Es una lástima que no sea así. Exactamente, no tengo idea del porqué de mi desgracia, talvéz mi desgracia tiene nombre. Un nombre, que me pone los nervios de punta, que encoge mi estomago, que me provoca lágrimas de alegría y  me produce una sonrisa al mirar su rostro. 

Mi desgracia, es él...

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