II. Guardaespaldas

112 16 0
                                    

Una vez en su casa, Mark se colocó ropa cómoda. Su padre había insistido en que se fuera a vivir con él, pero se negó. No era un cobarde. Además de que pudo haber sido solamente una casualidad de un loco armado en el parque.

Se detuvo a medio pasillo. ¿Y si no era una casualidad?

Sacudió su cabeza y siguió su camino a la cocina. Se sirvió un gran vaso de jugo de manzana y suspiró, mirando la mesa de centro. Su padre había dicho que a más tardar a las 9 estaría llegando su guardaespaldas, pero ya eran las 9:10.

Negó rendido y decidió ir a dormir. Enjuagó su vaso y lo colocó en el trastero para caminar de nuevo a su habitación, pero el sonido del elevador llegando a su piso lo puso alerta.

Posiblemente era el hombre que enviaría su padre como guardaespaldas. Esperó en el recibidor y se recargó en la mesita para ver quién bajaría del ascensor.

Las puertas metálicas se abrieron y sus ojos se abrieron enormemente. Una chica.

¿Qué hacía una chica ahí?

Se enderezó en toda su altura. La chica castaña pasó e hizo una reverencia. Mark parpadeó confundido. Demonios.

—Mi nombre es Choi IseulJin— dijo la chica vestida negro frente a él. —Y seré su guardaespaldas por tiempo indefinido— pasó completamente al departamento.

La estudió a fondo, ojos avellana, piel lechosa, mejillas rosadas con pocas pecas, labios de corazón rosados, su cabello castaño amarrado en un apretado puño. Un saco negro arriba de una blusa blanca finamente planchada y un pantalón de vestir que se ajustaba perfectamente a su curvilinea figura, aunque no muy revelador. Era elegante a gritos y sencilla.

Dudaba que ese pequeño y frágil cuerpo lo defendería de un matón de 90 kilos y armado.

—Yo...— habló dudoso.

—Estoy perfectamente entrenada para derribar a cualquiera que quiera hacerle daño, Señor Lee— habló ella, su dulce voz firme y melódica. Mark se asustó un poco ante su respuesta.

¿Había leído su mente?

—No leo mentes, usted masculla lo que piensa— dijo la mujer seriamente. El chico se sonrojó y tosió sobre su puño, disimulando su vergüenza.

—Usted... He... Parece joven— dijo él, ella asintió rígidamente.

—26 años, Señor Lee— dijo ella, secamente. Mark hizo una pequeña mueca al notar el arma de fuego que llevaba atada a su muslo.

—No permitiré armas en mi casa, Señorita Choi— dijo él, endureciendo su mirada, pero ella seguía inerte, manteniendo su rostro fijo, sin emoción.

—Su padre ordenó estrictamente llevar una a todas partes —respondió. Mark negó y suspiró por centésima vez en el día.

—Le mostraré su habitación —le hizo una pequeña seña. Ella lo siguió por el pasillo hasta las habitaciones del amplio departamento. —¿No trae equipaje? —preguntó al llegar a una de las habitaciones más grandes después de la suya. Ella negó rotundamente.

—Tengo lo necesario —palmeó levemente la pistola en su muslo además de levantar una pequeña mochila en su espalda. Mark no había visto eso.

—Bien— asintió y abrió la habitación —Mañana saldré desde las 7 de la mañana— le avisó.

—Su secretaria me pasó toda su agenda, estaré con usted en cada evento —habló ella, entrando a la habitación y parándose en medio, dándole una significativa mirada a todo. De repente Mark se sintió inseguro de la decoración. Era muy aburrida a comparacion de su habitación.

—¿La... La habitación está bien? —preguntó nervioso. Ella lo miró unos segundos que parecieron eternos para asentir lentamente.

—Gracias —dijo ella, sonando más suave que antes. Mark debió haberlo imaginado, porque su corazón se detuvo un instante.

Confundido se despidió de ella y cerró la puerta para cruzar el pasillo y llegar a su habitación. Se estiró un poco para quitarse su playera y lanzarla a la silla de su escritorio. Con sólo tocar su cama cayó en un profundo sueño.

°°°°

Exactamente a las 6 estaba saliendo de su habitación, ajustó su saco y su corbata color vino para llegar a la cocina, fruenciendo el ceño al ver la cafetera usada, se alzó de hombros y se sirvió un poco de café, mezcló la leche, el azúcar y bebió de éste, haciendo una mueca al instante.

Ugh, estaba demasiado cargado.

Rendido, se bebió todo el café, tomándose su tiempo para dejar pasar la agria sensación del día pasado. Al terminar enjuagó la taza y la colocó en la vajilla. Se dirigió a la sala aunque dio un salto del susto al ver a su chica guardaespaldas en la entrada, en posición de descanso.

Parpadeó avergonzado y se acercó a ella. —¿Cuánto tiempo tiene aquí, Choi? —preguntó, esperando su respuesta.

Ella hizo una reverencia, dándole un poco de su aroma a frutas. ¿Se había bañado? Pero él no tenía jabón de ese aroma,?¿Ella había traído su propio jabón?

—Aproximadamente una hora, Señor Lee— respondió, como siempre, seca. Él se sonrojó mirando su reloj.

7:05 a.m.

Mordió su labio y rascó su nuca, avergonzado. Era su estado natural. Se sentía torpe.

—Yo... Lo siento, pensé que seguía dormida y... —

—Descuide— lo cortó rápidamente. Mark asintió y tomó su maletín del sofá para volver a ella y tomar el ascensor. La puertas metálicas se abrieron y él le dio el paso a ella, aunque se negó, dejándolo pasar primero. Mark entró, sintiéndose incómodo con ella 40 centímetros detrás de su brazo izquierdo.

Bajaron hasta la entrada del estacionamiento y caminaron hacia el auto del mayor. Un Audi TT negro cromado vibró con el seguro fuera. Mark abrió la puerta del copiloto y dejó que Choi pasar, parecía incomoda pero aceptó subir, él rodeó el auto y entró rápidamente para arrancar motores, haciendo vibrar los asientos. Mark observó disimuladamente a la chica que seguía con su mirada al frente, aunque sus ojos brillaban al ver el tablero vibrar.

¿Acaso le gustaba la velocidad?

Mark emprendió viaje tranquilamente hasta llegar a la carretera para tomar velocidad. Choi parecía inerte, aunque su cara parecía un poco divertida. Sus ojos eran hermosos y expresivos, fue ahí donde Mark supo que sus ojos eran las ventanas de su verdadero ser. Parecía una chica extrovertida fuera de su papel de chica ruda.

Si, Mark decidió que le gustaría como guardaespaldas.

My Sweet Bodyguard [Mark Lee]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora