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Rose caminaba por el pasillo que la llevaba a su oficina, allí dentro, solo se encontraba Yeji, su compañera de trabajo. Cuando la rubia entró, la pelirroja la miró con atención, honestamente la semana de Rose había sido muy agotadora e irritable, no había podido dormir bien y para rematar; Jeon le había estado insistiendo con encontrarse a tal horario en tal lugar.

Ahora, mientras Rose dejaba su vaso de café sobre el escritorio y le sonreía a Yeji, tomó asiento y antes de prender el ordenador, su celular vibró y dejó a la vista un mensaje comprometedor.

El de negro.

Te espero hoy en el teatro frente el Río Han, a las 8pm.
No llegues tarde porque sabes que no me gusta esperar.

Rodó sus ojos, dejando el aparato aún sobre la mesa. Había agendado a Jungkook de esa manera esa noche que se lo cruzó en la tienda a las doce de la ya, casi, madrugada. Y el motivo fue porque había empezado a notar que Jungkook solo vestía ropa oscura o directamente negra. Una camisa elegante, más esos jeans de vestir apretados al cuerpo, el cinto negro y a veces un zaco de vestir. Parecía que iba a un velorio cada vez que salía a la calle de tal manera, así que Rose decidió agendarlo de la única manera que sabría que lo recordaría.

Miró a su alrededor, había llegado cinco minutos antes del horario en el que ella debía de entrar, sin embargo, Yeji estaba ahí, luchando porque no lograba encontrar una tipografía exacta para realizar de una vez por todas el logo del nuevo nombre de la empresa a la que le trabajaban.

Rose trabajaba para marketshop, una empresa global que se dedicaba única y exclusivamente, a crear una nueva imagen a las empresas o emprendimientos recién sacados a la luz. Era una empresa de diseño gráfico, que pagaba bien ya que no mucha gente solía estudiar aquello porque lo consideraban una perdida de tiempo. Rose no lo estudió solo por el dinero, había estudiado la carrera de diseño gráfico por varios motivos y uno de ellos era; sacar su propio libro y diseñar ella la portada de los ejemplares que saldrían en físico.

Loco, ¿No?

Era un sueño que Rose veía lejano, pero no imposible.

Sin despegar su vista del ordenador, apagó el móvil, dejándolo sin la posibilidad de que alguien intentará comunicarse con ella. El ordenador se prendió y le dió la bienvenida con la típica frase motivacional de todos los días. La rubia sonrió, abrió su perfil y empezó a trabajar. Honestamente, a pesar de que su semana había sido angustiante y muy agotadora, trabajar le sacaba el estrés de encima. Era raro, sin embargo, era su cura. No podía estar en casa sin hacer algo productivo y es por eso que le gustaba trabajar.

Aparte, le gustaba darse con los gustos cada vez que cobraba su mensual. Ayudaba a sus padres con la renta de la casa y cuando le sobraba dinero, ayudaba a Jimin con algún gasto de la facultad. No le sobraba, sin embargo, gracias a su compromiso y dedicación; nunca le faltaba.

La mañana le pasó volando, a la hora del almuerzo, Rose decidió quedarse en la oficina y terminar con sus pendientes. Prendió su celular y se llevó con la grata sorpresa de que Jungkook la había estado llamando, incluso, tenía llamadas perdidas de Jennie y de un número desconocido. Iba a llamar a su mejor amiga, pero el ruido de unos zapatos tocar el piso llamaron su atención, y consigo, el grito de uno de los secretarios que al parecer intentaba retener a la persona que había tomado la decisión de caminar sin problema por los pasillos que claramente, no estaban abiertos para el público solo para el personal.

Rose miró al pelinegro ingresar por la puerta y sintió sus manos heladas. Choi Taesoon, corría por detrás, con una planilla en sus manos.

— Ya le dije, señor. Que esta es un área únicamente abierta al personal, necesito que se retire —el chico exigía sin ser hiriente, se tocaba el vientre con una mano y la otra tenía la libreta abrazada a su cuerpo. Inhalaba y exhalaba pesadamente, quizás había corrido mucho.

Jungkook dio una mirada rápida al lugar, luego, hizo contacto visual con la rubia que se encontraba sola en la oficina. Y por último, miró al secretario, quién se recompuso en cuestión de minutos.

— ¿Cuánto vale tu silencio?

La pregunta dejó a Rose y Taesoon con el cuerpo erizado. ¿Así de fácil era para él? Callar el silencio con dinero y ya.

— Creo que se está equivocando —Taesoon sonó alterado—. Necesito, por favor, que se retire sino hablaré a seguridad y lo sacarán a la fuerza.

— Llámalos. —Jungkook lo reojeo con la mirada, luego, se acercó a Rose, quién lo miraba sin expresión alguna—. ¿Por qué no respondías mis mensajes?

La rubia suspiró.

— ¿Acaso no ves que estoy trabajando? —apretó sus labios molesta—. Deberías de irte, este lugar no es autorizado para que ingresé el público.

— Soy el dueño de esta empresa, puedo decidir cuándo entrar y cuando no.

La respuesta de Jungkook, le generó una inquietud al muchacho que se encontraba llamando a la autoridad. Apagó el teléfono que usaban el personal y se quedó mirándolo estático. Rose, en cambio, suspiró asustada. Lo último que le faltaba era que Jungkook fuera su jefe.

— ¿Y el CEO? —Tae cuestionó abrumado—. ¿Él quien es aquí?

— Solo me está cubriendo, sabe que odio hacer papeleos y estar sentado detrás de la oficina —Jungkook respondió a la pregunta mientras sonreía—. Ahora, agradecería que se retire por unos minutos, necesito hablar con la señorita.

El chico asintió, disculpándose mientras hacía una reverencia y se fue del lugar. Las puertas fueron cerradas, Rose desvió su vista a los ojos de Jungkook, los mismos que la miraban con un brillo extraño.

— Necesito hacerte una consulta —el pelinegro, se sentó en la silla que estaba al lado del escritorio de Rose.

— Dime...

— Este fin de semana tengo un casamiento —empezó a hablar, mientras jugaba con sus dedos—. Y no quiero ir con mi abuelo, ¿Quieres venir conmigo?

Rose inclinó su cabeza hacia un costado, como un cachorro, Jungkook sonrió internamente por aquel acto.

— ¿Viniste aquí para consultarme eso?

— No. —Jungkook suspiró—. Vine también para llevarte a comer, sé que te salteas el almuerzo.

La rubia rodó los ojos.

— Y si me llegas a decir que si, te comprare el vestido que gustes para ir ese día de la boda.

— ¿Y que más? —Rose quizo sonar desinteresada, pero honestamente, la única respuesta que quería escuchar era la de; te dejaré de molestar por una semana o quizás por dos meses.

— Y dejaré de escribirte por cualquier estupidez que se me crucé en la cabeza.

Rose río, desviando su vista hacia el ordenador. Apagó el monitor, luego, guardó su celular en su bolso.

— ¿Y bien? —kook consulto ansioso, mientras observaba los movimientos de la rubia.

— Vamos antes de que termine mi horario del almuerzo —la chica se puso de pie—. Y por cierto, no me molesta que me escribas, me molesta que me des órdenes o no consultes si tengo planes antes de obligarme a juntarme contigo.

Jungkook asintió con la cabeza, siguiéndole el paso, antes de salir de la oficina, le tomó la mano para obligar a que la muchacha se diera vuelta y lo viera. Hicieron contacto visual, luego, Kook suspiró antes de soltar su última palabra antes de llegar al lugar que iban a almorzar.

— Discúlpame, Rose. No volverá a suceder, lo prometo.

A ciegas | pkrs ;; jjkkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora