Recordatorio: Final del segundo libro

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Os dejo un recordatorio de cómo acaba la segunda parte para refrescar la memoria:

Uno resonó en todo el lugar, y nuestro refugio se vio amenazado por color pastel del rayo en el cielo amatista nocturno. En el momento en que cayó el rayo, me pareció ver a La persona encapuchada sentada en la mesa de escritorio. Los tres cuervos estaban en lo alto de la estantería. Desaparecieron junto con él. 

—¿Lo habéis visto? —señalé los sitios donde estaban hacía un momento. Todos asintieron asustados.

—Morfeo, ¿No decías que este lugar era seguro? —preguntó David buscando una respuesta.

—Y lo es —confirmó Morfeo mirando de reojo a David.

—Chicos... —empecé indicando con el índice la luz que parpadeaba.

Todos nos concentramos en la misma dirección. Las luces de la habitación amenazan con dejarnos sumidos en medio de la oscuridad. Se ponían de acuerdo con los rayos, ya que cuando uno caía también lo hacía una luz. En nada, solo quedaban dos.

—Pongámonos todos juntos. Espalda contra espalda —indicó Morfeo—. Preparaos para lo que sea que esté por venir —prosiguió con los ojos bien abiertos ante cualquier movimiento.

Tal y como dijo Morfeo, nos pusimos todos formando un círculo, de manera que cada uno mirara para un lado y pudiéramos estar al tanto de nuestro alrededor por completo. Emily y Daniel estaban a mi lado. Al lado de Daniel, Morfeo. A la derecha de Morfeo, Víctor y David. Y por último a la izquierda de Emily, Mar y al otro yo.

De un espejo que había en el fondo de la habitación apareció  La persona encapuchada observándonos de frente con dos cuervos, uno a cada uno de sus hombros, y el tercero encima del sombrero. Cuando una de las luces que se mantenían encendidas se apagó volvió a desaparecer. Solo quedaba un pequeño destello de luz.

Nos quedamos  en silencio y atentos al mínimo cambio que pudiera suceder en la habitación.  El corazón sentía que se me iba a salir del pecho. Sabía que La persona encapuchada estaba al acecho desde algún punto que la oscuridad le ayudaba a camuflarse. ¿Qué estaba planeando? Nos tenía acorralados y aislados en la habitación más alejada de El Castillo de Morfeo.

Podía notar como los demás estaban tensos, aunque los veía medio borrosos por las sombras de la noche y del temporal. 

Las vidas pasadas que había vivido tenían un transfondo tétrico y sombrío, en comparación a las primeras que tuve, cuando supe que los sueños eran reales. La pequeña habitación era lo que nos mantenía más apartados de los cambios metereológicos formados por La persona encapuchada y que, poco a poco, había absorbido Los Jardines de Morfeo. También, la misma persona que se había filtrado en el túnel La persona encapuchada y que, por alguna razón que desconocía, había hecho que Emily entrara en una especie de inconsciencia. Por no hablar que se había colado en La sala de seguridad y había manipulado el vídeo de la cámara de La sala principal que se veían los dos seres extraños y se coló un trozo de tela blanca larga.

Otro rayo eléctrico cayó e inundó la habitación con su presencia, adquiriendo un tono amatista. Justo entonces, La persona encapuchada se reflejaba en la ventana. Caminaba atravesándola con los tres cuervos detrás. Cuando acabó de cruzar todos los cristales que la formaban, la luz restante se apagó, y con ello, las esperanzas.

—¿David? ¿Víctor? —pregunté a la nada. No obtuve respuesta.

Estábamos a solas en la oscuridad. No oía a ninguno de los demás. ¿Dónde estarían? Sabía que cerca de mí tenía una estantería; la intenté palpar para sentirme algo más segura.

Fuera quién fuera, no debía, al menos, que notara que tenía miedo. Buscaríamos respuestas y encontraríamos la forma de acabar con ello y volver a nuestro mundo.

—¿Daniel? ¿Morfeo? —volví a intentarlo. Nada—. ¿Emily? ¿Mar? —pregunté por tercera vez sin éxito.

¿Dónde estaban todos? Se los había llevado la oscuridad, tal vez, pero de aquí no se podían ir ya que estábamos encerrados. Tampoco se había escuchado romperse ningún cristal, y no podía bajar de lo alto que estaba la habitación.

—A... —solo se escuchó una letra. No era más que un susurro, así que no sabía si pertenecía a un hombre o a una mujer, joven o mayor.

De repente, algo subió bastante de altura. Me sentía más observada que nunca. Unas llamas rojas se encendieron a cada uno de los lados del asiento alto. Los cuervos residían en los alrededores de los fuegos Espera, esto me sonaba de algo. Mientras había estado en el túnel, una de las veces La persona encapuchada había subido con su asiento alto, y la situación era igual que esta. ¿Había visto lo que estaba por pasar? ¿Un presagio? No había otra.

—Alaya... —se volvió a escuchar la misma voz en forma de susurro. Se me coló hasta los huesos y se me puso la piel de gallina. Tampoco podía descifrar el sexo ni la edad.

Un rayo eléctrico iluminó la habitación con su color violeta, y fue entonces, cuando vi a los demás y como La persona encapuchada se quitaba la máscara. Ese mismo rostro que tanto me había me había tranquilizado, me había hecho reír y que cuidaba de mí, o eso pensaba.

La persona encapuchada que ahora se había quitado la máscara y podíamos ver su verdadero rostro por primera vez era... Daniel.

El pasado de AlayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora