Capítulo 4: Encuentros.

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Perdidos entre el roce de sus bocas, del sabor entremezclado de su saliva, compitiendo por hacer que el otro tambaleara en voluntad. Gloriosas fueran sus manos con experiencia que se deslizaron trazando caminos ardientes sobre la piel contraria, dejando marcas en los lugares correctos, proporcionando placer cuando era adecuado, y dejando todo a la mitad solo por el placer de ver la frustración en el ajeno. Maestría en sus labios que se deslizaban sobre la piel ajena buscando las zonas sensibles que se podrían explotar, a la par que sus dientes jugaban con la perceptiva dermis ajena. Marcas numerosas que se iban trazando en medio del frenesí extendido.

—Maldición —observaba la maestría de esa lengua sobre su hombría, el deslizar lento que solo lo dejaba con ganas de más—. Usa... tu boca —jadeó desesperado.

—No.

—Carajo —gruñía en medio de su visión nublada por el deseo de penetrar esa boca.

—No quiero... que te corras todavía.

Desesperación por el juego infinito que decidieron entablar. Manos que intentaban que el otro sucumbiera al orgasmo, la lengua que hacía su trabajo en el pene que escurría pre semen, las miradas retadoras que se dedicaron antes de que su calor corporal les exigiera un ganador, porque ya no querían aplazar más la necesidad ardiente de romper al otro.

Fue divertido, lo siguió siendo cuando enredaron sus piernas para juntar sus erguidos miembros, mover sus caderas, besarse entre jadeos y gemidos dados por sus graves voces. Mordidas desesperadas, las uñas que marcaban la piel del otro, y sus manos masturbando al contrario. Era la gloria morbosa acunada en la mirada del desconocido.

Tuvieron su primer orgasmo al mismo tiempo y soltaron un suspiro lleno de satisfacción.

Pero no bastaba, no bastaría jamás.

—Auch —siseó con los ojos cerrados ante el escozor en su cuello—, sin marcas.

—Así no es divertido —risas bajitas entre jadeos.

—Eres imposible —correspondía con su propia carcajada.

—Así te gusto, ¿no?

—Me vengaré entonces —apuntó a sus dientes—, y puede ser satisfactorio para ambos.

El juego previo era solo eso: un juego. Porque lo que ellos buscaban era el sexo completo, hundirse en la gloriosa sensación de la estimulación corporal a través de la unión de sus cuerpos. Entre miradas, caricias, gemidos acrecentados cuando descubrieron que sus miradas expresaban el mismo fuego ansioso por deshacerse en su segundo orgasmo compartido, decidieron que debían ponerse serios. Muy, muy serios. Pero aun así siguieron riéndose cuando podían respirar tras liberarse de los labios prisioneros.

—Si lo haces mal —sonrió con prepotencia—. Te lo haré pagar —tragó la saliva que se le acumulaba en la boca.

—Lo sé, lo sé —rio bajito.

—Con esa carita que tienes —sostuvo las mejillas del castaño entre sus dedos—, no creí que la pasaríamos tan bien.

—Tampoco lo creí —se acercó para besar al azabache—, pero supongo es algo sobre la conexión.

—¿Acaso crees en eso? —deslizó sus manos hacia la nuca del castaño para acercarlo más.

—Sí —sonrió—, es lindo esperar que algo así suceda.

—Mejor cállate y sigue, niño.

Así lo hizo Tsuna, porque Reborn no era el único desesperado en ese momento. Sintiendo que su pecho estallaba ante los latidos desacompasados de su corazón. Ardiendo en el deseo dado por las largas semanas teniendo sexo telefónico con un desconocido. Sintiéndose libre de ser lo que era, de ceder ante la lascivia guardada en el fondo de su existencia por miedo a asustar a su pareja. Con la autorización de dejarse llevar y de disfrutar también. Se perdió en los placeres del sexo.

Musa anónimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora