Capítulo 9: Vínculo.

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—No puedo creer que te hayas dejado engañar así de fácil —Gokudera miraba mal a Yamamoto—. Mira lo que ocasionas —desvió su mirada hacia la cama de hospital, donde un castaño reposaba.

—Reborn dijo que le llevaría la medicina —suspiró mientras rascaba su nuca y se despeinaba frenéticamente—, y yo tenía que irme de urgencia.

—Imagina si esto hubiese acabado peor —refunfuñó antes de golpear la cabeza del azabache—. ¡Pudo ser como en la preparatoria! —intentó no gritar, solo susurrar más alto.

—No creo. Tsuna era más joven y sin control en ese entonces.

—¡No se había inyectado el medicamento! —lo zarandeó con fuerza. El estrés acumulado en esas largas horas no ayudaba, tampoco el hecho de que no durmió en toda la noche.

—Pero terminó bien, ¿no? —respiró profundo—. O eso creo.

Ellos eran la única familia cercana que el castaño tenía, por eso se hallaban velando por la salud del mismo, quien había sido internado en un hospital para estabilizarlo y curarle las heridas que portaba. Fueron ellos dos los que entraron en un ataque de pánico cuando un tal Colonello, amigo de Reborn, los contactó para contarles lo sucedido. Fueron unas horas muy tensas mientras esperaban la evaluación médica, un par más hasta que les autorizaran a ver al castaño, pero ahora ya todo estaba bien. Al menos en un cincuenta por ciento.

—¿Gokudera-kun? —preguntó el castaño cuando abrió los ojos y diferenció dos siluetas—, ¿qué haces en...?

—Tsuna-san —suspiró aliviado, casi llorando porque su corazón al fin se calmó—, me alegra que despertara, pero intente no moverse demasiado.

—Sí, Tsuna —acotó el azabache—, los médicos dijeron que te dislocaste el hombro y que tu muñeca está un poco dañada. Además, hay que evaluar si tienes esguinces o desgarres.

—Yamamoto —tosió suavemente—, dime que me atropelló un camión —se quejó.

—Pues... —se rascó la cabeza—, no.

—Tsuna-san, ¿no recuerda nada? —añadió el albino.

—Desearía no recordar muchas cosas —tragó en seco antes de restregar sus ojos—, pero lo hago en partes.

Para Tsuna fue como en la preparatoria, donde despertó en una clínica con su madre a un lado y su padre al otro. Tenía miedo de preguntar, por si la situación sería tan grave como en aquella ocasión, hace tantos años. No quería volver a enterarse que le rompió la nariz a dos alumnos y el brazo a otro, además de haber causado daños materiales y emocionales a varias personas. Sería una horrible experiencia traumática, por eso se quedó callado, escuchando lo que sus amigos intentaban relatarle, y coordinando la realidad con algunos regaños.

—Solo quiero saber si herí a alguien —suspiró cuando pudo sentarse y beber agua.

—No —Yamamoto le palmeó la espalda—. Bueno..., en realidad sí —Tsuna se quejó—, pero tranquilo, no fue grave.

—¿A cuántos?

—Según Lal-san, a un pelotón de novatos de la milicia —Gokudera se encogió de hombros—, estaban entrenados así que pudieron con la pelea.

Tsuna tenía pequeños recuerdos de eso, pero había algo más entre tantas cosas. Porque escuchó la voz de Lal exigirle que se detuviera, la agresión de otros chicos que no eran los primeros a los que enfrentó, a Colonello intentando atraer su atención usando sus feromonas, y muchas manos que lo separaron de algo que él no quería soltar por nada del mundo. Sabía que le estaban ocultando algo más, y su memoria aun no quería colaborar.

Musa anónimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora