Capitulo IIIAmy estaba aún en el sofá, suspirando, soñadora, mientras veía una foto de Nick, en la que sonreía a la cámara con su uniforme médico. Los uniformes hacían algo en las chicas, y Amelia no era la excepción. Casi se cae del sofá cuando escuchó el timbre. Sabia que era su padre, y lo comprobó al echar un vistazo en la mirilla. Se emocionó como siempre y abrió la puerta rápidamente. Albert, era mucho mas alto que su hija, pero eran parecidos, muy a pesar de su madre; los dos se abrazaron un poco torpemente, pues su papá tenia la pizza en las manos.
―Hola, princesa.
Amelia le devolvió el saludo, y lo dejó pasar. Albert dejo sus cosas en el recibidor, y se encaminó, con la familiaridad suficiente, a la cocina para disponer todo para la cena. Aunque eran muy cercanos en la actualidad, no siempre había sido así. Su padre era un escritor de libros de misterio, y de guiones para películas de terror o thrillers psicológicos. Amy había nacido en un hogar que estaba roto desde que tenia memoria.
Nació en el estado de Nueva York, pero pasó sus primeros años de vida en Filadelfia . Y su padre, aunque tenia las mejores intenciones de mantenerse cerca, se había mudado pocos meses después a Los Ángeles, dejando a su madre prácticamente sola, aunque siempre las había apoyado económicamente. Las visitas eran frecuentes, les había costado a los dos aceptar que no había futuro para una relación, más que la que tendrían por siempre como sus padres. Y empezaron las mudanzas desde entonces.
El trabajo de Alicia siempre la había obligado a viajar, pero inevitablemente le seguían la pista a Albert. Para Amelia, cuando veía a su padre, era como ver a su superheroe favorito. Y a Albert se le ocurrió una buena idea para conectar de una forma u otra con su pequeña, cuando no estuviesen juntos. En cuanto aprendió a leer, le regaló su primer libro. Lo leyeron al tiempo, y al terminar, se escribían, al principio por cartas, asistidas por Alicia, y cuando Amelia tuvo acceso al correo electrónico, intercambiaban opiniones por allí.
Y así, Amelia y Albert, habían llegado a un nivel de confianza, que había hecho a su hija confesarle que quería ser escritora, a la tierna edad de doce años. Cuando estaban en los trámites para irse a California, su papá le había prometido que cenarían una vez por semana. Como estaba trabajando en una serie televisiva basada en uno de sus libros, estaría en Los Ángeles a largo plazo.
Al estar más cerca, la conexión entre padre e hija se volvió más profunda. Por eso, aunque para sus amigos esto era un viernes aburrido, Amelia atesoraba estos días.
Mientras su padre buscaba los platos, la bebida y los vasos, Amy se dispuso a colocar la película. Encendió el televisor de pantalla plana que se encontraba en medio de la sala, encima de una mesa llena de fotos de su madre, antes de quedarse embarazada. Era el rincón de Alicia. Amelia adoraba esas fotos.
Colocó la película en pausa, para ir a ayudar a su padre a traer todo, rápidamente, pues ya tenía hambre. Cuando todo estuvo dispuesto, abrieron la caja de pizza de pepperoni de Martinos, su restaurante italiano favorito del área.
―Parece prometedora. ― Amelia se río pues su padre parecía mortalmente serio ― ¿Qué?
―Es una película de bajo presupuesto de Adam Sandler, no podemos esperar mucho ― su padre soltó una carcajada a la que Amelia se le unió.
―Nunca subestimes una película, Mely. Vamos con mente abierta.
En cuanto comenzaron a comer y le pusieron play a la peli, se rieron casi hasta el final. No es que fuese la película mas sorprendente del mercado, pero los divirtió. Su padre le dio la razón a Amy en cuanto pasaban los créditos y recogían los restos de su comida.

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SOUVENIR
RomansaAmelia no estaba esperando enamorarse de una persona que estaba a kilómetros de distancia. ¿Cómo pueden las palabras llenar su corazón de tal forma, que ya no existe nada más? ¿Cómo puede desear a alguien a quien nunca ha visto? Cuando el amor te so...