Capítulo 2

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"Nuestro carácter nos hace meternos en problemas, pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos". Esopo (S. VII a. C. – S. VII a. C.) Fabulista griego.


—Creo que se les olvida algo... —dijo el gobernador mirando con ínfulas a los dos legionarios —quién realmente manda aquí soy yo por si no se han dado cuenta. Y no lo olviden porque ninguno de ustedes está en disposición de decidir nada en este asunto. Trabajarán juntos y no se hable más... —dijo Décimo Valerio fingiendo una actitud arrogante frente a los dos soldados.

     No había pretendido que todos los presentes apreciasen la animadversión existente entre aquellos dos pero el conflicto entre ambos iba subiendo de tono. Toda la culpa recaería en ellos cuando no averiguasen nada y aquello fuese un completo fracaso. Jamás se había sentido Décimo Valerio tan humillado como el momento en que comprendió que Roma anteponía la opinión de una mujer a su buen juicio. Pues les demostraría que estaban equivocados ninguna mujer era tan lista como para saber más que el propio gobernador de Emérita Augusta.

     Paulina desvió la mirada de Clemente hacia el suelo y sin medir las consecuencias de sus palabras volvió a aseverar:

—No necesito a nadie a mi lado, yo sola me basto...

—¿Desde cuando una mujer puede opinar en asuntos de hombres? ¿Es que acaso Roma... —preguntó Clemente al emperador interrumpiendo a Paulina.

—Desde que incompetentes como tú no saben realizar su trabajo... —contestó Paulina interrumpiéndolo a su vez y quedando su voz por encima de la de Clemente.

     Paulina lo observó por primera vez detenidamente. El soldado tenía un aspecto desgreñado, llevaba el pelo recogido atrás con una cinta de cuero y con una poblada barba ocultaba la mayor parte de su rostro. Era alto, más que ella aunque eso no era nada raro, dada su estatura. Cualquiera podría sobrepasarla en altura. Ese era uno de los puntos fuertes de aquel hombre, su presencia imponía pero no podía disimular el aire de soberbia que desprendía por todos los poros.

     Pero si había algo destacable en él eran sus ojos, tenía una penetrante mirada a pesar del desprecio y el orgullo herido que veía en ella. Sus ojos marrones tenían un matiz que nunca había apreciado en nadie, le recordaba el color de los valles de su tierra natal. Pero su aspecto enfermizo le delataba, sin duda debía haber conocido tiempos mejores, era evidente que esa herida, la inactividad y la falta de entrenamiento le habían pasado factura. Sus piernas no estaban musculosas, de hecho parecía que no podían ni mantenerle de pie.

     Clemente se quedó mirando fríamente a la exploradora, no daba crédito a su atrevimiento. Jamás una mujer le había hablado de ese modo y mucho menos delante de nadie. Y esa que tenía enfrente, le había calentado la sangre con tan solo una maldita frase. Sin pensarlo y olvidándose del dolor de la pierna, dio un paso adelante dispuesto a cerrarle la boca a la maldita zorra.

     Paulina observando como aquel soldado daba un paso más y se dirigía hacia ella, no con muy buenas intenciones, sonrió. Debía reconocer que era osado para atreverse a enfrentarse a ella en esas condiciones, así que con un tono de voz bajo agregó:

—Yo de ti no lo intentaría..., si quieres continuar vivo claro está, pero si lo que deseas es que te rompa la otra maldita pierna, acércate un poco más y descubrirás de lo que soy capaz. Las mujeres podemos hacer otras cosas a parte de aguantar a inútiles como tú...

     Clemente decidido a acortar la distancia que lo separaba de ella se detuvo, aquella sinvergüenza llevaba razón. No estaba en condiciones de hacer frente a nadie, un mal golpe en la herida y las consecuencias serían desastrosas pero no podía permitir que le hablara de ese modo delante de nadie.

EMÉRITA AUGUSTA @ 4 SAGA CIUDADES ROMANAS (COMPLETA).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora