Borja: La pequeña lobita

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Borja

Prado, árboles alrededor y una pequeña lobita correteando por el pasto. Mi hija ya tiene tres años, pero domina el arte de cambiar de forma más rápido que cualquier lobo normal. Me impresiona la capacidad en que su poder y habilidades van en aumento. No sé si estoy emocionado por el orgullo que me genera o asustado por su seguridad y el control de ese poder.

Tayara cambia a su forma humana y corre hasta mí, donde estoy sentado, en el pasto. Ella me entrega una flor y le sonrío, la guardo, entonces me levanto del suelo, para ponerle su remerita.

—No tomes frío —le aclaro.

—¡Soy fuerte! —Alza sus manitas.

Sonrío otra vez.

—Hasta los fuertes se enferman.

—¿Tas nojado? —Ladea la cabeza.

Me río.

—Claro que no ¿Me ves enfadado?

—No —Se señala su ojo y su cabello negro cambia a blanco por un momento —, lo veo.

—Así que estaré enojado —Me percato de su poder de guardiana.

Mi nariz se mueve y olfateo ese deleitante olor, así que alzo la vista, visualizando a Agatha venir en su forma femenina, con ese vestido largo y negro de bruja.

—¿Y? —Sonrío —¿Cómo estuvo el almuerzo?

Rueda los ojos.

—Pasable, suponemos —responde.

—Te dije que las personas sufren solas, no hay necesidad de alimentarse haciéndolas sufrir ¿Probaste ir al cementerio, cierto?

—Sí, sí —expresa estando arisca —. Solo lo hicimos porque no quedó de otra, no queremos alertar a los cazadores —Luego mira a Tayara —. Y tú, vuelve a nuestro universo —Abre un portal.

—No quero —La niña corre detrás de mí y se esconde —. Me gusta el pasto —Le saca la lengua.

Agatha pone las manos en sus caderas.

—No es momento de berrinches, hay que irse.

—Déjala un ratito más —le aclaro —. A los lobos nos gusta estar en contacto con la naturaleza.

—No es cuestión de tradiciones y sensaciones de tu raza, Borja. Esto se trata de su seguridad, te lo hemos dicho miles de veces.

—Lo sé, pero no puedes dejarla encerrada eternamente —Alzo una ceja.

—Y tú no puedes retroceder en el tiempo su memoria cada vez que ve algo trágico. No sabemos quién la sobreprotege más, pero nuestro universo es enorme, no está en una caja pequeña y no se compara con el pastito. Es mucho más seguro.

—Yo solo quiero que esté feliz.

Se cruza de brazos.

—No sobrevivimos de la felicidad —habla de su raza.

—¡Dejen de discutir! —grita Tayara alzando sus manitas.

Unos rayos se le escapan y los tenemos que esquivar. Las luces eléctricas golpea el suelo, entonces se forma un agujero enorme en el piso.

Las voces se ríen.

—¡Eso es más destructivo que nosotras!

—Cierto —digo serio —, tu energía no rompe el suelo, ¿o sí?

—Depende —Se lo piensa —. Bueno a menos que usemos un hechizo, pero no, no así con esa naturaleza —Sonríe ampliamente —¡Que divertido!

Voy a responderle animado cuando vuelvo a olfatear algo, así que frunzo el ceño.

—Creo que nuestra discusión quedará para después, lleva a la lobita a tu universo.

—Es nuestro —me corrige, entonces me río.

—Hay cosas que nunca cambian.

—Pero papi... —expresa Tayara y hace puchero —no quero.

—Ahora no cariño, ve a donde diga mami —le aclaro viendo a los cazadores a lo lejos.

Agatha abre otro portal y la pequeña corre a adentrarse en este.

—Bueno... —dice mi compañera una vez que nuestra hija está a salvo —ahora sí podremos alimentarnos del sufrimiento provocándolo, esto sí será delicioso.

Me río.

—Tú siempre me vas a llevar la contraria, ¿eh?

—Siempre —repite con una sonrisa bastante amplia.

Agatha aprovecha para golpear al primer cazador que se acerca, luego lo lastima y se alimenta de su sufrimiento, mientras yo ataco al que sigue. Deja de herir al primer hombre, entonces se prepara para pelear con los demás.

—¿A qué golpeamos a más que tú? —me provoca.

—Eso lo veremos.

Ella lastima a la misma cantidad de cazadores que ataca cuando salen sus ocho patas de su espalda, esas cabecitas arrancan partes de cada cazador. Detengo el tiempo de algunos y con mis garras corto el cuello de varios por un momento, vuelvo el movimiento a la normalidad, entonces observo a Agatha.

—Perdí la cuenta —le aclaro.

—Nosotros también.

Me río.

—Dejémoslo en empate.

—Por ahora —se limita a decir.

Olfateo de nuevo a alguien más, pero esta vez es solo uno. A lo lejos visualizo a una cazadora, con el pelo castaño muy largo, lacio y suelto, tiene una armadura pegada al cuerpo en algunas partes, un dispositivo tecnológico en el rostro, además de una extraña arma de bazuca. Parece que puede introducir jeringas allí.

—Hemos vista a esa mujer antes, nos atacó la otra vez —me aclara Agatha —. Tiene algún tipo de líquido que nos debilita, no sabemos cómo ni por qué, pero esa arma es peligrosa.

—Entonces yo me encargaré de ella —Me pongo delante.

—Cuidado, esa mujer viene preparada.

—¡Borja, Voces! —Se acerca hasta nosotros la castaña —¡Monstruos de nivel superior, entreguen a la niña, y esto será menos doloroso!

—¿Cómo es que sabes de la especie de Agatha? No debería haber ni información sobre ella —expreso indignado.

La mujer sonríe.

—Tarde o temprano todo se sabe, más si eres un buen cazador —Alza su arma contra nosotros —. Oh que descortés soy, no he tenido la oportunidad de presentarme, mi nombre es Nazhira, y estoy muy interesada en el potencial de su hija, los felicito, ahora resignense a morir.

—Hablas mucho —dice mi pareja y veo arañas por todo el suelo, luego sonríe —, mientras lo hacías nos tomamos la libertad de salir.

—Mierda —exclama la chica y de su espalda saca otra arma, es un lanzallamas.

—¡Larguémonos de aquí! —Le agarro la mano a Agatha y comenzamos a correr en dirección contraria a la cazadora.

Mi compañera abre un portal mientras entrelazamos nuestros dedos y nos alejamos del peligro.

Cuando encuentre una manera más segura de deshacerme de Nazhira, lo haré, pero mejor retirarse en batalla cuando es el momento indicado, para luego obtener una mejor táctica y así ganar la guerra.

Por ahora, esa es la mejor forma de proteger a la pequeña lobita.

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